La mezcla de religión, superheroínas y lesbianismo de «Thelma» ha revolucionado las últimas jornadas del Festival de Sitges 2017.
El Festival de Sitges 2017 está llegando a su fin. Mañana conoceremos el palmarés y se proyectarán los últimos títulos hasta el año que viene. Ha sido una edición bastante completa, hemos tenido de todo: sobresalientes, notables y películas más reguleras que tampoco pueden faltar nunca. Afortunadamente, estas últimas, han sido las menos en esta 50 edición del certamen catalán. De lo contrario, quizás ahora mismo no podría estar escribiendo estas líneas sobre la película destacada de hoy, que tiene muchas más capas de las que cabría esperar en un principio…
THELMA
Joachim Trier es uno de los noruegos más potentes en el cine contemporáneo. Tras el éxito de su película «Reprise«, y tras haberse pasado momentáneamente a rodar en inglés con «Louder Than Bombs«, el director vuelve a su lengua materna para causarnos auténticas sacudidas mentales con «Thelma«.
Thelma (personaje interpretado por una brillante y angelical Eili Harboe) es una joven de familia creyente cristiana que se muda a Oslo para abordar uno de los periodos más inquietantes para todos los jóvenes: la universidad. Un periodo que, en sí mismo, implica cambios, agitación, nervios e inseguridad para casi la totalidad de jóvenes primerizos. También para la introvertida Thelma que, además de darse de bruces con este nuevo mundo, empieza a sufrir una serie de ataques epilépticos inexplicables. Su (única) amiga, Anja (Kaya Wilkins), se ofrece a ayudarla en lo que necesite y salir de fiesta con ella -que para algo se va a la universidad, hombre-. Pero ambas comienzan a sentir una atracción mutua que marcará el punto de no retorno para Thelma…
Sería muy simplón definir Thelma como un thriller sobrenatural pues, tal y como he revelado más arriba, a pesar de ser tal cosa, también tiene infinitas capas que la convierten instantáneamente en una película única y uno de los coming of age más impresionantes y refinados que hayamos visto en los últimos años. Mezclando realidad y fantasía con una maestría, afinidad y dirección de fotografía brutales, Trier consigue elevar su film al máximo exponente y deja caer una durísima crítica, como el que no quiere la cosa, a la educación férreamente religiosa.
A través de Thelma, personaje que propulsa la narración, asistimos a la transformación de una joven inexperta, reprimida e insegura en una mujer que se propone explorar el mundo que la rodea, dejando atrás los miedos y el sufrimiento que arrastra sobre sus espaldas debido a la educación que le ha sido impartida en su religioso hogar. Thelma sabe de la vida poco más de lo que le han contado sus padres: está mal beber alcohol, salir de fiesta, no llamar a casa cada día y, por supuesto, ser homosexual. ¡Ay, los padres! El mayor amor y el peor enemigo dependiendo de las situaciones que te veas obligado a afrontar.
Joachim Trier deja claro que cualquier educación absolutista y basada en la represión acaba siendo la antesala de una adolescencia y madurez de puro sufrimiento. Está claro que el descubrimiento del mundo nunca fue sencillo, pero lo es más todavía cuando los golpes te van viniendo de poquito en poquito.
En todo este proceso de cambio, Trier lanza además otra bomba de la que mucha gente podrá salir huyendo de la sala: los superpoderes. «¡Lo que nos faltaba! ¡Cristiana y con superpoderes!«, pensarán algunos. Y lo cierto es que resulta curioso que ambos estén presentes en la cinta exactamente a los mismos niveles dentro del personaje de Thelma: la religión conforma su alma, pero sus superpoderes tienen la capacidad de destruir todo aquello que suponga una agresión a ese esbozo de su nueva vida.
Esos superpoderes que, obviamente, aparecen en contraposición a una aptitud religiosa por la que Thelma se desvive, vive y sobrevive. Así, he llegado a la conclusión de que estamos no ante un coming of age (que también), sino más bien ante lo que llamaré un coming of religion: la protagonista necesita salir de su adolescencia y encontrar a la persona que realmente lleva dentro pero, por encima de todo, necesita dejar atrás esas creencias que le impiden ser quien es realmente.
