Su nuevo disco se llama «Museo del Romanticismo»… Pero en esta entrevista Rusos Blancos nos explican que sus nuevas canciones giran en torno al sexo.
Se palpa en el ambiente. Se nota en las calles. Se siente entre la gente que pertenece a nuestro entorno más íntimo o a círculos ajenos. En los últimos tiempos lo hemos contado alguna que otra vez en las virtuales páginas de Fantastic: vivimos una época dura para el amor. O, mejor dicho, si nos ponemos especialmente dramáticos: para el amor verdadero, el más puro. En definitiva, para el romanticismo, un concepto que tenemos interiorizado como una noción idealizada, inmaculada e inmarchitable y que el presente, repleto de negritud y desasosiego, está aniquilando sin compasión. Aunque, en realidad, en un pasado no tan lejano ya existían suficientes pistas que indicaban que ese sentimiento sublimado era perecedero y, quizá, una mentira. Rusos Blancos se encargaron desde sus inicios de interpretar esas señales y traducirlas en canciones que diseccionaban, a través de la comicidad y el cinismo, el amor y sus sinónimos.
Con cada disco publicado desde “Sí a Todo” (Ernie, 2011), el grupo madrileño ha ido demostrando mediante una aguda lírica y certeras melodías pop cómo tratar hábilmente una materia tan sensible tanto desde dentro como con una distancia prudencial que le permitía abordarla sin perder verosimilitud. De ahí que, cuando se desveló el título de su tercer LP, “Museo del Romanticismo” (I*M Records, 2016), no fuera descabellado pensar, sobre todo por el tono agridulce de su anterior largo, “Tiempo de Nísperos” (Ernie, 2013), que Rusos Blancos se disponían a profundizar en el lado oscuro de las relaciones sentimentales, como empujados por los efectos de la crítica realidad que los (y nos) rodea.
En cierto modo, el encabezamiento de su nuevo disco sugiere que el romanticismo, como si fuese un objeto perteneciente a otra era, se ha convertido en un vestigio de algo ya desaparecido. Manu Rodríguez, vocalista y perspicaz letrista de la banda completada por Javier Monserrat e Iván Jávega (guitarras), Javier Carrasco ‘Betacam’ (sintetizadores, guitarra y coros), Pablo Magariños (batería y sustituto de Elisa Pérez, aunque esta aportó coros) y Laura Prieto (bajo y coros), ilustra la cuestión desde una perspectiva mitad prosaica, mitad alegórica. Al igual que sucede cuando nos sumergimos en el océano del amor… “La idea del título surgió paseando con mi novia por los alrededores de nuestra casa, en el centro de Madrid, que es donde está el Museo del Romanticismo. En el grupo llevábamos semanas peleándonos en busca de un título sin encontrar ninguno y, al pasar, se me ocurrió este. Retrata muy bien el contenido en un sentido irónico, puesto que es una especie de galería de los horrores del romanticismo”. Y prosigue: “Reflejamos una especie de romanticismo poco convencional y extremo que no deja de ser el reflejo del amor romántico de nuestro tiempo. No tendría sentido seguir pensando en las relaciones románticas como en el siglo XVIII, pero tampoco como en el siglo XX. Rusos Blancos por un nuevo romanticismo”.
Pero, pese al empeño de Rusos Blancos en apostar por un romanticismo renovado, acorde con los dictados de la supuesta modernidad, en “Museo del Romanticismo” no sólo se aprecia su acostumbrada visión entre irónica y divertida sobre los avatares amorosos y sus diferentes declinaciones, sino que también aparece una orientación negativa, pesimista y, en último término, resignada. “No creo que en discos anteriores hubiera mayor positividad. Sí es posible que hubiera más cinismo, más ironía detrás de la cual se ocultaba el mensaje principal. No creo que aquí haya un enfoque negativo, pero sí crudo, sin disimulos ni rodeos”, reconoce Manu deslizando a la vez que la experiencia y las vivencias emocionales acumuladas con el discurrir de los años influyen de manera determinante a la hora de observar sin filtros edulcorados asuntos antes disfrutados con euforia juvenil: “Conforme te haces mayor, los fracasos en las relaciones amorosas empiezan a pesar más. Si bien aprendes a relativizarlos y comprendes que todo (o casi todo) se supera, existe un número limitado de veces en el que alguien pueda empezar de cero”.
