121.000 almas repartidas en tres días. Visitantes de 102 países. 135 shows. 60 actividades en el Sónar +D… Las cifras del 20 Aniversario del Sónar son mastodónticas. Y damos fe de ello, porque las vivimos en nuestras carnes. La gran fiesta de la electrónica se ha saldado con un éxito rotundo, no sólo en el plano estrictamente profesional, sino en el más emocional y personal. Y es que el Sónar, al margen de esas cifras tan suculentas, más que un festival musical es un estado de mente, un lugar al que todos anhelamos peregrinar en cuanto asoma junio y que nunca, jamás, decepciona. No importan las colas, los agobios, el no dar abasto y no llegar a ver todo lo que te gustaría, el perder a tus amigos, el volver a encontrarlos, los pisotones y toda la cerveza derramada sobre tu piel, Sónar siempre es lo mejor del año: ese lugar mental al que todos deberíamos recurrir en momentos de agobio y malestar, un punto físico en el que confluyen buena onda, música impecable y un entorno social del que no querrías irte nunca.
Porque al margen de las grandes cifras (que nosotros aplaudimos), lo que hace realmente grande a este festival es esa bonita sensación que te invade en cuanto pisas el Sónar de Día por primera vez de ser querido y cuidado por una organización que sabe que estos tres días son tan importantes para el público como para ellos. Esa es una gran responsabilidad. Y que lleven ya veinte años provocando este tipo de emociones en la gente tiene mucho mérito. Mucho más que ir poniendo banderas en otros países y convertirse en la envidia mundial de los festivales. Porque, al final, las cifras se van, pero las sensaciones siempre se quedan. Y aunque ahora mismo el 70% de la población barcelonesa y parte de la foránea no tenga fuerzas ni para sentirse las uñas de los pies, seguramente mañana empezarán a aflorar un montón de buenos recuerdos que les acompañarán hasta junio del año que viene (y al que no, la próxima vez que le de menos a la bolsita, que pagar un abono para no acordarte de nada es una buena mierda).
Pero, aún así, habíamos venido por la música. Y este año hemos disfrutado de una cantidad impresionante de buenas propuestas. El cartel combinaba a grandes nombres de la «música avanzada» con nuevos talentos, y eso se proyectó en un público variado que iba desde los puretas que fueron a Kraftwerk como marujas acudiendo a la Virgen de Lourdes hasta la chavalada universitaria de garrafón que acudió al reclamo de Skrillex, 2many djs, el dj set de Justice y otros grandes nombres de la buena zapatilla. La última jornada del Sónar congregó a este público variado: hipsters, techno killos, guiris, ravers e incluso gente normal que confluyeron y disfrutaron de unas intensas horas de electrónica. El balance no puede ser más positivo y optimista. Y con razón. Eso sí, mañana puede que no, pero el martes, cuando empiecen a trabajar en la programación del año que viene, deberían ir empezando a pensar muy seriamente en traer a Kanye West de una vez. Eso sí que sería un win en toda regla.
SONAR DIA
JACKSON & HIS COMPUTER BAND. Pilotando una especie de máquina electrofunk futurista, es decir, su Computer Band, Jackson nos presentó un show rotundo. Sus temas, a pesar de estar construidos a base de samples y sintetizadores, sonaron tan compactos e intensos que, en determinados momentos, casi se podría decir que realmente iba acompañado de una banda en el tradicional sentido de la palabra, aunque, eso sí, armada de instrumentación electrificante. Tanto afán tiene de hombre-banda, que la iluminación de su máquina músico-espacial también estaba bajo su control. Casi todo el concierto estuvo envuelto en una neblina que, probablemente, no le dejó ver cómo mermaba el público a medida que avanzaba el show… [Jose M. Collado]
