El Festival Sinsal 2022 demostró que la normalidad ha sido recuperada… y que lo de sus conciertos por sorpresa sigue siendo una maravilla.
No importan las veces que se haya hecho la travesía por la ría Vigo para llegar a San Simón y vivir el Sinsal. Dos, cinco, siete, diez… En cada ocasión se siente el cosquilleo del primer viaje porque siempre son diferentes las sensaciones al dejar atrás el puente de Rande, al navegar entre las bateas, al notar el frescor costero en el rostro por mucho que apriete el calor estival, al fijarse cómo se recorta el litoral a un lado y otro y al comprobar cómo se acerca poco a poco la mayor de las islas del archipiélago de Redondela (Pontevedra) antes de pisarla. Cuando se tocan con los pies las losas de su muelle, esas impresiones dejan paso a la curiosidad por saber quiénes componen el cartel que, hasta ese preciso instante, se mantiene en secreto.
Así se construye la caja de sorpresas del Sinsal, que el año pasado solo se pudo abrir en una versión esencial después del parón obligado por el coronavirus en 2020. Pero, vencidas aquellas circunstancias adversas todavía vigentes, el festival insular regresó a su formato original -coincidiendo con el 20 aniversario su promotora, SinsalAudio-, a cuya llamada acudieron 2.400 personas en total -otra vez se agotaron los tickets diarios y los abonos puestos a la venta- que tuvieron la opción de disfrutar no sólo de una programación artística de carácter internacional, sino también de diversas actividades paralelas musicales (los conciertos acústicos con aforo reducido de talentos a descubrir como Das Donas, Ensemble Orquesta Clásica de Vigo y Eva Pico) o no (exposiciones, charlas, paseos o visitas guiadas).
Porque el Sinsal es un certamen que va más allá de su condición de cita musical con el objetivo de promocionar y velar por la conservación del patrimonio natural y cultural apostando por valores lúdicos, didácticos e inclusivos.
Esos aspectos se trasladaron directamente al planteamiento sonoro del Sinsal SON Estrella Galicia 2022, que volvió a constatar que nunca se puede descartar que algún nombre en concreto de repente aparezca en San Simón. De ahí que no resultara extraño que su apertura el viernes 22 de julio tuviese como platos fuertes a la colombiano-canadiense Lido Pimienta y la francesa Quinquis, que colocaron muy alto el listón para las siguientes dos jornadas (más un directo excepcional el lunes 25 de julio que protagonizaron los daneses AySay en los astilleros Cardama de Vigo). Aunque el Sinsal siempre es capaz de superarse a sí mismo a medida que se desarrolla. O, como mínimo, tiene el suficiente margen para ir mutando progresivamente y mantener el elevado nivel artístico que pretende ofrecer.
SÁBADO 23 DE JULIO. UN DÍA NUEVO (Y MÁGICO)
Se palpaba en el ambiente que la alegría y el deseo de celebración en comunidad habían invadido el Sinsal, como si los anteriores dos años pandémicos hubiesen sido una pesadilla ya arrinconada en el subconsciente…
Daba la sensación de que se había creado esa atmósfera de resurrección como producto de una perfecta serendipia para recibir a Magia Bruta, el proyecto de Isa Fernández Reviriego cuyo disco de debut, “Un Día Nuevo”, sigue esa línea: el resurgimiento personal tras superar una oscura y agitada etapa. La música de Isa, ya fuera como Aries o enrolada en su nueva aventura, jamás ha escondido pensamientos ni sentimientos: lo que le sucede a su autora, así se refleja en sus composiciones, de una manera honesta y transparente.
En directo, esa característica se aprecia en todo su esplendor, porque la propia Isa lo canta y lo cuenta cara a cara. Con Aida Torres -quien sustituyó a María Romero debido a la marcha de Isa de Vigo a Bilbao después de once años a raíz de diferentes avatares vitales- en la batería, Magia Bruta dieron su primer concierto en idéntico lugar y en el mismo escenario del Paseo de los Buxos en el que Aries había actuado una década antes.
Una coincidencia de gran simbolismo que se conectó con la magia -nunca mejor dicho- que transmitió el dúo, apoyada en armonías hipnóticas, melodías absorbentes, orientalismo y ensoñación. De hecho, parecía que Brian Wilson se había introducido en un cuerpo femenino con alma cántabro-atlántica… Pero no, se trataba de Isa iluminando San Simón con su dulce voz y sus gemas sonoras. Una de las que más relucen en el catálogo de Magia Bruta, “Un Día Nuevo”, cerró apropiadamente un ejercicio de imaginación pop desbordante ideal para restañar heridas y borrar cicatrices emocionales.
