Sílvia Pérez Cruz tomó el escenario del Tívoli barcelonés para lanzar hacia el público sus canciones tristes que, en verdad, te acaban haciendo muy feliz.
Sílvia Pérez Cruz dice que canta canciones tristes para ser feliz. Que se deja el alma para que nos sintamos (nosotros y ella) más vivos. Y no es broma. Un concierto suyo es un paréntesis en el que, mediante un proceso de alquimia, música y voz se conjuran para ir pulsando una a una las teclas en las que tus emociones se irán despertando en la intimidad de la oscuridad de un teatro y que, si te dejas llevar lo suficiente, te acompañarán días más tarde a tu salida del espectáculo, aunque te parezca imposible en estos momentos de saturación de estímulos.
Ante una experiencia de este calibre, el público responde, porque es absoluta devoción lo que despierta la cantante. Y el pasado viernes 17 de noviembre no fue distinto. El barcelonés teatro Tívoli lleno hasta la bandera, con entradas agotadas y doblete al día siguiente, se entregó a una cantante en estado de gracia.
He tenido la oportunidad de ver a Sílvia Pérez Cruz unas seis o siete veces en directo, y nunca defrauda. Es más, se crece cada vez. Con cada nuevo proyecto que emprende, vemos cómo va creciendo y asume riesgos que la van haciendo más grande. En aquel primer disco en solitario, “11 de Novembre”, exploraba su faceta como compositora a través de un conjunto de canciones dedicadas a su padre. En “Granada”, junto con Raúl Fernández, Refree, se enfrentó al trabajo de hacer versiones de canciones ya de por sí enormes. En “Domus”, banda sonora de la película “Cerca de tu Casa”, vuelve a trabajar como compositora. Y, ahora, en “Vestida de Nit” explora su repertorio con un quinteto de cuerda al que pidió tocar sin partitura y de memoria.
Llegados a este punto, observamos a una artista que tiene un repertorio impecable como su gran baza, y que, a pesar de no destacar como compositora, tiene canciones como “No Hay Tanto Pan” capaces de dejar al público sin aliento. Cómo no, Sílvia tomó “Pequeño Vals Vienés” y “Gallo Rojo” para inspirarse en la composición de este tema. Ahora, rodeada de este quinteto, vemos cómo la música la envuelve, se eleva y ella en el centro mismo de las notas se mueve con un dominio absoluto de la escena, en la que los violines callan con su gesto o dan paso a un crescendo con una mirada.
Junto a su repertorio habitual, el concierto del pasado viernes sorprendió con canciones como “Cinco Farolas” de Concha Piquer, “Mañana”, que es una adaptación de un poema de Ana Maria Moix, o “Estrella” de Enrique Morente entre otras. De entre su repertorio, destacaron especialmente “Tonada de Luna Llena”, “Vestida de Nit”, “No hay Tanto Pan” y “Gallo Rojo” aunque, como era de esperar, otras quedaran fuera.
En la música de Sílvia Pérez Cruz hay algo viejo, algo nuevo y algo único. Con su mirada singular nos acerca a esa sabiduría ancestral que se ha transmitido siempre a través de la música, de los cuentos y del folclore. Cuando te dicen una verdad, no puedes más que escuchar atentamente. Por eso, cuando ella canta, el mundo calla. “¡Que cante la niña!”, le decían en la taberna cuando iba con su padre.
¡Que cante, que cante! [Más información en la web de Sílvia Pérez Cruz]