CHROMATICS. Sé que muchos consideran su «Kill For Love» uno de los discos más importantes del año pasado (y a mi me parece un álbum que realmente sería de los más importantes de su año si Johnny Jewel hubiera metido la podadora y lo hubiera recortado en extensión); y sé que muchos consideraron el concierto de Chromatics como lo mejor del pasado Primavera Sound 2012 (pero aquí tengo que reconocer que llegué al escenario con la actuación arrancada y no conseguí meterme en su propuesta). Por eso, el show magistral que ofrecieron ayer Chromatics en el SonarVillage me pilló por sorpresa. Y no pude hacer otra cosa que rendirme completamente: lo que en el disco tiende hacia la digresión, como un viaje a velocidad variable pasando por paisajes apasionantes y otros algo más aburridos, en directo se transforma en un dechado de concreción, un viaje a velocidad de crucero a través de un cancionero presentado en formato de stream de aire fresco. Con un Johnny Jewel eternamente pegado a los puntos (¿lágrimas?) bajo sus ojos, con una Ruth Radalet pletórica en su nocturno misterio y con versión del «Running Up That Hill» de Kate Bush incluídos, el único «pero» que se le puede poner a la actuación de Chromatics en el Sónar es que no fuera a media noche. Su hora ideal. [Raül De Tena]
ALUNAGEORGE. Si alguien en el planeta aún tenía alguna duda sobre AlunaGeorge, la actuación que ofrecieron ayer en el SónarVillage debería disiparla por completo. Nosotros ya lo sabíamos: estos chicos van a ser grandes. Y no sólo porque sean la niña (y el niño) bonita de la prensa especializada, ni porque se hayan convertido en el fenómeno bloguero de 2012, sino porque estos dos lo tienen. Si alguien tuviera que representar eso que llaman «el Factor X» (llámalo «A», llámalo «B»), deberían ser ellos. Conste que nosotros ya íbamos bastante entregados. En ningún momento hemos querido esconder que la propuesta de estos dos chavalines nos tiene loquers desde el primer momento, pero la actuación de ayer consiguió dejarnos con la boca abierta y el corazón totalmente vendido, superando con creces todas las expectativas que albergábamos hacia ellos. Allí, a las siete y media de la tarde, Aluna Francis desplegó todos sus encantos: se vistió para la ocasión (un poquito de blingbling y otro poquito -pero muy poquito- de ropa, no pasa nada, a esta chica da gusto verla), se movió como una pantera en la selva, sonrió mucho, cantó más que bien, bailó con gracia y se metió al público en el bolsillo sin mucho esfuerzo. Es normal. Esta chica tiene un carisma inusual. Es muy guapa y también ayuda, pero esa manera de conectar con la gente y esa capacidad de superar en el directo la sensualidad de sus canciones no está al alcance de cualquiera. Escuchamos sus temas más conocidos (incluso cogieron prestada «White Noise» de Disclosure) y también muchos que se incluirán en su primer disco, «Body Music«, que promete R&B de nuevo cuño y pop de dimensiones perfectas. Lo dicho: AlunaGeorge demostraron ayer que merecen ser grandes. Y lo serán. [Estela Cebrián]
TNGHT. Ni idea de si el escenario SonarDôme tiene la negra (el día anterior, bRUNA tuvo que enfrentarse también a graves problemas técnicos) o fue más bien culpa de Hudson Mohawke y Lunice… Pero la actuación de TNGTH en el Sónar 2013 fue bastante decepcionante. Teniendo en cuenta que su EP de debut, «TNGHT«, es un musculado ejemplo de electrónica bastarda e hipervitaminada, su translación sobre un escenario debería esperarse como una fiestarraca cerda a más no poder. Aun así, la actuación tardó unos diez minutos en arrancar (entre drones extraños y samplers de Nina Simone) y, cuando lo hizo, el sonido subía y bajaba continuamente, haciendo imposible meterse en unas canciones que, a diferencia de un disco que apabulla precisamente por su capacidad de comprimir en poco espacio de tiempo una cantidad loquisima de inputs sonoros, en directo prefirió alargar los temas y preñarlos de facilones bajos y bombos. Se esperaba más de TNGHT. [RDT]
SONAR NOCHE
GEORGE FITZGERALD. Encontrarse en un punto en el que convergen varias tierras es peligroso, porque puedes caer en tierra de todos o en tierra de nadie. En ese punto de concurrencia se encuentra George Fitzgerald. Su set se situó entre los ritmos marcados con la urgencia propia del tecno, algún destartalado aire de dubstep y una presencia de house en el uso de las voces y melodías de cierta calidez. Si caes en tierra de nadie, puedes aprovecharlo para que tu cosecha se distinga del resto y así sacar sustanciosos frutos; pero si caes en tierra de todos tu cosecha corre el riesgo de no diferenciarse de la del vecino y no acabe siendo ni chicha ni limoná. Me temo que Fitzgerald cayó de este último lado porque supo a todo eso que ya has probado miles de veces, sin gran distinción, del montón. [JMC]