Ese inevitable proceso de madurez condiciona, desde el punto de vista del receptor, la asimilación de esas canciones que antaño parecían hablar de uno mismo de una forma y que, más delante, lo hacen de otra muy distinta. En la misma línea, desde el punto de vista del compositor, la madurez hace que varíen las vías a seguir para expresar esos pensamientos que pueden conectar con los de su destinatario. Confirmado el hecho de que “Museo del Romanticismo” funciona como un retrato incisivo y directo del amor, cabe preguntarse si se cumplió el prejuicio sobre la creación de canciones que dice que la desgracia es más inspiradora que la felicidad. Ya lo manifestaba Rob Gordon en “Alta Fidelidad” con una de sus tribulaciones más emblemáticas: “¿Escuchaba música pop porque estaba deprimido o estaba deprimido por escuchar música pop?”. Manu deja clara su respuesta: “Cada uno tiene su personalidad, y yo tiendo por naturaleza a la melancolía y a la tristeza. Eso no quiere decir que no tenga mis momentos de felicidad absoluta y plena, pero ni me sale escribir canciones en ese momento ni creo que me fueran a gustar o tuvieran mayor interés. Cuando estás triste, al menos en mi caso, necesitas hacer cierta introspección para explicarte a ti mismo por qué te encuentras en ese punto, compartir eso con el público y establecer vínculos con él. Eso, seguramente, sea lo más gratificante a la hora de hacer canciones”.
La sinceridad de la contestación de Manu concuerda con la que transmite un álbum que trata de responder otra gran pregunta, esta vez cinematográfica: “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”. “Mi idea del disco era que girase totalmente en torno al sexo. Veníamos de “Tiempo de Nísperos”, que giraba en torno a una ruptura amorosa, y quería cambiar el foco. A su vez, a nivel personal estaba viviendo la época más promiscua de mi vida y me llamaba la atención que tampoco haya muchas canciones o discos que giren en torno al sexo (al menos no que se salgan del ‘hagámoslo toda la noche, nena’ y punto). Me pareció una buena premisa a la hora de abordar las canciones”. Al final va a ser verdad que la balanza de las relaciones afectivas se inclina muchas veces hacia la parte física que, a la postre, una vez finiquitadas estas, es lo que más se recuerda con una leve sonrisa y sin verter demasiado veneno…
Si “Museo del Romanticismo” -al igual que los anteriores trabajos de Rusos Blancos– invita a hacer esa clase de cavilaciones, se debe a que resulta muy fácil creer e identificarse con las historias cantadas en su interior. “Lo cierto es que todo tiene un origen muy real. Luego se noveliza de una u otra manera para construir un relato más redondo, aunque intento dejarlo lo más crudo y directo posible. Mi objetivo es que parezca que le estoy contando una historia a un amigo y que tenga la menor cantidad de ornamentos posible”, explica Manu. Aunque también se corre el peligro de caer en la caricatura cuando se intenta estirar los clichés del ser romántico, un riesgo que “temo mucho”, confiesa. Por eso “Museo del Romanticismo” muestra a unos Rusos Blancos menos ácidos: “Me alejé de los recursos humorísticos a la hora de contar la historia (cosa que, en ocasiones, echo en falta). Algo a lo que le doy muchas vueltas es no repetirme demasiado para no convertirme en una parodia de mí mismo. Lo que sucede es que, a su vez, lo más complicado que hay a la hora de hacer canciones es encontrar tu propia voz, y resulta difícil alejarse de ella. Así que hay que buscar cierto equilibrio”.
Bajémonos de la nube (ahora no tan rosa) del amor de Rusos Blancos y pongámonos más pragmáticos para pasar al apartado sonoro de “Museo del Romanticismo”, cuyo envoltorio constata la evolución del estilo pop pulcro, rico y de aroma clásico de la banda, que aquí adquiere formas variadas: armoniosa en “Una Excusa Diferente”, muy The Smiths en “Insuficiente”, indie-pop en “Más Difícil Todavía” o académica en “Nostalgia del Cuerpo a Cuerpo”. Dicha transformación, sin embargo, pudo haber sido más acentuada después del EP “Crocanti” (autoeditado, 2015), un entremés relleno de synthpop ochentero y contemporáneo. Pero, al final, se diluyó. “Desde el principio, “Crocanti” estaba planteado como un experimento, un ejercicio de estilo. Nos apetecía hacer algo así, pero sabíamos que el siguiente disco no iría por ahí. De hecho, muchas de las canciones de “Museo del Romanticismo” son anteriores a “Crocanti”. Lo pasamos bien haciendo y tocando “Crocanti”, pero echábamos en falta la sensación de banda, de tocar todos”.
