Se me ocurren cantidad de parejas bonitas a la par que pintorescas: Parada y Marujita Díaz, Esperanza y Gallardón, Rajoy y su niña, Rajoy y los chuches… pero de todas las parejas bonitas y pintorescas, mi preferida es la que conforman Zooey Deschanel y Matt Ward, que para el show business se hacen llamar She & Him. Son una pareja bonita por lo evidente. Porque tiene a Zooey, que es una monada con flequillo. Con esa mirada perdida, como de haberse escapado dos horas atrás de la López Ibor. Con sus andares desgarbados, sus piernecitas patizambas y ese cuerpecito de adolescente en floración ad aeternum. Zooey es encantadora. No sólo por su físico de hada de la absenta, sino por su capacidad para escoger papeles cuanto menos peculiares (antes de protagonizar la muy reivindicable y ñoña «(500) Days of Summer» salió en maravillas como «Tin Man«… ejem). Es Musa por accidente, con capacidad para reírse de sí misma y de todos los que se la toman en serio (aunque a veces pone auténticas caras de tomarse muy en serio a sí misma y entonces es cuando más adorable resulta). El bueno de M.Ward, por su parte, bonito lo que se dice no; pero todo lo que hace es muy bonito también, ahí tenemos su intachable carrerón como Embajador del Folk americano de raíces, por lo que el calificativo se le adapta como la correa de un banjo.
She & Him son una pareja pintoresca porque a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido aunarlos para componer música. Pero como ninguno de los dos tiene pinta de que les llegue el oxígeno al cerebro con fluidez (a Dios gracias), se saltaron las obviedades y no tuvieron problema en arrancar un proyecto común. Muy bien por ellos, y que vivan las coincidencias y los universos paralelos y Desmond Hume. Puede existir el equivocado pensamiento de que She & Him son como la Bella y la Bestia del indie, que Zooey pone mohínes y Ward añade talento. Pero no es así. «Volume One» (Merge, 2008) nació de unas canciones primigenias que Zooey había escrito y que despertaron el interés de Ward. Olé sus huevos por oírla cantar y aún así seguir en sus trece de hacerle la música. Si ella me hubiera berreado sus canciones de primeras a mí, por más simpática que me cayera, lo primero que hubiera hecho hubiera sido irme al lavabo a descojonarme viva. Pero él supo ver lo naïve de su incapacidad para afinar, lo curioso de su timbre, lo gracioso de sus uuuhhhs y aaaaahs y el tremendo potencial que la Deschanel podía derrochar en vídeos y en actuaciones. Por eso Ward es quién es y yo soy quién soy, para qué nos vamos a engañar. «Volume One» era un disco bonito y pintoresco. Sus canciones estaban todas matizadas con un pop ensoñador que no tenía problemas en mirarse en el espejo de los géneros más complacientes de los 60 y los 70. Los temas anidaban en una inocencia nada edulcorada y se percibían a la primera auténticos.
«Volume Two» (Merge / PIAS Spain, 2010), por su parte, sigue con refinamiento todo lo aportado en su primer disco, pero lo que había lo mejora, e incorpora nuevos sonidos que lo convierten en un álbum excepcional. También bonito y pintoresco, si me apuran. En «Volume Two» abundan sobre todo los arreglos spectorianos y la música popular de los años 50, todo envuelto en una producción cuidadísima que entierra este disco en las arenas de un tiempo lejano en el que la ingenuidad no tenía por qué estar reñida con la calidad. Zooey canta con devoción con unos arreglos que se alejan más que nunca de los matices rock a los que acostumbra a recurrir Ward en solitario. Ella sigue explotando su lado más deliciosamente naïve en todas las composiciones, y ella y él se convierten en un curioso homenaje renovado y modernizado del matrimonio Spector. Podemos encontrar el espíritu de las girl groups que tanto popularizó el productor en «The Thieves» (que se toca con la punta de unos imaginarios dedos con el último trabajo de los muy reivindicables Camera Obscura), «Riding In My Car» (extraordiariamente Shangri-Las, que junto con la otra versión del disco, «Gonna Let Along With You«, componen el tándem más retro del conjunto) o «Me and You» (que hará las delicias de Richard Hawley por las reminiscencias oceánicas de fondo). Pero en «Volume Two» hay más. En «Lingering Still«, Zooey se disfrazada de Natalie Cole y nos regala una pieza que anda a medias entre el bolero retro y la balada pop. Todas las composiciones son soleadas, ensoñadoras, ensimismadas (escucho «Home» y sólo puedo pensar en el verano que no termina de llegar), de una dulzura adulta, comedida y entrañable, hechas para lucimiento de la cantante.
El resultado, en general, es un disco muy harmless, totalmente despojado de intenciones mayores o secundarias (pero no por ello deja de tener una calidad indiscutible), en el que no hace falta leer entre líneas, en el que abundan los parapapás y los badadarams, las letras y las melodías sencillas. Solo es necesario prepararse un vodka cooler en una bonita terraza, darle al play y disfrutarlo como si no hubiera un mañana. Háganme caso, que en junio nos suben el IVA y con algo hay que alegrarse, digo yo.