Lo sentimos por Laurent Garnier y sus (gozonas) tres horas de sesión… Pero Jessie Ware fue MADRE del Sónar 2024 en una jornada del viernes 14 de junio en la que también brillaron Air y La Goony Chonga.
Al ser un festival dividido en dos mitades (Sónar by Day y Sónar by Night), cada una de ellas en un recinto diferente, hay ocasiones en las que el Sónar es una experiencia coherente que te lleva del día a la noche de forma continuista y bien lubricada… Y otras ocasiones, como ocurrió ayer 14 de junio, te ofrece más bien la oportunidad de vivir dos festivales totalmente distintos que poco tienen que ver el uno con el otro. Dos por uno.
Y es que el Sónar by Day del viernes de esta edición de 2024 será una de esas veladas que se recordarán en todos los históricos personales y periodísticos por eso de que Laurent Garnier tomó el SonarVillage durante ni más ni menos que tres horas. Y eso pareció establecer el tono de esta primera mitad de la jornada sonajera con la mayor afluencia de público que se recuerda en el recinto de la Fira de Montjuïc. Un tipo de público específico, una verdadera tropa de veteranos del festival que se infiltraron por todos los rincones del Sónar 2024 a la búsqueda de techno y emociones fuertes.
Un mood del que solo pareció librarse el pop del futuro de Kabeaushé. Con un ardiente rojo de fondo en el escenario, Shé consiguió incendiar el SonarVillage. El público se resistía porque no daba muestras de ir en la misma onda. En varias ocasiones pidió a los feligreses que se acercaran más al escenario, recibiendo una respuesta tibia por parte de ellos. Ni los gritos “Are you alive!?” ni las danzas indias que se marcó invocando a su Dionisos particular parecían surtir efecto en el público. Pero ya se sabe lo que pasa cuando Mahoma no va a la montaña… Así que la montaña fue a Mahoma, bajó hasta el público y lo que nos trajo fue La Fiesta.
Pero esto fue el único rayo de luz en una jornada diurna en la que el Sónar 2024 practicó la oscuridad. Y ningún sitio mejor para ello que ese escenario privilegiado que es el SonarHall, una verdadera caverna lista para experiencias impactantes como la que se marcaron Surgeon y Speedy J. Si llegaste una vez empezada su presentación del show «MULTIPLES«, probablemente te quedaras clavado en la entrada cuando el technazo que se gastan estos dos señores impactaba directamente en tu caja torácica, amenazando con hacerla estallar. Porque Surgeon y Speedy J parecen empeñados en convertir la música en algo físico y tangible, sólido y amenazante, un arma con la que hacer que tu cuerpo vibre en la frecuencia que ellos quieren y te recuerden que asistir a un concierto también puede ser un deporte de contacto.
Después de semejante burrada, tocaba hacer pequeñas incursiones a la búsqueda de paisajes diferentes… O, mejor dicho, paisajes que no fueron diferentes porque, fueras donde fueras ,te encontrabas con una verdadera parroquia celebrando el techno en múltiples variantes como las de DJ Gigola o una Marie Davidson que también pisó el pedal del acelerador y no miró atrás en todo su set.
Así que, ¿para qué empeñarse en buscar paisajes diferentes cuando tienes al creador de paisajes original en el escenario principal del Sónar 2024 cascándose una sesión de tres horas? Laurent Garnier arrancó literalmente arribísima: la ovación cuando salió al escenario se escuchó desde Plaza Espanya (según decía la gente que llegaba tarde al recinto), y el maestro honoró esa ovación saltándose cualquier tipo de intro y yendo directamente al hueso, que es donde duele cuando se trata del techno practicado como menú degustación de uno de esos restaurantes de tres Estrellas Michelín en los que te pasas horas y horas con todos los sentidos ocupados, maridando sabores y olores, bañando la vista con platos que son poesía visual.
Así pincha Laurent Garnier: con la elegancia de un chef que juega con todo lo que tiene en su tabla de cortar para elaborar platos que te sorprendan con elementos que crees conocer de toda la vida. Por suerte, y aunque arrancó arribísima, el dj fue modulando poco a poco una sesión que fue transicionando hacia diferentes estados mentales. Hubo un ratito para cada cosa, por mucho que todas esas cosas siguieran teniendo el techno en su corazón.
Y, entonces, la ruptura. ¿Cómo pasar de un Sónar by Day marcado por el techhno a un Sónar by Night) cuyos dos principales actos eran, sin lugar a dudas, Air y Jessie Ware. Lo dicho: era un festival completamente diferente al que se había vivido en el recinto de día alrededor del poderoso latido techno que palpitaba en el SonarVillage bajo la batuta de Laurent Garnier. Un festival completamente diferente que no ahora ya no pretendía romperte los pies a base de baile (bueno, no del todo), sino que más bien quería romperte el alma a base de emociones fuertes.
