Nuestra crónica del viernes 16 de junio en el Sónar 2023 constata que el festival siguió siendo LA FIESTA… hasta que Fever Ray rompió la baraja.
El Sónar 2023 crea su propia baraja (es decir: un 30 Aniversario que prioriza la cultura de club y las sesiones de dj para convertirse en una gran FIESTA, tal y como ya expliqué en mi crónica del jueves)… Y, en consecuencia, el Sónar rompe esa baraja cuando le da la gana. En compañía de Fever Ray, para ser más exactos. Pero ya llegaremos a eso, porque antes hay que reconocer, para muchos, el Sónar de Día del viernes 16 de junio fue LA FIESTA prometida. Pero, sobre todo, una fiesta específicamente particular.
Y es que, en esas cosas que distinguen al Sónar (a saber: poner una atención al detalle realmente sublime y pensar y repensarlo todo para que la experiencia de los asistentes sea lo más coherente e irrepetible posible), uno de los itinerarios posibles para la jornada diurna del viernes solo se podía definir como SonarPride. Tal cual. Un SonarPride que empezó en lo sutil y acabó explotando en el arcoíris absoluto.
El arranque, por cierto, fue esa dupla asombrosamente sólida que formaron las actuaciones primero de Ahadadream primero y Crystal Murray después. Ahadadream, con una sesión sostenida sobre los fascinantes ritmos de percusión que hendían la superficie house con toques de kuduro e incluso amipiano. Y Crystal Murray, con una honesta celebración de ese pop del siglo 21 que se baña en las aguas todavía frescas del r&b femenino de los 90. Su presencia magnética y arrolladora en el escenario (¡con un tanga de metal!) no te invitaba a bailar, sino que te obligaba a ello. Sin posibilidad de rechazar las órdenes.
Justo después de Crystal Murray, fue el momento de que el SonarPride empezara a lucir sus colores menos por afinidad y más por referencia directa. Lo voy a decir tal cual: nadie hizo sombra a MikeQ en el Sónar de Día del viernes 16 de junio. Cuando su sesión todavía estaba arrancando, el tipo tuvo los cojones de mezclar el «Vogue» de Madonna con el «Alien Superstar» de Beyoncé y quedarse tan ancho sabiendo que, con esa dupla, el público iba a intuir por dónde correrían las aguas de su sesión: una verdadera carta de amor al house y a la escena vogue ball a la que solo le faltaron bailarines de voguing y drag queens en el escenario para haber sido perfecta. No pasa nada: cuando una sesión es tan efectiva como esta, cuando te lleva hasta los límites del baile sin posibilidad de resistencia, no hace falta ningún tipo de fuego de artificio sobre el escenario. Básicamente, porque lo mejor en este tipo de sesiones es cerrar los ojos y bailar como bailamos todos ayer a los pies de MikeQ.
Dicho esto, ¿qué pensar entonces del hecho de que, cuando The Blessed Madonna le cogió el testigo a MikeQ en el SonarVillage decidiera llenar el escenario con trescientas personas (bellísimas en su diversidad) para que se montaran una fiesta que pusiera los dientes largos a los que estábamos entre el público? Sí, esto son fuegos de artificio. Pero resulta que, en este caso en concreto, tenía un sentido: las banderas de arcoíris, la selección de fiesteros sobre el escenario, los visuales… Ya no había duda alguna: Sónar 2023 se había transformado en SonarPride y, aunque la sesión de Marea transcurrió por los derroteros habituales (!ya nos conocemos tus trucos!), hay que reconocer que era imposible no dejarse llevar por el optimismo multicolor de su selección de hitazos de house destilado en forma de gotas de pura alegría.
Y, entonces, cambio total de mood porque tocaba correr al recinto nocturno de Sónar 2023 para ver al plato fuerte de la jornada: Aphex Twin. La primera sorpresa fue un set fascinante en la que el artista no solo estaba detrás de una barrera de pantallas semitranslúcidas, sino que sobre él había un enorme cubo cuyos lados también eran pantallas del mismo tipo creando un efecto 3D que tenía tanto de mindfuck como la música del bueno de Aphex.
