La Extravaganza Tour de «RuPaul’s Drag Race» está a punto de pasar por España, así que nos preguntamos: ¿por qué deberías ser fan del programa aunque no seas gay?
Dos eventos relativos al mundo de «RuPaul’s Drag Race» acaban de coincidir en el tiempo y en el espacio… El primero de ellos es el más evidente: el programa de la cadena Logo hace poco más de un mes que inauguró su octava temporada. Pero es que, además, algo que en España nos queda mucho más cerca tiene a los fans del mundo drag de RuPaul muy revolucionados: en brevísimo, la Extravanza Tour de «RuPaul’s Drag Race» visitará nuestro país con un Battle of the Season que enfrentará a míticas drags del programa como Jinkx Monsoon, Courtney Act, Ivy Winters, Sharon Needles, Pandora Boxx, Violet Chachki y Adore Delano. Todo ello, además, orquestado ni más ni menos que por la inconmensurable Michelle Visage, que es algo así como la puñetera diosa de las mariliendres (y la amiga que absolutamente todos quisiéramos tener a nuestro lado cuando salimos de zorreo).
Si sabes de qué va este rollo, seguro que has sentido un escalofrío muy tremendo por tu rabadilla. Así que apunta: la Extravangaza Tour tendrá parada el próximo 9 de abril en Barcelona (Sala Razzmatazz) y el 10 de abril en Madrid (Joy Eslava). Puedes comprar las entradas para ambos eventos siguiendo este link… Pero también puede ocurrir una cosa: que no tengas ni repajolera idea de qué pie calza todo este mundillo. Más grave todavía: que seas un o una heterosexual de toda la vida y pienses que esto no va contigo porque es algo únicamente destinado a maricas con pedigrí.
A lo que yo te digo: bullshit! Así que una cosa te pido: abre tu mente (ya ves, podría aprovecharme y pedirte que abrieras otras cosas, pero soy majo y me quedo en lo políticamente correcto) y disponte a adentrarte en el mundo de «RuPaul’s Drag Race«. Te prometo que, al final de todo, entenderás por qué este programa (y este cosmos drag) es perfecto no sólo para gays y periferias, sino para cualquiera.
https://youtu.be/llkQJXgv9JA
UN POCO DE HISTORIA: ¿QUIÉN CARAJO ES RUPAUL? Empecemos por el principio, porque dar por sentado que todo el mundo sabe quién es RuPaul es, cuando menos, un error garrafal. A este respecto, tomaré como punto de partida una conversación que tuve el fin de semana pasado con un colega. No sé cómo, de repente me encontré intentando explicarle a un hetero quién es RuPaul y, evidentemente, lo primero que me vino a la cabeza fue recurrir a la archiconocida versión en clave eurodisco del «Don’t Go Breaking My Heart» (en el vídeo superior) que el ídolo drag se marcó junto a Elton John (otro que tal baila) en el año 1994. Mi colega no la conocía.
Así que recurrí a la que, a mi entender, sí que debería ser la primera canción que todo el mundo escuchara de RuPaul: «Supermodel (You Better Work)» (en el vídeo inferior). De hecho, permitidme un apunte: mientras que a día de hoy «Don’t Go Breaking My Heart» suena vergonzosamente desfasada, «Supermodel» podría encuadrarse perfectamente en el revival de rollito ball vogue que están viviendo las nuevas generaciones. ¿Qué hacen que no la recuperan y la vuelven a poner en circulación? Aun así, el resultado fue el mismo: mi colega tampoco conocía esta canción.
Tendremos que empezar por el principio, entonces. El caso es que RuPaul fue uno de los primeros drags en acceder a un público no heterosexual: con base en Nueva York y con la drag Lady Bunny como amigui del alma y compañera de fatigas, RuPaul fue adquiriendo cada vez mayor fama en campos tan diferentes como los de la comedia (ahí es donde empiezan todos los drags), la música (tiene múltiples discos a sus espaldas y, a día de hoy, sigue lanzando singles de una forma realmente prolija) o el cine. Lo mejor de todo es que, por mucho que RuPaul podría haberse dedicado a dormirse en los laureles, más bien se ha dedicado a usar esa fama para convertirse en portavoz de la comunidad drag.
Y ahí es donde entra «RuPaul’s Drag Race«, un reality que ya va por su octava temporada en el canal Logo y que no sólo ha conseguido crear todo un imperio a su alrededor, sino que se ha acabado por convertir en una extensión del espíritu de normalización del propio maestro de ceremonias. De hecho, algo que siempre ha sorprendido en RuPaul es su capacidad para derribar las barreras del género, algo que ahora está más en boga que nunca gracias al rollo agender. En su autobiografía, titulada «Lettin’ All Hang Out«, declara lo siguiente «You can call me he. You can call me she. You can call me Regis and Kathie Lee; I don’t care! Just as long as you call me» («Me puedes llamar él. Me puedes llamar ella. Me puedes llamar Regis y Kathie Lee. ¡Me da igual! Siempre que me llames, claro«). Y con esto queda todo dicho, ¿verdad?