2MANYDJS. Hacia el final de su actuación, 2manydjs pincharon uno detrás de otros dos temas que viene a resumir la significancia de este dúo a día de hoy… El primero fue «El Sucu Tucu» de Matías Aguayo: una absoluta locura de tema, nuevo hasta decir basta y arriesgado por lo que tiene de esquizofrenia rítmica llevada hasta el extremo por la voz del artista. Acto seguido, el subidón provocado por Aguayo (y los visuales siempre alucinantes de los Dewaele) se veía seguido por «Kids» de MGMT, un tema manido hasta la saciedad y que cualquier dj con dos dedos de frente debería evitar en pleno año 2013. Aun así, la gente se volvió loca. Así que cada uno saque sus conclusiones e imagine cómo fue la eterna triunfada de 2manydjs en esta edición de Sónar. [RDT]
HOT NATURED. El duo que inicialmente formaron los fundadores de Hot Creations, Jamie Jones y Lee Foss, se ha convertido en banda al reclutar en sus filas a Ali Love y Luca C. Tal fue la puesta en escena de Hot Natured. Además de los teclados, su set se formaba como una banda formada por componentes al estilo clásico, es decir, guitarra, bajo y voz. Tocaron deep house con buen gusto y frescura, ese house sencillo pero directo que apunta directamente a las piernas y te hace danzar como un poseso. La cabeza de esfinge dibujada a partir de un patrón de circuito de chips -que parece ir camino de ser su icono distintivo- reinó intermitentemente el logrado set visual que les encabezaba y presenció como el público se venía arriba y pedía MÁS. [JMC]
JUSTICE DJ SET. Gaspard Augé y Xavier de Rosnay cogieron el rebufo que dejó tras de si el “Human After All” de Daft Punk, le metieron un poco más de gamberrismo rockero y así parieron su exitoso primer largo. Pasado aquel momento, el frescor se diluyó con el edulcorante de su segundo álbum y poco más que decir… A excepción de algún tema que despunta, en sus sets viene siendo algo simila:, beats gordos, graves rotundos y riffs guitarreros. Más sal gorda acompañando el mismo plato, ese que ha sido repetido hasta la saciedad y que, por eso mismo, su sabor ha perdido la intensidad y el frescor del momento. Justice, ya no hace falta, ya no. [JMC]
PAUL KALKBRENNER. Zapatilla first class. Eso es lo que ofrece el berlinés allá por donde vaya. Los géneros van y vienen, pero el techno siempre queda. Y Kalkbrenner hace con él como los buenos chefs con un buen trozo de ternera: sacan lo mejor de ella, la ponen a la parilla (sellado, vuelta y vuelta para que no se escapen los jugos) y la aderezan con elementos básicos, aromáticos y perfectos para que el plato no quede ni demasiado simple ni demasiado abigarrado. Así, el mayor de los Kalkbrenner consigue sacar lo más cerebral del techno y adornarlo con cálidos toques sabrosones para locurón general de personal. Dejó caer temas de su nuevo disco, «Guten Tag«, pero le dio a la parroquia lo que realmente quería: clasicazos de hoy y de siempre que alcanzaron el punto de ebullición con la siempre efectiva y muy caribeña «La Mezcla» de Michel Cleis, que ya se ha convertido en un básico de su maleta y en su sello personal. Winner total. [EC]
SKREAM. Muchos afrontarían la actuación de Skream en el Sónar Pub como un buen pre calentamiento para enfrentarse al plato fuerte de la noche, ese Laurent Garnier que, haga lo que haga, siempre se lleva a la peña al huerto. Craso error, porque el británico demostró que él no es solo un entrante, sino que tiene todas las bazas para ser un plato principal. Para nosotros, él iba a echar el cierre a esta edición del festival (lo sentimos, Laurent, pero entre la cama y tu nos quedamos con la cama) y no pudimos haber hecho mejor elección. Había curiosidad porque se decía, se comentaba, que el hombre venía con traje y corbata nuevos. Que había aparcado el dubstep de bajos fondos para abrazar un techno-house más brillante y bailable y aportando, incluso, algunos toques funk a sus sesiones. Así fue. Y aunque la propuesta fue un poco más contundente de lo que esperábamos por lo escuchado previamente en sus últimas sesiones Skreamizm, funcionó perfecta como broche final a una noche gloriosa. [EC]