Slowdive actuó en Vigo como presentación del festival Super Bock Under Fest… Y demostró sobre el escenario que la banda está viviendo una segunda juventud exultante.
No muy lejos de Vigo, a unos sesenta kilómetros, al otro lado de la raia húmida que dibuja el río Miño entre Galicia y Portugal, un servidor pudo testar de primera mano en el festival Paredes de Coura en 2015 el estado de forma de Slowdive tras consumarse su reunión sobre los escenarios un año antes. En aquel momento, era más que un rumor que la banda liderada por Neil Halstead y Rachel Goswell se disponía a completar su retorno con la vuelta al estudio para compensar el prolongado vacío discográfico que provocó su separación tras entregar “Pygmalion”(Creation, 1995), pero no se conocía todavía ningún dato al respecto.
La única referencia, por tanto, de la que tirar para comprobar la fiabilidad de los Slowdive del siglo 21 se basaba exclusivamente en la defensa en directo de su catálogo clásico, sacralizado con el paso del tiempo por todos los devotos del shoegaze y del dream-pop. Slowdive acabarían superando con creces aquella prueba en tierras lusas en una demostración de poderío eléctrico y ejecución intachable. Su legado se conservaba impoluto, sus melodías no se habían marchitado y su distorsión guitarrera continuaba apabullando.
Tres años después, esta vez en el lado gallego de la raia húmida, Slowdive iban a exhibir en el hall del Auditorio Mar de Vigo, como estrellas de la fiesta de presentación del festival Super Bock Under Fest (dos semanas antes de su celebración en varios puntos de la ciudad olívica los próximos 23 y 24 de marzo), una versión de sí mismos ampliada con las canciones de su último álbum, “Slowdive” (Dead Oceans, 2017), un trabajo que no sólo fulminó de un plumazo la distancia existente con respecto a los anteriores eslabones de su discografía, sino que también despejó cualquier duda sobre su actual capacidad creativa y, de paso, atrajo a una audiencia joven a la que el shoegaze primigenio le quedaba muy lejos.
Gracias a ese LP, el cuarto de su carrera, Slowdive conseguían además adaptar el género (al igual que coetáneos como Ride también en 2017 o previamente My Bloody Valentine) a los tiempos modernos y hacer entender a las nuevas generaciones por qué aquel sonido había atrapado a los oídos más inquietos entre finales de los 80 y buena parte de los 90.
Dead Sea, los teloneros de los británicos en la velada viguesa y durante su gira por Europa, pertenecen a esa sección de jóvenes aficionados que comprendieron perfectamente las bondades del shoegaze y sus derivados a la vez que asimilaron sus postulados canónicos para llevarlos a la práctica como banda. No resultaba difícil justificar su presencia allí dadas las similitudes estilísticas (los riffs eléctricos de cristal…) con los propios Slowdive.
Aunque también se escuchaban ecos, fuera de la esfera estrictamente shoegazer, del pop evocador de Cocteau Twins e incluso de Beach House. Tenía mucho que ver en ello Caro, su cantante, física y vocalmente (salvando las correspondientes distancias) parecida a Victoria Legrand. A su alrededor se formó una atmósfera compuesta de ritmos programados, sintetizadores envolventes y acordes evanescentes bajo la cual Dead Sea transitaron por fases brumosas, hipnóticas y también dinámicas, como el desenlace de su concierto, en el que los franceses bajaron de las nubes, colocaron los pies en la tierra e incitaron al baile.
Esa fue una de las puntuales desviaciones que se produjeron a lo largo de una noche sumergida en un hechizante estado de ensoñación. Slowdive se encargarían de que las mentes de los presentes no dejaran de flotar en el éter (las imágenes proyectadas en el telón de fondo ayudaban a que la experiencia fuese integral) desde el mismo momento en que “Slomo” arrancó con la suavidad que aportaban las voces armonizadas de Goswell y Halstead.
Poco después, con “Star Roving” se constataron rápidamente dos hechos: que las canciones de “Slowdive” rayaban a la misma altura que los clásicos del grupo; y que su sonido, salvo en los momentos más delicados, iba a transformarse en un vendaval de feedback eléctrico que a punto estuvo de atravesar la cristalera del hall del auditorio para salir al exterior y contrarrestar los efectos de la borrasca Félix.
En medio de ese torbellino, el pasado de Slowdive (“Crazy For You”, “Souvlaki Space Station”, la catedralicia “When The Sun Hits”, la siempre emocionante “Alison”) se unió a su presente (“No Longer Making Time”, la subyugante “Sugar For The Pill”) con una naturalidad y una intensidad pasmosas, como si no hubiesen tardado más de dos décadas en romper su silencio discográfico. El breve colofón de esta compactación temporal se produjo en un bis en el que “Don’t Know Why” y “40 Days” cerraron un concierto que acreditó que, ahora mismo, Slowdive se encuentran al frente de las bandas totémicas del shoegaze que han resurgido de sus cenizas durante los últimos años.
Esa sensación ya se intuía tras su estelar aparición en Paredes de Coura en 2015, pero en Vigo Slowdive la confirmaron sin paliativos mirando, más que hacia sus zapatos, directamente hacia el cielo. [Fotos: Iria Muiños]