El mar -junto con la misma isla- es uno de los ingredientes primordiales del Sinsal. Por eso Haepaary se encontraban en su medio, ya que su nombre en coreano significa medusa. Este dato lo conoció el público gracias al traductor del móvil de la vocalista, Minhee, que se comunicó de maravilla recurriendo a esa tecnología.
El dúo de Seúl, balanceándose entre la tradición y la modernidad del pop sintético, destapó parte de las extensísimas raíces sonoras de su tierra, sobre todo cuando la instrumentista Hyewon golpeaba un bombo de concierto y ambas utilizaban elementos como abanicos o platillos mientras se movían sobre las tablas coordinada y parsimoniosamente esperando que aquellos sonidos ancestrales llegaran del escenario Buxos Xacobeo 21-22 a las almas que reposan en la isla.
Pero Haepaary no sólo enseñaron la parte mística de su repertorio, sino también la física cuando llevaban su synthpop del ambient espectral al techno e incluso al drum and bass. Tan grato fue su recital que Minhee y Hyewon repitieron presencia (las únicas en hacerlo) 24 horas más tarde.
Más actos alegóricos. En el espacio San Simón SON Estrella Galicia, Clara Peya giró alrededor de su último álbum, “Perifèria”, y del concepto de su título, tanto a nivel geográfico como sensitivo. Situado el piano en el centro como instrumento conductor -aunque hubo fases en las que era el protagonista absoluto, tocado con una delicadeza desarmante-, la artista catalana y su banda ofrecieron un pop tierno por fuera y sensible por dentro que encandiló a una audiencia relajada en picnics improvisados bajo la sombra. El entorno era propicio para ello: sonido pulcro, canciones llenas de arreglos detallistas, interpretación vocal muy sentida…
…hasta que apareció Guadi Galego -una de las referencias confesas de Clara– como invitada de lujo y agitó el comienzo de la tarde poniendo intensidad a uno de los temas. Fue otra de esas estampas especiales que distinguen a la marca Sinsal.
La salida de Julián Mayorga fue un poco desconcertante al aparentar ser una versión tropical y (todavía más) friki de Mac DeMarco ataviado con su gorra, su llamativa camisa y su guitarra eléctrica. Pero nada más lejos de la realidad: el colombiano enseñó que ese disfraz escondía a un hombre orquesta 5.0 que se recreaba con la cumbia o la salsa para dirigirlas por el camino del surrealismo que desembocaba en la diversión y en el baile.
Las explicaciones que daba sobre sus canciones eran desternillantes y ayudaban a entender el origen (inspirado, supuestamente, en hechos reales) de títulos como “El Funeral Antropófago del Rey del Topacio” o “La Fiesta de Transmigración de los Pollos”, alardes de buen humor absurdo envuelto en música refrescante para disfrutar en continuo movimiento al tiempo que Julián se auto-lanzaba confeti y hacía las delicias con el tecladillo. Si hubiese que buscar una pieza que ejemplificara el estilo del colombiano, esa sería “El Vivo al Muerto y el Hoyo al Baile”, una salsa muy macabra con estribillo híper-pegadizo. A su lado, “Pedro Navaja” se quedaba en una broma…
En el extremo opuesto, el jazz poliédrico y vanguardista de Ben LaMar Gay resultaba más adecuado para una escucha atenta que permitiera detectar cómo el combo liderado por el músico de Chicago elevaba el concepto ‘free’ a la máxima expresión mediante florituras percusivas y cantos primitivos. Su concierto funcionó como un proceso de experimentación en directo (quizá demasiada para lo que ya esperaba, demandaba o necesitaba el personal en aquel momento) en el que se estimulaba la dispersión sensorial y se retorcían según modos transgresores géneros como el soul, el funk o el blues. En cualquier caso, Ben LaMar Gay y compañía dieron toda una lección de pericia y clase instrumental.
