El parón para cumplir con la hora de la comida permitió que el gentío se diera de bruces, involuntariamente, con los artistas que, ocultos entre los muros y los arbustos de San Simón, protagonizaban las “Músicas Escondidas”. Como Rafael Yebra, que multiplicaba con su clarinete el bucolismo de un entorno en el que el público, también agazapado entre la maleza, perseguía sus notas en un silencio tan sepulcral que daba escalofríos pisar la hojas y provocar su seco crujido.
Las alteraciones en el orden de la programación hicieron que Germán Díaz abriera la tarde en el escenario San Simón Estrella Galicia. Conocido por su maestría a la zanfona, combinó el uso de tan atávico instrumento con el de otros antiguos artilugios -como el órgano de Barbaria- y su método cardiofónico, consistente en seguir el compás de los latidos de un corazón con nombre y apellidos emitidos por un vinilo en movimiento. Dada su peculiar manera de impartir lecciones sobre música tradicional y otras cuestiones, la mente se olvidaba de que era el momento de la siesta para atender con suma atención no sólo a sus composiciones -que iban desde las raíces del tango hasta versiones del tema central del film “La Eternidad y un Día” de Theo Angelopouplos o de “La Topolino Amaranto” de Paolo Conte, en clave tarantella- sino también a sus divagaciones poéticas y naturalistas sobre las nubes -él mismo organiza cada año un congreso internacional de observadores de nubes-. Sólo en una reunión como Sinsal San Simón se podía congregar a un auditorio tan heterogéneo como el que lo componía y encandilarlo con una proposición tan repleta de paz, sabiduría, curiosidad y pasión.
La primera mitad de la jornada había transcurrido con tranquilidad y parsimonia. A partir de la salida de Le Parody, el festival comenzaría a coger carrerilla y mayor impulso. Sole Parody y Frank Santiuste animaron el ya de por sí caldeado ambiente recurriendo a su particular mezcla de electropop desacomplejado, bases hip-hoperas, folk latino-ibérico interpretado con ukelele, pespuntes tribales y vientos de trompeta. Todo ello filtrado por samples cinematográficos que hacían de su representación algo naif y weird a la par que agradable y bailable. Eso sí, en medio de sus amenas canciones hubo hueco para, vía cover de “No es tan Cierto” de Juana Molina, rendir tributo a todos los desaparecidos durante la dictadura franquista y, de paso, reivindicar que San Simón es un espacio en el que se puede rememorar su pasado histórico a través de diversas formas y acciones -como, justamente, el Sinsal San Simón-, a pesar de lo que afirman algunas voces críticas.
Baden Baden despacharían la única ración de pop estándar del certamen. Construido con cristalinos acordes guitarreros eléctricos y acústicos y decorado con sofisticados arreglos (trompeta, vibráfono), los franceses transitaron con absoluta soltura por ese estilo pulcro y aseado, caracterizado por puntuales crescendos épicos, que los acercan a unos Arcade Fire en versión modesta y parisina. Esa fragancia afrancesada impregnó su repertorio al completo -incluso los temas cantados en inglés-, ya fuese durante sus baladas azucaradas, sus melancólicos medios tiempos (“Good Heart”) o sus pasajes más vigorosos (“City Walls”). La parte del respetable que no disponía de referencias anteriores sobre el grupo francés se llevó una grata sorpresa al catar su elegante paleta sonora y su corrección pop bajo la sombra de la arboleda insular.
Si Baden Baden sorprendieron recurriendo a modos clásicos, Stealing Sheep lo hicieron según cánones poco convencionales de regreso al escenario San Antón New Balance. Los juegos vocales, coros y armonías que erigían coordinadamente Rebecca Hawley (teclados), Emily Lansley (guitarra) y Lucy Mercer (percusión) retrotraían a la memoria determinadas fases de la gran actuación que alt-J habían ofrecido poco más de un año antes en el Sinsal San Simón 2012. El trío de Liverpool, sin embargo, derivó hacia una suerte de pócima de new-age contemporáneo y pop medievalista que hipnotizaba al instante, a la vez que sus finas figuras, vaporosos ropajes y esotéricos maquillajes trasladaban al respetable a dimensiones paralelas y mundos de fantasía recordando a cómo lo había logrado en el mismo recinto otra de las artistas estrella de la pasada edición del festival: Maïa Vidal -de hecho, Lucy Mercer se mostraba como su asombroso sosias-. Pero, pese a unas y otras similitudes, Stealing Sheep consiguieron desprender una enorme y magnética personalidad que embelesaba por sus polirrítmicas y protagónicas percusiones, su translúcida guitarra y la hechizante voz de Rebecca Hawley. La brisa que refrescaba el atardecer mecía los ojos de un público incapaz de apartar su mirada de las tres chicas, que parecían estar invocando alguna clase de buen espíritu.
Tras vivir uno de los momentos más destacados del Sinsal San Simón 2013, a renglón seguido se disfrutaría, otra vez en el escenario San Simón Estrella Galicia, de su concierto culminante. Aunque, realmente, no era necesario ser ningún pitoniso para adivinar que Triángulo de Amor Bizarro se llevarían la medalla de oro de festival. Eso sí, resultaba raro comprobar cómo un directo tan atractivo e intenso como el de los de Boiro era seguido casi en familia y con relativa calma. ¿Relativa calma? ¿Era eso posible con TAB enfrente? En parte, sí, por las limitaciones acústicas del espacio que obligaban a que el volumen se contuviese. Lo que no significaba que el sonido perdiera pegada. Todo lo contrario: salía disparado con la rotundidad y contundencia acostumbradas. Transcurridos un par de meses de su salida, “Victoria Mística” (Mushroom Pillow, 2013) prácticamente acaparó el setlist, pasando por la refulgente telaraña de rock ruidoso tejida por el cuarteto de “Clara” a “Robo tu Tiempo” -con saxo final incluido, cortesía de Roberto Mallo-, de “Estrellas Místicas” a “Un Rayo de Sol” enlazada con una apabullante “Delirio Místico” o de “Lo Hispano Marcha-La Banca Paga” a una volcánica “Ellas se Burlaron de mi Magia”. Entre medias, no faltaron algunos de los incunables de la banda (“El Fantasma de la Transición”, “De la Monarquía a la Criptocracia” o “Amigos del Género Humano”) ni las soflamas de Isa, esta vez dirigidas a los pirómanos “hijos de puta” que queman el monte gallego. Sea cual sea el contexto en el que se muevan Triángulo de Amor Bizarro, sus zarpazos noise siempre encajarán a la perfección y llegarán con toda su energía a cualquier oído. Quedó claramente corroborado, pese a las dificultades previas a su consumación, en el singular, idílico e intransferible entorno insular del Sinsal San Simón 2013.
[FOTOS: David Ramírez]