2010. Estamos al principio de una crisis que no sacará lo peor de nosotros porque estamos todos un poco muertos, un poco zombies. Nuestros iPods sufren una indolente resaca del shoegaze más introvertido y flequillero y también del chill wave más nostálgico y estático. Así que, con semejante panorama, llega el «Treats» (Mom&Pop, 2010) de Sleigh Bells y nos arrea un mamporrazo barriobajero y chabacano: básicamente, la propuesta de Alexis Krauss y Derek E. Miller no llegó con ansias de entrar en tu iPod, sino que más bien querían robártelo y revenderlo en el mercado negro para comprarse un cubalitro del botellón más infame y lanzarse al escenario como quien se sube a la montaña rusa de un parque de atracciones para metaleros y cercanías. Coincidió en el tiempo con el recrudecimiento de divas electrificadas como Kelis (y su todavía imbatible «Flesh Tone» -Interscope, 2010-) y con el intento de M.I.A. de ponerse punkarra por la vía del expolio a Suicide; pero lo de Sleigh Bells fue llevar las cosas un paso más allá: pillar la herencia metalera más ochentosa, pegarle un meneo con cierta querencia por los ritmos hip-hoperos y servirlo todo bien calentito como un vómito que te va a parar a tus zapatos nuevos en medio de un concierto.
2012. Han pasado un par de años desde aquella bofetada ultrasónica. Seguimos inmersos en la mierda de la crisis y la máxima acción que se le puede arrancar a las masas son protestas masivas… a través de Twitter y Facebook. Musicalmente, seguimos ensimismados con el shoegaze y el chill wave va por su segunda generación. Pero algo ha cambiado: de un tiempo a esta parte, los ojos empiezan a posarse sobre los sonidos más duros. Pitchfork se marcó una lista de los mejores discos de metal de 2011, el Primavera Sound 2012 confirma a todo un reguero de grupos que van a atraer a las masas metaleras hacia el recinto barcelonés del Fòrum y el FIB, en vez de organizar un twin de indie pop, se desmarca creando un festival paralelo que responde al nombre de Costa de Fuego y que promete grandes emociones roqueras. Algo de razón debe tener Joan S. Luna (jefe de redacción de Mondosonoro) cuando apunta (en broma) a una conspiración hardcoreta a nivel mundial para inocular con ese género a otros que, hasta ahora, poco tenían que ver con ellos. Así las cosas, Sleigh Bells anuncian que tienen nuevo álbum, «Reign of Terror» (Mom&Pop, 2012) y todos somos conscientes inmediatamente de que las cosas no son como eran: el magnetismo de Alexis Krauss sigue intacto (a una puta ama no se le hace caer de su pedestal así como así) y las salvas de metralleta ultrasónica de Derek E. Miller siguen haciendo tanta pupita como en su primer álbum. Pero algo ha cambiado. Y, por suerte, Sleigh Bells intentan adaptarse a esos cambios.
Para empezar, «Reign of Terror» obvia por completo las aperturas de sonido a otros géneros que se intuían en «Treats» para centrarse en la herencia metalera más recalcitrántemente endogámica. Y esto, lejos de ser algo negativo, no hace más que potenciar lo mejor de la banda: una capacidad sublime de construir las canciones a partir de bucles cerdísimos donde la percusión loquísima y las guitarras metaleras de finales de los ochenta parecen enroscarse sobre sí mismos. Una propuesta similar a lo que llevan varios discos practicando Ratatat pero que, en el caso de Sleigh Bells, no alcanza ni de lejos el nivel de tedio de estos últimos. Por el contrario, los temas de «Reign of Terror» son algo así como ese gótico capaz de definir diferentes tonos de negro: para Miller y Krauss, el metal es un abanico con tantas posibilidades como riffs míticos hubo en los 80. Pura síntesis de los mejores aciertos estructurales de «Treats» que, además, vienen engalanados con garlandas de Halloween de muy diversa estirpe, con adornos que, en la voz de Alexis, ahora pueden remitir al thrash más histriónico (en esa genial «True Shred Guitar» que abre el disco como si de un concierto se tratara, con la diva calzando botas con pinchos metálicos y forzándose a una lengua bífida y satánica) hasta un stadium metal ensalzado al nivel de himno puro y duro por la vía de los fraseados de Cheerleader del Puto Infierno (en las tremendas «Born to Lose«, «Crush» y «Demons«, muy probablemente el trío calavera y maravilla por el que debería será recordado este disco).
Todo esto, sin embargo, dirán algunos, ya lo vivimos en 2010 de alguna forma u otra. Entonces, ¿dónde están las novedades de «Reign of Terror«? Básicamente, en un cuarteto de temas que cierra el disco bajando las revoluciones sin que ello signifique poner tiritas por anticipado a la mordida de la serpiente de cascabel en la que se han convertido estos dos tipos. Aquí, la voz de Krauss se suaviza y los riffs metaleros parecen pertenecer a esa época en la que el metal acabó extirpando su prefijo heavy y propuestas como las de Bon Jovi y Scorpions harían que los fans fatales del género urdieran planes de genocidio para los nuevos fanáticos que, hablando en plata, no tenían ni repajolera idea de qué iba el tinglado. Hay que reconocer que este tramo final suena excesivamente homogéneo y que habría que considerarlo más una posibilidad de futuro que una fuente de placer presente… Sin embargo, en la primera mitad de «Reign of Terror«, Sleigh Bells ya se han asegurado intercalar la que debería ser el faro guía en esta tendencia: una preciosa (sí, preciosa como un headbanging a cámara lenta) «End of The Line» que acaba resaltando en el álbum como la perla más brillante y original. Como una posibilidad de futuro a la vez que una fuente de placer presente.