La jornada del viernes 17 de junio en Sónar 2022 se vio marcada porque C. Tangana cambió la historia de la música (eso dicen)… Y porque Samantha Hudson fue canonizada.
Ayer, viernes día 17 de junio, C. Tangana cambió la historia de la música sobre el escenario del Sónar 2022… Y yo me lo perdí. Sería absurdo, sin embargo, no abordar este hecho en mi crónica, porque incluso sin haber estado en el concierto de Pucho, soy plenamente consciente de la magnitud del acontecimiento gracias a los centenares de comentarios de amigos que me fui cruzando por el Sonar by Night y que se aseguraron de desmenuzar pormenorizadamente la triunfada de un setlist trufado de clásicos multitudinarios y, sobre todo, el buen rollo de un plantel de colaboraciones estelares (¡Nathy Peluso! ¡La Húngara!) que rebasó los límites del escenario y se desbordó un público que, como mandan los cánones, se dedicó el resto de noche a repetir aquello de «el Sónar ya se puede acabar aquí» o «esto ha sido lo mejor del festival«.
Pero no para mí. Para mí, sinceramente, lo mejor de este festival Sónar 2022 fue, es y serán por siempre los visuales del concierto de Samantha Hudson. Y eso que tengo que reconocer que la última vez que la vi en directo, presentando su actual gira de presentación del disco «Liquidación Total» en las fiestas de la Mercé, me dio un poco de bajuna. Me pareció que su nuevo show en directo traicionaba ligeramente el espíritu trash de la diva: un exceso de coreografías mal ejecutadas que no reconducían los errores hacia la diversión punk, sino que simplemente se quedaban a medio gas.
Nada que ver con la versión repensada y rediseñada de esta gira que Hudson se marcó en el SonarHall bajo el nombre de «Liquidación Total Por Cierre«. Aquí también había un buen puñado de bailarines sobre el escenario y alguna que otra coreografía, pero lo que primó fue el espíritu fuerto de una Samantha desatada recortada contra unos visuales protagonizados por ella misma en versión 3D digna del primer «Silent Hill» de la primera PlayStation. Un verdadero baño de masas, la canonización definitiva de la que ya era reina de los maricones pero que, después de esta actuación gloriosa, pasa a ser directamente Santa. Santa Samantha. Y, sobre todo, y tal y como atestigua el clamor generalizado ante su revisión del himno de nuestro país, es Samantha de España.
Empezar la jornada de Sónar con semejante subidón solo podía significar una cosa: que la cosa iba a ir cuesta abajo. Y algo de ello hubo en la actuación de unos Polo & Pan que no subieron llevar a su terreno el excepcional marco de su concierto. Que tú dices: Polo, Pan y SonarVillage, con su brisa de media tarde directa desde el mar barcelonés y su suelo enmoquetado con césped. ¿Qué puede salir mal? Pues en verdad, nada. Nada salió mal. Pero tampoco nada brilló con el technicolor gloriosamente saturado que, por ejemplo, Jayda G sí que supo jugar a su favor. La de Polo & Pan fue una actuación amable y correcta, bailable y calentita… Y a lo mejor fue problema mío, pero yo esperaba que fuera más calenturienta que calentita.
Por suerte, acto seguido salieron al escenario la pareja formada por Octo Octa y Eris Drew. En el arranque de su set, fue la primera la que pareció tomar las riendas de la sesión… Y todo bien. Pero fue precisamente cuando Drew empezó a meter mano y cuando las dos empezaron a fluir en una trenza de mixes pluscuamperfectos, cuando el set empezó a subir el nivel a base de techno sudoroso, house glorioso y toque de high energy que aportaron al cierre del Sonar by Day el rollo calenturiento que tanto eché a faltar en la sesión de Polo & Pan. Y todo ello mezclado en vinilo, lo que siempre supone un plus a la hora de añadir organicidad a unas mezclas que crujen con un plus de realidad y riesgo.
¿Mereció la pena perderse a C. Tangana para exprimir lo de Octo Octa y Eris Drew? Yo digo que sí. Porque, además, resultó ser el plan perfecto para reponer fuerzas, correr hacia el recinto de Sonar by Night y coger sitio privilegiado para uno de esos reencuentros que sabes que van a ser históricos. Moderat es una de esas bandas que saben cómo llenar espacios grandes sin que su música pierda ni un ápice de magnanimidad y épica emocional. Y, aunque hay que reconcer que el sonido no jugó a su favor (lo que resulta francamente extraño, porque el sonido en el escenario SonarClub suele ser impecable y, de hecho, yo mismo he disfrutado en ese mismo lugar de conciertos con una claridad sonora que se percibía incluso desde el fondo del todo), al trío formado por Modeselektor y Apparat les sobran temazos con los que prender fuego al ánimo del público. Incluso con la bola de sonido en la que a veces se convertían sus canciones, Moderat consiguieron lanzar un final de concierto apoteósico en el que si no bailaste es porque algún problema deberías tener. Probablemente, porque eras de los que pensaban que después de C. Tangana tendría que haberse acabado el festival.
Pero repito: el festival siguió… Y lo siguiente era comprobar que The Blaze estaban a la altura del mito que se ha ido construyendo a su alrededor. Spoiler alert: lo están. Por mucho que, de nuevo, el sonido del SonarClub les jugara en contra. Sea como sea, los franceses llegaron al Sónar 2022 dispuestos a reclamar los laureles que ya les han otorgado en todos los festivales por los que han pasado. No es para menos: su electrónica de duermevela, como de rave a cámara lenta en un sueño del que no quieres despertar, como de tarde de bromance cani que se cuece en su propia tensión sexual no resulta, es ideal para ser disfrutada en comunidad tal y como se disfrutó en el Sónar. Puede que no fuéramos canis pero, durante una hora, nos subimos a la fantasía del bromance eterno de The Blaze.
Y aunque en mi cabeza resonaba mi pensamiento «vete a casa, tía, que mañana más«, resulta que de repente el pensamiento «bueno, también puedes pasarte un ratito por el SonarCar a ver qué tal lo de las Herrensauna XXL» se coló en mi streaming mental y acabó ganando la partida. Solo un ratito, eso sí. Pero lo suficiente para comprobar que, de no tener por delante otra jornada del festival, aquí es precisamente donde me hubiera gustado morir por siempre jamás. Una metralleta de hard-techno, rave punk, industrial melódico y happy hardcore que hace honor a la «sauna» del nombre del colectivo berlinés no solo por el sudor que se desprende de su musicón, sino sobre todo por el espíritu queer subterráneo que recorría la sesión de seis horas como el mejor terrorismo posible: el de las ideas.
Pero entonces sí que ganó la partida el pensamiento de «vete a casa, tía, que mañana más«… De hecho, ese mañana es hoy y lo que queda por delante es el cierre de uno de los Sónar más especiales de la historia del festival. Se nota en el ambiente. Se nota en las caras. Se nota en los cuerpos. ¿Preparados para el grand finale de esta noche? [Más información en la web de Sónar 2022]