Ayer era la prueba de fuego para el Sónar 2013… Después de varios meses de incertidumbre desde que se anunciara el cambio de recinto del Sónar de Día (que sí, que no, que caiga un chaparrón, que el CCCB molaba y la Fira no sabemos si será un marrón), estaba claro que la jornada inaugural del festival de música electrónica por excelencia no sólo se tendría que enfrentar a sus propios fantasmas de las ediciones pasadas, sino que también tendría que justificar el cambio. ¿Consiguieron ambas cosas? Con creces.
Para empezar, el nuevo recinto en la Fira de Montjuïc no podía ser más idóneo para la edición de día del Sónar: el nuevo espacio del SonarVillage es una absoluta locura en cuanto a extensión, todo perlado del verde de un césped que sorprende más que nunca y con varios espacios de sombra proporcionados por grandes porches. Los diferentes bares y zonas de descanso se alejan por completo de la habitual cutrez festivalera y se convierten en lo más cercano que vamos a vivir en España de los festivales boutique que ya llevan años dando caña en el resto del mundo. Y, claro, el resto de espacios interiores tampoco se queda atrás: el SonarDôme, completamente tomado por la Red Bull Music Academy, se beneficia de la luz que entra por su techo (ya que esté en un último piso), mientras que el SonarHall ya ha sido popularmente bautizado como el SonarLynch debido a ese ambiente tan «Twin Peaks» que le confiere el hecho de ser una estancia cerrada por gigantescas cortinas de terciopelo rojo. Y luego quedan la recién inaugurada zona de Sónar +D (que se intuye una fuerte apuesta de futuro que va a ir creciendo sin prisa pero sin pausa) y un SonarComplex en el que disfrutar sentados y tranquilamente de actuaciones mucho menos hiperventiladas.
Con todo ello (y con una cerveza fresca en la mano), sólo quedaba ir moviéndose de un lado a otro para no perder comba en una programación artística que desplumó por completo aquella antigua noción de que el jueves era el día «flojo» del Sónar. En su primera jornada, el festival ya puso mucha carne sobre un asador del que se desprendían aromas muy pero que muy diversos: desde la electrónica pura y dura que siempre ha sido el plato fuerte del Sónar hasta otras vías de exploración que le buscaron las costuras al hip-hop del futuro o que transformaron el rock de guitarras tradicional en un cónclave de oscuridad. Si esto fue el día «flojo», este Sónar 2013 va a acabar con nosotros.
C. TANGANA. Estrenamos festival, escenario Dôme y cesped artificial con Antón Álvarez, que nos presentó su «LOVE’S» en un set al clásico estilo rapero: disc jockey, maestro de ceremonias y una segunda voz que apuntalaba sus rimas. El madrileño hizo alarde de un flow suelto y ágil, aunque más de uno lo echó en falta cuando la actuación entraba en la recta final ya que tuvieron algún problema con el sonido de los platos y tuvo que soltar el micro para acompañar al dj aportando los característicos samples de jazz que dotan de cierta calidez sus temas. [Jose M. Collado]
LIARS. Sorpresa. Hace tan sólo tres semanas que Liars nos visitaron en el reciente Primavera Sound 2013… y lo que pusieron ayer sobre el escenario del SonarHall no tuvo absolutamente nada que ver con el set (algo aburrido) de guitarras que llevaron hasta el Fórum. En esta ocasión, la banda hizo un «hola soy darks» en toda regla y consiguieron mimetizarse por completo con este nuevo espacio rodeado de cortinajes de terciopelo rojo. Por momentos, no era descabellado dejarse llevar por el deja vu de sentirse en un club de goticosos aficionados al IDM más guarreras. Lo que viene a demostrar que, como en su discografía (en la que es imposible atrapar un «sonido» reconocible, una marca de la casa que se repita, sino que más bien juegan al extreme makeover de disco a disco), los Liars del directo también son deliciosos seres mutantes. [Raül De Tena]
GOLD PANDA. No todos los artistas tienen diversas caras, pero los que las tienen hay veces que no saben ajustar su persona sonora al momento en el que están actuando. En el caso de Derwin R. Powers, está claro que sus discos basculan eternamente entre los subidones de adrenalina provocados por ataques de un optimismo casi químico y otra faceta mucho más dulce, calmada y melancólica. Lo que muchos esperábamos ayer de Gold Panda, vista la hora de su actuación (las 17:30h), era su segunda cara. Pero nos encontramos la primera. Al final, y aunque tampoco pueden ponérsele muchos peros a un set de una perfección muy pero que muy humana y nada maquinal (impecable e implacable a la hora de elevar al público al completo del SonarVillage en una nube nada tóxica de endorfinas placenteras), era imposible no desear secretamente que hubiera explorado algo más su lado más meloso mientras el sol empezaba a aflojar y nuestros cuerpos iniciaban el proceso de descompresión. [RDT]