Con Os Amantes, antes de su arranque en el escenario Buxos Xacobeo 21-22, sucedió algo similar que con Julián Mayorga: las apariencias engañaron. Su indumentaria futbolera no hacía presagiar que emergería un grupo de estilo sorprendente, a medio camino entre el pop psicodélico, el tropicalismo, la cumbia electrificada y el rock and roll, todo ello regado con el toque amazónico de su lugar de procedencia, el brasileño estado de Pará. Todas las miradas estaban puestas en su cantante, Jaloo, cuyas gafas, peluca y bigote postizo chocaban con el garbo, la gracia y el sentimiento que imprimía a sus ademanes, igualmente sexys y sugerentes.
Así manejó ante el micrófono el peculiar batido multicolor del trío, que incluso entregó una versión logradísima de “Wicked Game” de Chris Isaak. En ese punto, Os Amantes ya se habían metido al público en el bolsillo. Sin embargo, aún quedaba que Jaloo se despojara de su máscara y dejara ver su verdadero rostro, lo que hizo que aumentara su magnetismo. A partir de ahí, la banda subió y subió hasta alcanzar la cúspide con “Cotijuba”, efusivo desenlace que obligó a que se pidiera un necesario bis. Y Os Amantes respondieron con una afectada traducción al español de “Linda”, tema de apertura de su show. Ellos fueron los triunfadores de la tarde sabatina del Sinsal.
La norma no escrita del festival dice que el último turno de cada jornada se reserva para despedirse a lo grande. En el escenario San Simón SON Estrella Galicia, TootArd se encargaron de que el fin de fiesta rememorara las pistas de baile de los 80 en Oriente Medio tirando de tecno-house-pop arábigo alimentado por un sintetizador saltarín y una briosa percusión digital. Los hermanos Hasan y Rami Nakhleh cambiaron el ‘rock the casbah’ que proclamaban The Clash por su particular ‘dance the casbah’.
DOMINGO 24 DE JULIO. CON LA MANO EN EL CORAZÓN
La calma chicha del mar y la cálida placidez de la mañana insinuaban que el tercer día de Sinsal SON Estrella Galicia 2022 iba a estar presidida por la emotividad y la sutilidad.
Santi Araújo captó ese espíritu para reinterpretar sus ya de por sí reconfortantes canciones en versiones adornadas con las delicadas cuerdas de un cello y los exquisitos metales de trombón, trompeta y trompa. La experiencia fue enriquecedora y sirvió para certificar, de paso, la alta calidad de las piezas del compositor gallego al engrandecerse durante esa elegante metamorfosis. Su tono acústico y calmado se extendió a lo largo y ancho del Paseo de los Buxos hasta acariciar los tímpanos del público.
A través de una vía de expresión radicalmente distinta, Ensemble Liberdade logró un efecto similar desmontando las estructuras de la música clásica contemporánea y ampliando el concepto de improvisación guiado por Xacobe Martínez Antelo como director de orquesta. Dispuestos sobre las tablas cuatro elementos de cuerda, tres de viento y un batería / percusionista (el ubicuo LAR Legido), este ensemble cuasi libertario realizó una travesía salpicada de armónicas disonancias, vaivenes, desvíos (literalmente, como cuando trompeta y saxo se distanciaron del grupo para mezclarse entre la audiencia), notas discordantes (de una gaita) y círculos sonoros, pero ninguna línea recta.
Este caos bien ordenado y ejecutado con tremenda naturalidad podía hacer buena esa sentencia que afirma que, en casos así, se lo pasan mejor los músicos que el público… Pero con Ensemble Liberdade eso no se cumplió: disfrutaron los que estaban encima y delante del escenario.
Con todo, esa conexión no se produjo solo en el apartado musical, ya que hubo una fase en la que los juegos gestuales y vocales aproximaron la perfomance al teatro y al arte y ensayo. Ensemble Liberdade transformó San Simón en una especie de circo en el que hacía malabarismos (no solo instrumentales) de todo tipo sin cortapisas. Las variadas reacciones que generó su intervención fueron el fiel reflejo de su impacto sonoro y estético.
En los minutos previos a que Lucas Estrela & Strobo se presentasen en el escenario Buxos Xacobeo 21-22, ocurrió algo extraño… ¿Qué hacían allí los miembros de Os Amantes? ¿El grupo brasileño iba a repetir dado el buen sabor de boca que habían dejado en la víspera? En realidad, no. Simplemente, su guitarrista Leo Chermont y su batería Arthur Kunz formaban como Strobo parte de este otro trío capitaneado por Lucas Estrela que destapó otra cara musical de Pará: rock instrumental con pinceladas surf, cumbieras y, por supuesto, amazónicas.
