Sónar 2023 abrió las puertas de su 30 Aniversario con la jornada de un jueves 15 de junio en el que quedó claro que esta edición va a ser LA FIESTA.
La primera jornada es cuando un festival sienta sus bases. Y el Sónar siempre ha sido particularmente elocuente a este respecto. No en vano, su experiencia se distingue de la del resto de eventos similares por ser amable con el cuerpo humano y reservar el despiporre nocturno para los días del viernes y el sábado. El jueves, solo hay Sónar de Día, y eso es una excusa perfecta para lanzarse al festival con los brazos abiertos sabiendo que podrás plegar velas pronto, dormir una cantidad decente de horas y volver al recinto unas horas después fresco y dispuesto para el segundo asalto.
Pero repito: la primera jornada es cuando un festival asienta sus bases, y este año es el 30 Aniversario del Sónar. Un 30 Aniversario que ha sido anunciado desde la organización con una explicación realmente desarmante: la cultura (de baile, de hedonismo, de gozarlo como si no hubiera un mañana) de club siempre ha latido poderosamente en el epicentro del corazón del festival, y este año el festival va a ir más de eso y menos de actuaciones de artistas y bandas al uso.
Eso no significa que estos se hayan extirpado del cartel, ni mucho menos. De hecho, si hubo un acto que brilló particularmente ayer jueves 15 de junio, fue precisamente el del combo formado por Charlotte Adigéry & Bolis Pupul, que aterrizaban en el festival no para marcarse un dj set (que también los hacen, y son tan espectaculares como su reciente Beats in Space), sino para presentar su debut «Tropical Dancer» (Deewee, 2022). Pero, entonces, ¿cómo puede ser que lo más destacado de la primera jornada del Sónar 2023 que festeja la cultura de club sea precisamente la actuación de un dúo?
Pues es que la cosa tiene trampa, y eso es algo que los asistentes más avisapados ya habíamos intuido cuando vimos que el festival le daba a Charlotte Adigéry & Bolis Pupul un horario destacadísimo (a las 9 de la noche, justo antes del cierre con Black Coffee) en el escenario principal. Y es que resulta que, en la segunda canción del set, ya quedó claro que esto no era un concierto, sino un stream en el que las canciones se trenzaban unas con otras lubricadas por sanísimas dosis de cachondeo y extravagancia para conjurar un fiestón de electropop en el que el electro le ganaba la batalla al pop y que volvía a probar que el Sónar no da puntada sin hilo. Lo de Adigéry y Pupul es el futuro del formato concierto. Y ese futuro se parece mucho a la cultura de club.
Así que, de alguna forma u otra, tenía mucho sentido que ese «concierto» estuviera ahí, casi al final de una primera jornada de Sónar 2023 que estaba pensada para ir saltando de una sesión a otra antes de volver a casa con cinco kilos menos en el cuerpo y con la cabeza en las nubes. Supongo que cada uno se marcaría su propio itinerario… pero yo, obviamente, estoy aquí para hablaros del mío.
Y mi itinerario empezaba con uno de los sets al que más ganas le tenía de todo el festival: Manuka Honey y esos sets que se marca la tía en forma de picadora de carne a la que arroja reggaetón, dancehall y dembow que, sin embargo, en el Sónar 2023 arrancó por lo bajini. Puede que, al fin y al cabo, las 5 de la tarde, con todo el mundo aterrizando en el festival mientras hacía la digestión, no fuera el horario más adecuado para su set…
Así que hice una pequeña escapada para ver qué tal B2BBS (spoiler alert: el enloquecedor set que se marcaron Acidheaven, Buganvilia y Niki Lauda en el SonarPark fue como viajar en el tiempo a las 3 de la mañana del sábado y regresar a toda pastilla al presente antes de que hubiera daños mayores… es decir: una jodida maravilla) y, al volver al SonarVillage, resulta que los 30 últimos minutos de Manuka Honey fueron todo lo que yo podía esperar: un ataque frontal de sonidos de esos que reverberan en tu caja toráquica y que, esta vez sí, fueron compartidos por un llenazo de asistentes que ya empezaban a entonarse para lo que vendría después.
Y lo que vendría después fue precisamente una de esas cosas que solo hace el Sónar: estar muy atento a cómo se mueve la música presente y encapsularlo en un b2b como el de Bradley Zero y Moxie. Dicho de otra forma: ambos selectores provienen ni más ni menos que del mundo de la radio, pero ya hace tiempo que demuestran que son infalibles a la hora de poner la pista del revés. Lo hacen, como ayer en el Sónar 2023, por la vía de la selección pluscuamperfecta, ese tipo de selecciones en la que se intuyen horas y horas de escuchas a la búsqueda del beat perfecto. Y lo hicieron también por la vía de ese house que obvia las sombras (en las que se ampara el sudor y el sexo y el guarreo) y apuesta por la luz solar (esa del pajareo en festivales de día mientras te abrazas a los amigos… y a los desconocidos).
La clausura del jueves de Sónar 2023, más que de Black Coffee, fue de la multitud que se congregó a los pies de Black Coffee. Porque admitámosolo: la sesión de Nkosinathi Maphumulo fue efectista (alguien debería haberle prohibido cerrar con obviedades como Daft Punk o R.E.M.) pero efectiva. Y eso es lo que buscaba todo ese público que ha interorizado perfectamente de qué va esta celebración del 30 Aniversario del Sónar: de pura fiesta como la que surfeamos en una sesión de esas que se basan en crear olas que suben y que bajan y que vuelven a subir y que te recuerdan lo guay que es eso de que se te ericen los pelos de la nuca al compartir estos subidones entre una masa de gente tan feliz como tú. Hoy, más felicidad. Hoy, más fiesta. Hoy, más Sónar 2023. [Más información en la web del Sónar 2023]