¿Por qué parece que tenemos la necesidad imperiosa de formar parte del moderneo? Iñaki Domínguez da respuesta a la pregunta con este libro…
Lo hipster está por todos lados, prolifera como las setas, y dentro de poco hasta tu abuela va a ser más moderna que tú… ¿Pero sabemos en qué se fundamenta esta tribu urbana y las razones intrínsecas, y normalmente inconscientes (no por imprudentes, sino por irreflexivas, que no es lo mismo), que llevan a muchos de nosotros a actuar como modernos? Estas y muchas otras cuestiones se tratan en el ensayo «Sociología del Moderneo» de Iñaki Domínguez.
El autor analiza el origen de este movimiento en España, la estética o símbolos que utiliza, o constelaciones como él las llama (combinación y explotación de símbolos para vender una marca), y cómo afecta esta subcultura a esferas de la vida como la familia, el mundo laboral o las relaciones personales. Antes de que alguien se acerque a este ensayo con ánimo de menospreciar el moderneo, quiero subrayar que ser moderno no es tarea fácil y hasta puede llegar a ser agotador. Si no, pasen y lean.
Su autor sostiene la tesis de que el moderneo se fundamenta en el dogma, el cual nos ayuda a simplificar y así comprender la realidad. Esto no es algo exclusivo de la subcultura hipster: ha existido siempre y es común a toda comunidad e imprescindible para poder formar parte de la misma. Algo así como economía mental. Antes lo era la religión, hoy lo es el consumo. La paradoja en este caso es que, siendo el moderneo un movimiento que nace de la necesidad de distinguirse de la masa, el individuo acepta y adopta códigos establecidos (y que no se cuestionan, de ahí el dogma) para ser reconocido y aceptado en el grupo. En un intento de diferenciarse, se comporta como muchos.
Cada tribu hace uso de una serie de símbolos para presentarse en sociedad con un lenguaje no verbal. De este modo lanzamos un mensaje con un simple acto de presencia, es nuestra carta de presentación. La diferencia del moderno con otras tribus es la necesidad de reconocimiento solo a través de una imagen, y no de su contenido. Los perroflautas, por ejemplo, también hacen uso de símbolos como declaración de intenciones (rastas, perro, flauta); pero estos, en general, están más politizados. En este caso, la política se usa como símbolo diferenciador para adquirir estatus, es un símbolo más dentro de la constelación de dicha tribu. Como ya hemos dicho, cada subcultura se aferra a unos símbolos para explotarlos; pero, según el autor, en el caso resaltaría la vacuidad del mensaje hipster, algo así como continente sin contenido.
El materialismo y nihilismo de nuestras sociedades no nos lo pone nada fácil. El capitalismo crea la falsa ilusión de que consumir nos hace más felices. Consumir no hace al hipster especial, eso lo hacemos todos, lo que lo distingue es su consumo original, diferente. Aquí no es el lujo el factor diferenciador, como es el caso de sectores más pijos (aunque, ¡ojo!, se puede ser pijo y hipster). El buen (y machacón) trabajo del marketing y la publicidad calan hondo y nos recuerdan descaradamente que “somos lo que tenemos”, lo cual nos imbuye en ese círculo vicioso de insatisfacción que promueve la cultura de consumo. Somos lo que aparentamos en una sociedad en la que se da más importancia a la imagen que al contenido.
No es de extrañar que la red social más popular en estos momentos sea Instagram. Como las ideas de consumo son finitas, se hace uso del reciclaje como arma para seguir vendiéndonos lo de siempre pero ahora tuneado con una pátina de modernidad (véase el éxito de las cervezas artesanas, las barberías o los fanzines en papel) y, sobre todo, en ponerle un nombre en inglés a cosas que han existido toda la vida: llamar muffins a las madalenas, pancakes a las tortitas, brunch al almuerzo, etc.
A mi parecer, uno de los episodios más interesantes de»Sociología del Moderneo» es el dedicado al trabajo. El hipster entiende el trabajo como ocio y el ocio como trabajo. De ahí nace la proliferación de profesiones consideradas creativas y que tan pocas salidas tienen en la realidad: blogger, estilista, wedding planner, community manager, youtuber, coach, etc… Es fundamental dedicarse a algo que se considere prestigioso dentro de este círculo, donde el individuo pueda potenciar y explotar toda esa creatividad que tiene dentro. La baja demanda de este tipo de empleos no es un impedimento, ya que el pensamiento positivo (el de autoayuda cuqui Mr. Wonderful) y liberal que impera hará que una persona crea que puede conseguir lo que quiera solo con proponérselo, ignorando así las circunstancias personales y de mercado, las habilidades personales, los contactos e incluso el factor suerte.
Esta filosofía de chichinabo solo consigue propagar el infantilismo entre adultos cada vez más frustrados que no logran que la sociedad reconozca su valía. Se trata de elegir aquellas profesiones que creemos que son más guays y que proyectan esa imagen que queremos proyectar (interesante, dinámica, creativa… o lo que sea) para seguir vendiendo nuestra marca dentro y fuera del trabajo. Eso nos facilitará tener contactos, conseguir mejores trabajos e incluso más parejas potenciales. En teoría.
En un estilo académico, Iñaki Domínguez subraya las incongruencias y contradicciones que encierra el moderneo patrio. Con un tono humorístico y a veces canalla, recurre a anécdotas y experiencias personales en las que nos reconocemos, porque aquí hay cera para todos, incluidos medios como este en los que nos dedicamos a recomendar qué tienen que leer, ver y comer nuestros lectores.
No veo tan claro que la vacuidad sea lo que diferencie a esta tribu de otras. Los chonis acumulan músculos, los millonarios casas. Ambos, músculos y casas, son también símbolos de estatus que se basan en las apariencias. Por otro lado, me pareció leer cierta condescendencia hacia el ciudadano de provincias que llegado a la gran ciudad se reinventa, se hace moderno y adquiere una nueva identidad y la explota para sacudirse el complejo de pueblerino o paleto. Como si ese discurso fuera en cierta manera ilegítimo, como si ser de pueblo fuera incompatible con lo moderno (véase Moderna de Pueblo). Esto, desde luego, es una lectura que yo hago, en la que me pareció leer entre líneas ese “sé auténtico, sé fiel a ti mismo”, lo que quiera que eso signifique. Por suerte, todavía tenemos la libertad de ser, reinventarnos y explotarlo cómo y cuánto queramos.
Se trata de un ensayo que invita a la reflexión y a la autocrítica en estos momentos de autocomplacencia, que no es poco. En una sociedad de consumo cada vez más agresiva, su autor nos propone como antídoto potenciar las relaciones personales sólidas y tener una actitud crítica ante lo que nos rodea. Para ello nos invita a evitar el aletargamiento (deja de leer esto ya, ¡por Dios!) y a formarnos e informarnos para ser más independientes. Para ser más libres en definitiva.
Así nos lo recuerdan los chicos de Pantomima Full con la autoparodia y su humor de y para modernos…
[Más información en la web de Melusina]