[dropcap]D[/dropcap]OMINGO, 27 DE JULIO. La característica niebla matinal que suele cubrir la ría de Vigo durante los días de intensa canícula hacía que, desde la distancia, se observase San Simón como una isla mágica empeñada en mostrar su poético perfil entre la bruma costera. A medida que esta se iba disipando, ya sobre el terreno, los rayos de sol se posaban con fuerza de nuevo colándose entre las ramas de la arboleda insular, aunque un molesto viento impedía que el arranque de la tercera y última tanda del Sinsal SON Estrella Galicia 2014 fuese totalmente idílico.
El menú musical del día que habíamos elegido para desembarcar durante el fin de semana, ya desvelado, sería idéntico al de 24 horas antes, a excepción de los mentados Frikstailers. Correspondía, por tanto, destaparlo en el Escenario Trovadores bajo el sosiego de la aterciopelada electricidad de Bel Bee Bee y la sedosa voz de su alma máter, la canaria Belén Álvarez Doreste. Practicantes de un pop amable, transparente y adornado con menudos ribetes electrónicos, crearon sin dificultad una atmósfera que se balanceaba entre la melancolía y la ensoñación. La etérea interpretación de Belén completó la bucólica postal que se empezaba a dibujar en el interior de los muros de San Simón.
Eso sí, en ese proceso se abriría un paréntesis protagonizado, primero, por Jambinai, que jugaron al gato y al ratón para desestabilizar los sentidos de su audiencia: a cada tramo meditativo que parecía invocar los espíritus de la isla y en el que sus ancestrales instrumentos orientales centraban toda la atención, le seguía una sacudida post-rock (o hardcore o metal) capaz de hacer temblar los cimientos del azulado edificio que funcionaba como telón de fondo. Estas inesperadas subidas de tensión se unían mediante un contenido tono amenazante y hasta tenebroso que, de repente, se reciclaba en un mantra sonoro cuasi místico. En concordancia con su extremismo, la propuesta de Jambinai resultaba poderosa para unos -los que se dejaban enredar entre su tela de araña sónica- y extraña para otros -los que preferían sus pasajes pausados, como el melodioso tema final-, por lo que se apreciaban toda clase de reacciones entre el público. En cualquier caso, lo que no se podía negar era que los surcoreanos habían logrado entregar, en la última fecha de su Occident Tour, una de las actuaciones más catárticas del certamen.
Después, tras el necesario parón para comer y energizar el cuerpo -en el que Trilitrate (en medio del cementerio isleño) y Casperverk Trio comandaron las Músicas Escondidas del domingo-, Chelsea Wolfe continuaría tiñendo la jornada dominical del Sinsal de oscuros matices. Aunque su estilo se decanta por el goth-rock, la californiana y su banda no se alejaron demasiado de los parámetros aplicados por Jambinai -situados a un lado del Escenario SON Estrella Galicia en calidad de testigos de excepción- en su directo, transitando alternativamente por fases delicadas y contundentes, proporcionadas por impactantes drones de bajo distorsionado y agudas notas de sintetizador. A la vez, suaves loops vocales de fondo y el violín que emergía en momentos puntuales se entrelazaban con quebradizos rasgueos de guitarra para levantar un cuadro sonoro vaporoso pero sombrío y siniestro -por momentos poco asequible-, ideal para que la propia Chelsea, agitada por la brisa y cantando con las dosis justas de dramatismo, se exhibiese como una fémina de ultratumba que lograba transmutar sensaciones turbadoras en versos preciosistas, pese a que no le favorecían la temprana hora ni, de nuevo, las encontradas opiniones del respetable.
El salto al espacio San Antón New Balance sirvió para certificar que el gentío pedía otro tipo de vibraciones para despejar la mente y, por qué no, desperezar las extremidades. El dúo chica / chico Ginger And The Ghost cumplió en buena medida con esos deseos a base de electropop florido y de pátina étnica -a lo Empire Of The Sun-, aportada por sus orígenes culturales australianos. Bajo sus coloristas vestiduras, Missy llevaba todo el peso del concierto modulando su gran voz -a veces semejante a la de la sueca Robyn– y moviéndose según el ritmo que imponían una canciones que tanto incitaban el baile tribal entre estribillos adhesivos como adquirían cierta tendencia épica. A su lado, un estático Daniel se ocupaba de la guitarra eléctrica y de la percusión para rematar un espectáculo fresco y dinámico que abrió muchos oídos y obligó a seguir los próximos pasos de Ginger And The Ghost.