Pese a ello, se conserva parte de ese sonido sintético basado en teclados y ritmos programados, por ejemplo en los cortes “Cada Vez Más Cadáver”, “Define Serio” y en la pequeña sorpresa rapeada “No Soy Esa Clase de Hombre”. Manu no niega la influencia electrónica de Javi ‘Betacam’ en el álbum, “pero lo cierto es que el aire casi dub de “Cada Vez Más Cadáver” vino muy impulsado por Joaquín Pascual. Y la parte rap de “No Soy Esa Clase de Hombre”, por mí, que siempre he escuchado mucho rap. En general, todos en el grupo somos muy abiertos a acercarnos a sonidos nuevos y precisamente creo que es útil no quedarse encasillado en un estilo concreto”.
Hablando de Joaquín Pascual, la mencionada aportación se engloba en su tarea de productor de “Museo del Romanticismo”, al que “contribuyó a darle mucha unidad al conjunto. Nosotros tendemos a la dispersión por naturaleza, cada canción de cada disco era un poco de su padre y de su madre, y él nos ayudó a trabajar en un sonido para el álbum que nunca habíamos tenido”, detalla Manu acerca de un proceso de grabación que cristalizó con la edición del LP a través de IM Records, nuevo sello de Rusos Blancos tras pasar por Ernie Records y la autoedición: “Con Ernie la relación siempre fue, y sigue siendo, muy buena, pero creo que cada uno esperábamos cosas distintas del otro. Nunca terminamos de sentirnos entendidos como grupo. “Crocanti” lo sacamos autoeditado, y resultó agotador. Autoeditarse lleva una cantidad de horas brutal. Y cuando no sabíamos muy bien qué hacer, apareció Max de I*M Records, con el que la sintonía ha sido total. Así que estamos muy contentos”.
Los saltos discográficos de Rusos Blancos sirven para plasmar las aventuras y desventuras por las que puede pasar cualquier grupo español independiente para sobrevivir en la actualidad, en estos tiempos agitados y confusos que nos llevan otra vez a la casilla de salida de esta entrevista: vivimos una época dura para el amor. ¿Cómo lo ve Manu en estos días marcados por la crisis y las nuevas formas de relacionarse virtualmente? “Dudo que las formas de relacionarse hayan transformado mucho las relaciones amorosas. Hace décadas eran las cartas manuscritas y ahora es Tinder, pero seguramente los dramas serían los mismos (sólo hace falta leer la literatura de hace un par de siglos para comprobarlo). Lo que sí que ha variado mucho es el número de parejas que tenemos a lo largo de nuestra vida. Por volver a citar “Alta Fidelidad”, recuerdo un momento de la novela en el que el personaje reflexionaba sobre cómo era posible que él hubiera tenido un número de parejas con el que su padre jamás podría haber llegado a soñar. A su vez, ese número que Rob citaba, a día de hoy resulta ridículo porque, efectivamente, es muy posible que la gente de nuestra edad haya tenido más parejas sexuales que la suma de todos sus ancestros hasta diez generaciones atrás. Eso me llama mucho la atención”.
Otra vez asoma su cabeza por aquí Nick Hornby, capaz de ayudar a resolver con sus palabras dilemas existenciales, emocionales y amorosos como Morrissey en los momentos en que lo iluminaban las musas y, a su manera, los propios Rusos Blancos. A pesar del mensaje grisáceo que desprende “Museo del Romanticismo” es probable que, al fin y al cabo, el amor sea una de las pocas esperanzas a las que aferrarse para soportar el desastroso mundo que sufrimos. ¿Está de acuerdo Manu? “Mi idea sigue siendo que dudo que el amor nos salve, pero no por falta de fe en el amor, sino porque al final a todos nos espera la nada, el vacío, el fin de la existencia, y eso no es algo que se pueda combatir. Pero sí que creo que el amor es la mejor manera de mantenerse entretenido mientras llega el fin”.
Rusos Blancos comienzan hoy viernes 10 de febrero en la sala Wah Wah de Valencia la gira de presentación de “Museo del Romanticismo”. Todas sus fechas se pueden seguir en el Facebook de la banda.