En muchos tramos, recordaba al estilo de Los Bitchos por su vena jaranera, que produjo que se organizara una auténtica verbena veraniega. Al igual que habían conseguido Os Amantes, Lucas Estrela & Strobo también transmitieron buenísimas vibraciones en San Simón.
Y, de repente, se hizo el silencio. La expectación era máxima por ver a Rocío Márquez & Bronquio practicar la fusión de electrónica y flamenco concentrada en su disco recién sacado del horno “Tercer Cielo”. Aunque reducir su trabajo a esa combinación sería simplificar demasiado una fórmula en la que la tradición sonora andaluza se tamiza por un filtro contemporáneo que la moderniza hasta redimensionarla en un constante intercambio de contrastes que, en San Simón, confluyeron cadenciosamente.
Por un lado, Rocío erizaba la piel con su cante y sus quejíos penetrantes llegaban al alma. Sus suaves palmas y sus leves taconeos embellecían una interpretación conmovedora que sacudía el frondoso árbol del flamenco respetándolo, eso sí, con veneración. Y su puesta en escena minimalista pero sugestiva amplificaba la hondura de sus coplas. Por otro lado, Bronquio soltaba samples y bajos poderosos que atravesaban el cuerpo y dislocaba ritmos y palos sin que perdieran su esencia.
Ambos consiguieron que la mano se apretara fuerte contra el corazón para resistir los embates de las emociones que despertaba tal exhibición de audacia, quizá un sacrilegio para los más puristas. Pero esa historia, de sobra conocida dentro del ámbito del flamenco, se aleja cada vez más del camino que está tomando el género desde hace años gracias a nuevas generaciones que desean que perdure y, a la vez, avance. Rocío Márquez & Bronquio revelaron cómo suena el flamenco del presente que mira hacia el futuro.
Mula definieron a la perfección una de las señas de identidad del Sinsal: “Es un festival para gente que se atreve a disfrutar”. Y para esas personas las dominicanas Cristabel y Anabel Acevedo y Rachel Rojas montaron una buena bulla a base de tecnopop con acentuado carácter femenino que se agitaba aceleradamente o se movía al compás del reggaetón, el dembow, el kuduro o el dubstep. Seguramente muchos de los allí presentes reconocieron “Quiero que tú Quieras”, tema incluido en la banda sonora de la serie “Élite” que marcó el punto culminante de un directo en el que Mula también regalaron una canción nueva, “Ven Vamos”, otra ración de pop sintético caribeño que tiñó de amarillo fosforescente el Paseo de los Buxos.
De los cegadores colores de Mula, el Sinsal pasó a las resplandecientes tonalidades old school de Steam Down y su jazz aderezado de black music, dub, reggae y hip hop. Esta mezcolanza estilística permitía al colectivo del sudeste de Londres ensanchar las fronteras del jazz impulsado por vigorosos empastes vocales y los dinámicos aires del saxo de Ahnansé para dotar de nervio cada tema cuando era necesario.
Pero Steam Down no se limitaron a dar lustre a la superficie de sus composiciones, sino que también exprimieron sus mensajes de empoderamiento social para enganchar a un público entregado. Como esta relación cuajó al 100%, el final de su show con “Can’t Hold Me Back” fue apoteósico. Si hubieran podido, Steam Down habrían continuado hasta que cayera la noche, pero había que abandonar la isla a la hora prevista…
Al menos aún quedaba la oportunidad de cazar al vuelo a Paco Moreno, curioso cantautor con voz de helio (recurso del que se valió varias veces) que arrimó la cumbia, el reggaetón y la rumba al indie lo-fi en una amalgama (no confundir con batiburrillo, ojo) que se podría etiquetar, dado su aspecto doméstico, como bedrumba. Aquí tenemos todo un subgénero a explorar.
Ese es justamente otro de los propósitos del Sinsal: incitar a los asistentes a adentrarse en terrenos sonoros desconocidos o poco transitados para salir de San Simón con los oídos desengrasados y disponerse a seguir investigándolos una vez finalizado el festival, cuyos ecos pueden prolongarse durante días, semanas… Recuperada la normalidad, la isla volvió a vibrar y a brillar con deslumbrante fulgor. [FOTOS PORTADA, AMBIENTE Y DOMINGO: Miguel Estima]