Así lo certificó la actuación de unos Air que llegaban al festival para celebrar el 25 Aniversario de su célebre «Moon Safari«, un disco que ya sonaba nostálgico cuando se publicó en 1998 y que, en el SonarClub, se desplegó como el ejercicio definitivo de melancolía refinada. Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel atacaron el álbum en su orden original, ofreciendo a los fans (y a cualquiera con un mínimo de sensiblidad) una experiencia delicada y elegante, francesa de pura cepa, que se vio sublimada por una teatral experiencia en directo en la que los músicos tocaban delante y dentro de una caja revestida con pantallas con visuales estilizados y juegos de luces con los que se confirmaba que Air ya no son una banda: son un estado mental. A lo mejor, un estado mental que apreciamos mejor los que quemamos el «Moon Safari» en el cambio de siglo… pero eso ya eso otra historia.
Aunque, para partir el alma a base de emociones fuertes, ahí estuvo una Jessie Ware que se coronó como MADRE absoluta del Sónar 2024. Tal cual. Al fin y al cabo, la artista ha entendido perfectamente quién es su público (es decir: la comunidad LGTBIQ+ y aliades, obviamente), y para ellos va dirigido un espectáculo en el que los temazos de su último «That! Feels Good!» y su anterior «What’s Your Pleasure» se trenzaron como dos cuerpos que se trenzan en una cama lubricados por su propio sudor. Porque no se puede negar que Jessie ha dado con la fórmula perfecta para mezclar en sus canciones cuatro elementos maravillosos: el pop, el house, el disco… ¡y el sexo!
Jessie Ware salió al escenario con un vestido largo de lentejuelas negras a juego con el vestuario del resto de su banda. Y, ojo, porque la banda tiene un protagonismo absoluto en un show que está concebido como una noche en el club «The Pearl» (es decir, ¿eres capaz de decir que un club llamado «The Pearl» no te suena a lo más maricón del mundo?): desde el principio, dos bailarines tocan la trompeta a su alrededor luciendo camisetas de tirantes y bigotitos de marica de los años 20 (de hecho, «marica de los años 20» era precisamente el mood board del club en cuestión) para acabar dejando de lado los instrumentos y, coreografías mediante, marcar el ritmo de todo lo que ocurre en el escenario y de lo que hacen tanto Jessie como el resto de la banda.
Una iluminación preñada de rosas bañó el ánimo de una actuación pluscuamperfecta que no dejó ni un segundo de respiro y que venía a decirnos que al club «The Pearl» se viene a bailar. (Bueno, ojalá a follar también, porque a esas horas de la noche, con ese musicón y todo redeado de gente guapa…) Los hits se fueron sucediendo (lo de «Begin Again» no tiene nombre) hasta que Jessie Ware atacó un tramo del concierto como si de un club de house se tratara, mezclando una canción con la siguiente (la transición de «Hot N Heavy» a «What’s Your Pleasure» fue sublime) mientras la artista se convertía en una verdadera dominatrix blandiendo un látigo.
Y, por si no te había quedado claro que Jessie Ware es MADRE, decidió utilizar su grand finale para despejar todo tipo de dudas. Al escenario subió una verdadera selección de «beautiful people» de la Barcelona queer para festejar y bailar primero el «Believe» de Cher (¡el «Believe» de Cher!) y luego el cierre perfecto de «Free Yourself» como himno LGTBIQ+. «The Pearl club is about to close«, decía Jessie al final. Y tras jugar con el verso «baby don’t stop» para cortar en seco el concierto y volver con un jolgorio eróticofestivo a modo de despedida, a todos nos quedó la sensación de que «The Pearl» es el club en el que queremos bailar hasta morir.
¿Lo único negativo de la actuación de Jessie Ware? Que coincidía en horario con el b2b de Jennifer Cardini y HAAi, que probablemente fue la forma más natural de dar continuidad a lo que se había vivido en el recinto de día del Sónar 2024. Pero no pasa nada, porque del club «The Pearl» pasamos al SonarCar para gozarlo con el Goonyverso de La Goony Chonga, que arrancó con el reggatón más clásico para, paulatinamente, ir subiendo el ritmo y ensuciando el sonido para llegar a ese treggaeton que es algo así como reggaetón en esteroides. Total, que la «Chongivity Activity» (de verdad, que le den un premio a esta mujer por ser la mejor a la hora de practicar el naming) fue una gozada con bailarines quemando el escenario, visuales imposibles y una Goony que no es nada chunga: es pura diva.
Sí, definitivamente, el Sónar by Day y el Sónar by Night del viernes no tuvieron absolutamente nada que ver… Aunque eso no impidió que, después de La Goony Chonga, siguiera la fiesta más saludablemente gay de una Toy Tonics Jam en la que Kapote y Sam Ruffillo trajeron a Barcelona un pedacito de Berghain o con el house de acento británico de Salute, una forma excepcional de meterse de lleno en un SonarLab remodelado para capturar la esencia de otro club célebre: Printworks. Como broche final, Danny Tenaglia ofreció un set clásico sin sobresaltos pero perfecto para cerrar con una sonrisa en la boca… y pensando ya en todo lo que deparará la jornada de sábado de Sónar 2024. [Más información en la web del Sónar 2024] [TEXTOS: Raül De Tena y José M. Collado]