Dejando al margen la reflexión que inevitablemente cada uno inferirá en mayor o menor medida y dependiendo, obviamente, de las circunstancias personales, está claro que Joachim Trier ha dado un golpe y la bola viene con efecto. «Thelma» es de esas películas que se quedan contigo pues, a pesar de una puesta en escena algo adusta, su ejecución, su crítica social, educativa y religiosa permanecen intactos durante días.
TAMPOCO TE PUEDES PERDER…
BRAWL IN CELL BLOCK 99 (de S. Craig Zahler). Tras pasarse el juego con «Bone Tomahawk«, S. Craig Zahler escoge para su segundo largometraje un escenario desolador: la cárcel. Y, además, con un Vince Vaughn (que, probablemente, tenga uno de los mejores papeles de su carrera entre manos) en el personaje de un ex-boxeador condenado por un tiroteo durante una operación de tráfico de drogas. En el personaje de Vaughn (Bradley, que no Brad) algo te desconcierta ya en una primera secuencia en la que se ve cómo despedaza literalmente un coche con sus propias manos sin ayuda de ningún otro elemento. Algo te desconcierta cuando, justo después, entra en su casa con las manos ensangrentadas y mantiene con su mujer una conversación totalmente cordial y pausada, a pesar de que ella le haya engañado. Algo te desconcierta y te atrapa en «Brawl in Cell Block 99«, y lo que te desconcierta y te atrapa es que su protagonista es a la vez un personaje terrorífico y adorable.
Casi sin darnos cuenta, el espectador se encuentra inmiscuido en una de los ejercicios más brutales de los últimos años. Y digo brutal en el sentido más literal de la palabra. Una brutalidad y salvajismo que, a pesar de palparse en todos y cada uno de los planos, no suponen una merma en el disfrute del film, sino más bien al contrario. Esa exagerada violencia, aunque a veces pueda llegar a resultar imposible de mirar, resulta ser la que apuntale esta condición de amor por el personaje y por el tono acertadísimo de esta película cuyo final se me antoja más que acertado.
LU OVER THE WALL (de Masaaki Yuasa). No podía faltar una de animación japonesa en el Festival de Sitges 2017. Para esa edición, el director japonés Masaaki Yuasa (autor de «Mind Game«) ha traído al festival no una sino dos películas. Una de ellas, «Lu Over the Wall«, va a permanecer en mi mente como uno de los animes más adorables de los últimos años. Y nos llega en un momento perfecto esta historia acerca de Kai, un joven al que le gusta tocar música electrónica para pasar el rato, y de Lu, una sirena a la que casualmente le gusta cantar y bailar. La amistad de Kai y Lu no es vista con buenos ojos en el pueblo de pescadores en el que viven y, además de intentar impedirla, algunos de los lugareños pretenderán sacar partido de la pequeña sirena montando un circo a su alrededor. Algo que, para qué engañarnos, también es bastante humano.
«Lu Over The Wall» llega con aroma a «Ponyo en el Acantilado«, no con intenciones de copiar a Miyazaki, pero sí bebiendo de todo lo bueno del estudio Ghibli. Masaaki Yuasa y su historia sobre los prejuicios o la soledad llegan en un momento perfecto, justo cuando parece que la coexistencia no es posible y ni siquiera podemos intentarla. Este es un canto a la vida, a la música, a las relaciones interpersonales y a la posibilidad, por encima de todo, de que la convivencia y el entendimiento sean siempre posibles.
PUEDES PASAR SIN VER…
DHOGS (Andrés Goteira). Me fascina sobremanera la gente que expone en sus películas universos atípicos sin establecer en ellos absolutamente ningún tipo de reglas… «Dhogs» es una de esas películas en las que todo cabe y nada se entiende. Teniendo en cuenta que, supuestamente, asistimos a una representación de diferentes escenas desde un espacio teatral, pero que luego pasamos a habitar dentro de un videojuego y que, a su vez, todo esto lo aderezan elementos un tanto lynchianos como cabezas de animales, etc., la película acaba siendo un batiburrillo cansino de ideas mezcladas en una coctelera demasiado atropelladamente. El resultado, como es obvio, deja demasiado mal sabor de boca como para soportarlo. [Más información en la web del Festival de Sitges 2017]