SÉBASTIEN TELLIER. Si me dieran la posibilidad de extirpar algo de la raza humana, elegiría sin lugar a dudas nuestra absurda capacidad de alimentar unas expectativas que, en la mayor parte de las ocasiones, poco tienen que ver con la realidad. En el caso de Sébastien Tellier, seguramente fue mi culpa, pero he de reconocer que esperaba más una performance que un concierto: en mi cabeza, el show del francés iba a estar repleto de morlacos haciendo guarrerías (francesas) y de jamelgas semi-desnudas vertiéndose el contenido de lujuriosas botellas de champagne por su cuerpo desnudo. ¿Y qué nos encontramos? Una banda de las de toda la vida con canciones de las de toda la vida. Pero, por lo menos, Sébastien iba vestido que daba gusto verlo. Algo es algo. [RDT]
METRO AREA. De vuelta al Dôme, contrastaba la muy generosa concurrencia de público con la escasa asistencia en C. Tangana. A pesar de que el concierto alcanzó puntos álgidos con un público entregado -se podían palpar las ansias de bailar-, también se echó en falta uno de los puntos fuertes de Metro Area: ese olor refinado en clave nu-disco que desprenden en estudio y dota de cierta emotividad su música. Y es que Morgan y Darshan optaron por un set subido de tempo y de bombo en el que no había mucha cabida para esos exquisitos detalles. [JMC]
MYKKI BLANCO. Seguro que más de uno echó de menos, como nosotros, ver rapear a la Mykki Blanca que Michael Quattlebaum Jr. tiene dentro y de vez en cuando deja salir para pavonearse. Pero tampoco le hizo falta para caldear el ambiente con su flow de hampa erótico festiva. No, esta vez no le abrió la puerta a la Blanca, pero sí consiguió meterse al público en el bolsillo además de en el escenario, porque el final del concierto fue una juerga on stage, con toda una horda de gente del público a su alrededor gamberreando y pasándolo, tan teta, como los que nos quedamos abajo. [JMC]
LINDSTRØM & TODD TERJE. El cruce de caminos entre el space-disco de Lindstrøm y el disco-extravaganza de Terje hizo que un público entusiasmado saltara por los aires bailando a más no poder. Visto en conjunto, el concierto proyectó de forma magistral la línea progresiva ascendente que sigue su neo-disco en “Lanzarote”. Los rayos de su cálida onda electrónica dieron la bienvenida a la noche que tocaba a nuestra puerta y dejaron un sabroso regusto que nos pedía más. [JMC]
PET SHOP BOYS. El primer bocadito a lo que será a partir de hoy el nuevo recinto del Sónar de Noche («nuevo» por su nueva distribución, no porque lo hayan cambiado de emplazamiento) lo pudimos dar ayer con uno de los conciertos más esperados del festival: Pet Shop Boys avanzaban lo que se podrá disfrutar de nuevo el sábado por la noche con un concierto en el que, como es habitual en ellos, se combina la ametralladora de hits populares del pasado con un material más actual que, en este caso, fue más «actual» que nunca, ya que pudieron escucharse muchos temas que se incluirán en su nuevo álbum, «Electric«, que se publicará en las próximas semanas. Si nos guiamos por estos temas, el disco va a hacer honor a su nombre, ya que Pet Shop Boys han vuelto a su faceta más electro-popera e incluso han elevado ligeramente la dureza de sus sonoridades habitualmente amables. En cuanto al espectáculo, está claro que Tennant y Lowe lo van a tener difícil para superar el listón de su Pandemonium Tour, así que su adscripción al «menos es más» es del todo comprensible: menos megalomanía, menos aparatosidad, menos bailarines… Pero su capacidad para la sorpresa totalmente intacta, tal y como demuestra la utilización loquísima de los lásers (incluso sobre sus propias cabezas mutadas en bolas de espejos), la escena de las camas o la omnipresencia de esos danzantes seres híbridos que ya aparecían en el videoclip de «Axis» y que aquí casi se han convertido en los maestros de la función. Y matizo «casi» porque es prácticamente imposible que el protagonismo recaiga sobre otra cosa que no sea la selección de unas canciones coreadas al unísino por un público en éxtasis de comunidad. En mi caso, cada vez que hacen «It’s a Sin» en directo, siento que el mundo ya puede acabarse. ¿De cuántos otros artistas puede decirse lo mismo? [RDT]