Su concierto constató que hace tiempo que este hombre ya no se dedica a la deconstrucción de la música electrónica, sino que lo suyo es una carnicería pasada por un picador de carne para, con la materia restante, construir fascinantes figuras orgánicas que no pueden evitar dejar un reguero de sangre a su paso. Una experiencia que te saca de tu cuerpo y te obliga a habitar la guerrilla de sonidos que chocan en sus canciones… Y, aun así, reconozco que decidí abandonar a Aphex Twin antes de que terminara su set para correr a coger sitio en el escenario de Fever Ray.
Y no me arrepiento de la decisión, porque lo de Fever Ray fue uno de esos conciertos que los asistentes del Sónar 2023 recordaremos y comentaremos pasen las ediciones que pasen. De la misma forma que ocurrió con su actuación en la edición de 2009 (que seguimos recordando y comentando como «aquella vez que Fever Ray montó un akelarre en el Sónar«), el concierto con el que Karin Dreijer despliega las bondades de su nuevo disco «Radical Romantics» fue hipnótico gracias a una puesta en escena que casi funcionó en slow motion. Sobre el escenario, Karin (con su look de oficinista de un futuro apocalíptico y tóxico) acompañada por dos coristas y bailarinas con las que creaban coreografías en cámara lenta que tenían mucho de magia negra.
Voy a ser sincero y pasar a lo puramente subjetivo: a mi entender, Fever Ray consiguió lo que nadie había conseguido antes en este festival. Y eso es salir al escenario al tocar la media noche y conseguir que todo un grupo de Gremlins que veníamos de la FIESTA que está siendo el Sónar 2023 se vieran forzados (dulcemente) a desacelerar la bioquímica de sus cuerpos y sus cerebros para vivir en el aletargado slow motion de su concierto. Creo que nunca olvidaré cuando, en el tramo final del show, el setlist despegó con una trieja de canciones mucho más bailables y, tras haber estado unos segundos danzando con los ojos cerrados, los abrí, alcé la mirada y las tías seguían en el escenario con su coreografía en cámara lenta entre la niebla.
El choque entre la música que quemaba en mis entrañas y lo que había sobre el escenario fue como cuando tu madre te decía que no te metieras en el agua fría después de comer porque te podía dar un corte de digestión y morir en el acto. Choque térmico, pero hecho música. Podríamos haber muerto, pero nos revivió a todos. ¿Y fue también la gran cima del Sónar 2023 a la vez que ese romper la baraja que mencionaba al principio de esta crónica?
Puede ser, porque hay que reconocer que, después de lo de Fever Ray, pasar a Bicep y volver al mood de FIESTA fue un regalazo y una maravilla… Pero también una subida a la Tierra después de haber bajado al Infierno (porque lo de Dreijer tiene poco de Cielo, y hay que agradecerle por ello). Total, que Bicep fue lo que todos esperábamos de Bicep: músculo musical en forma de un set perfecto (pero perfecto de una forma casi matemática, casi creada por IA) en el que se trenzan todos esos temas que son puro killer y sudor compartido con quien tengas cerca.
Podría haber sido el cierre perfecto… Pero luego tocaba elegir entre Peggy Gou o Honey Dijon y, mira, creo que yo no hice la mejor elección. El sonido de Honey Dijon no acompañó (con crujidos que hacían difícil disfrutar del todo de su sesión) y sus sesiones, como le ocurrió a The Blessed Madonna en el recinto de día, son cada vez más previsibles. ¿Lo malo? Que ya no fascina como antes. ¿Lo bueno? Que previsible no implica menos diversión. Puede que, incluso, implique más diversión. Porque, incluso con esos problemas de sonido (y la insidiosa sensación de que Peggy Gou estaba siendo mejor a un par de escenarios de distancia), Honey Dijon fue un buen broche final para el viernes de Sónar 2023. Un broche en forma de «mañana, más». Así que, hoy, más. [Más información en la web del Sónar 2023]