Idéntica tarea habrá que realizar con Jacco Gardner tras su estancia en San Simón, aunque su bagaje discográfico sea más conocido por nuestros lares. El joven músico y productor holandés, a medio camino entre Ariel Pink y Beck y reforzado por una habilísima banda, inundó la isla de las melodías luminosas, las ácidas líneas de órgano y los coros diáfanos de su psicodélico pop sesentero y de raíz californiana. La cálida tarde empujaba a que el caleidoscópico clasicismo de sus composiciones se desparramase como un río de chocolate derretido independientemente de la vía expresiva elegida por el grupo: power-pop, desarrollos instrumentales destilados del prog-rock, medio tiempos (playeros o lisérgicos, como “Outside Forever”), pop barroco o devaneos con el folk-pop-rock de The Byrds. Si el viaje realizado con ese tripi sonoro ya había logrado excitar la percepción sensorial, la despedida de Jacco y compañía con el tema -según sus palabras- más psicotrópico del set acabó por lograr que se viese (y se sintiese) cómo el verde entorno del escenario se retorcía hasta adoptar alteradas y arenosas formas.
El regreso al centro neurálgico del certamen a través del puente que une las islas de San Antón y San Simón incluía una sorpresa: la aparición de la Midi Marschmusik Kapelle, banda de música austríaca encargada de entretener el paseo con sus miembros pertrechados con sus portátiles y casco-megáfonos.
Algunos ni se enteraron de su presencia porque su objetivo era colocarse en la posición idónea para degustar el plato fuerte del Sinsal SON Estrella Galicia 2014: Wire, el seminal grupo punk, los padrinos del art-rock, los emblemáticos adalides del post-punk áspero. La juventud del guitarra Matt Simms, última incorporación de la banda, destacaba entre las veteranas y curtidas pieles de unos Colin Newman, Graham Lewis y Robert Gray tan agresivos y severos como en los albores de sus casi cuarenta años (incluidos hiatos) de carrera. Pese al (supuestamente) controlado volumen dada la especificidad del espacio, los británicos dispararon sus atronadores riffs, sus bajos penetrantes y sus alaridos sin compasión y con suficiente vehemencia como para seguir creyendo en su amenazante actitud y en su particular manera de (de)construir sus temas hasta encapsular en una misma pieza rock pétreo y espartano, punk espídico e incluso noise desasosegante. Cual apisonadora que avanzaba a una elevada y constante velocidad, Wire corroboraron, por un lado, su condición de historia viva del rock que se mueve en los márgenes de las estructuras convencionales; y, por otro, que su visión del rock sin trucos ni artificios vacuos se mantiene totalmente vigente. Otra refulgente pica que añadir a los anales del festival Sinsal.
El zurdo guitarrista Mdou Moctar recogería el testigo eléctrico para ofrecer su moderna adaptación de la tradición sonora tuareg. En una línea idéntica a la de su compatriota y convecino Bombino, el nigerino y sus dos compañeros -ataviados, como mandan sus cánones, con los ropajes típicos de su pueblo- enseguida aceleraron el tempo para elaborar bucles sugestivos de extenso minutaje en los que resultaba sencillo quedarse atrapado si el cuerpo no se decidía a dejarse llevar por sus ágiles ritmos. Algo que entendían automáticamente los niños que danzaban en primera fila, en la que es ya una clásica estampa del festival. Pero algunos adultos no lo asimilaban del todo… ¿Los clichés euro-occidentales dificultaban filtrar al 100% la propuesta traída del desierto del Sahara? Seguro que sí…
Otra clase de prejuicio circuló durante los compases iniciales del set de Blam de Lam, que clausuraría la jornada y el Sinsal SON Estrella Galicia 2014: el excesivo parecido del grupo andaluz con Los Planetas más cósmicos. Una idea reduccionista que se cumplía en parte cuando los jiennenses flotaban entre nebulosas de rock espacial. Su repertorio -basado en su álbum “La Máquina y el Movimiento» (Green Ufos, 2013)-, sin embargo, se desvió con sentido, sensibilidad y melancolía (“Radiografía al Cielo”) hacia el shoegaze soleado (“Omniacorde”) y el pop retroalimentando por algodonado feedback y asentado sobre mullidos sintetizadores hasta enseñar su propia personalidad.
He aquí la clave: personalidad. O, mejor dicho, identidad. La que se relaciona con la esencia del festival Sinsal en San Simón se ha confirmado y difundido en su edición 2014 de tal modo que, por mucho que se convierta -sin pretenderlo- en carne de tendencia o en presa de la incomprensión, seguirá conservando intacta su capacidad de atracción apelando a sus arriesgadas, enigmáticas y exclusivas propiedades. Así pues, varias recomendaciones para futuros navegantes (nunca mejor dicho): derriben barreras previas, expandan sus expectativas, esperen lo inesperado y cuiden su atención (extra)musical para vivir y aprovechar en toda su dimensión esta experiencia isleña.
[FOTOS: David Ramírez]