¿QUÉ ES «RUPAUL’S DRAG RACE»? Por si alguien necesita reduccionismos absurdos, diré que «RuPaul’s Drag Race» es algo así como «Operación Triunfo» pero en versión drag. Pero repito: esto sería un reduccionismo absurdo, porque el programa es mucho más complejo que todo esto. Al fin y al cabo, los realities de este palo suelen centrarse en un único talento: el cante en «La Voz«, la capacidad para hacer el imbécil delante de una cámara en «Got Talent«, la habilidad para perder la dignidad humana en «Gran Hermano«… and so the story goes.
Pero «RuPaul’s Drag Race» es más complejo porque, al fin y al cabo, en su odisea a la búsqueda del mejor drag de cada año, el concurso no valora un único talento, sino muchos. Tal y como siempre suele repetir RuPaul, el ganador de cada edición tiene que destacar en cuatro categorías diferentes: «Charisma, uniqueness, nerve and talent«. Lo que viene a significar que, semana a semana, las drags concursantes deben enfrentarse a diferentes pruebas que bien pueden ser de playback, cante real, pasarela o comedia. Ahí lo ves: la ganadora de «RuPaul’s Drag Race» tiene que tenerlo TO-DO.
Todos los episodios, comentados por los mismos concursantes a lo «The Office«, suelen tener la misma estructura: se abren con la reacción de las concursantes ante la expulsión del programa anterior, sigue con una mini-prueba propuesta por RuPaul en la que el ganador obtiene privilegios para el que es el corazón del programa, la «maxi-prueba» que pondrá a prueba alguno de los talentos mencionados más arriba al grito de «Let the best woman win!«. Cada episodio se cierra con una pasarela (que siempre se circunscribe a una «categoría» concreta, en referencia a los Vogue Balls de los 90s que tan bien quedaron representados en «Paris is Burning«) ante un jurado que mantiene a algunos miembros (Michelle Visage, entre otros) pero que va incorporando invitados estrella (por el programa han pasado desde Janet Jackson hasta Debbie Harry, por poner dos ejemplos célebres). Pero, tal y como siempre recalca Ru, la decisión final es suya, y acaba eligiendo a las dos peores concursantes para que peleen en un lip-sync a muerte que acabará con una de las dos marchando a casa. El veredicto de RuPaul, por cierto, ha popularizado los términos «sashay away» (para la perdedora) y «shanté you stay» (para la vencedora).
Tras ocho temporadas en antena, «RuPaul’s Drag Race» también tiene ya algunas tradiciones que se repiten temporada tras temporada: una sesión de «reading» que se abre con el lema de «the library is open» y en la que las drags se critican las unas a las otras con la mayor de las elocuencias y un buen humor muy contagioso; el mítico «Snatch Game» en el que las drags deben imitar a gente famosa en una parodia del programa «Match Game«; el concurso en el que se «hermana» a las concursantes con parejas inesperadas (desde marines a daddies pasando por otros concursantes eliminados); el penúltimo programa en el que las drags protagonizan el videoclip del último hit de RuPaul; la gala final en un teatro repleto de gente de bien… Y si todo lo dicho ha hecho que te asustes y pienses que necesitas haber visto las siete temporadas anteriores para disfrutar de «RuPaul’s Drag Race«, no te preocupes: el programa se disfruta conozcas su historia o no. Palabrita.
[/nextpage][nextpage title=»PARTE 2» ]ALGUNOS DE LOS MOMENTOS MÁS HISTÓRICOS DEL PROGRAMA. Aun así, por si quieres ponerte al día, no está de más que conozcas algo de la historia del programa… Al fin y al cabo, es habitual que las drags de ediciones pasadas vuelvan una y otra vez a «RuPaul’s Drag Race» de una u otra forma.
Para empezar, deberías conocer a las triunfadoras de las siete ediciones pasadas: BeBe Zahara Benet ganó la primera temporada a base de clase y savoir faire; en la segunda edición, Tyra Sanchez fascinó con su juventud y su «fishness» (belleza) natural; Raja demostró un año después que ser drag también puede ser algo vanguardista; Sharon Needles envolvió la cuarta temporada en una oscuridad gótica a lo Marilyn Manson; Jinkx Monsoon fue la reina narcoléptica con aires de actriz en blanco y negro que triunfó en la quinta edición; Bianca del Rio se convertiría en lo mejor que ha pasado por el programa dándole caña al rollo bitch de lengua afilada en la sexta temporada; y, por último, Violet Chachki nos dejó a todos con el culo abierto al llevar hasta el programa el rollo pin-up de cintura encorsetada.
No son las únicas drags, sin embargo, que han conseguido marcar el programa a fuego. En el recuerdo histórico de «RuPaul’s Drag Race» quedan momentos tan tremendos como los que siguen (y lo pongo rollo lista y en orden cronológico para no abrumar a nadie):
- El malrollismo egotístico y agresivo de Mimi Imfurst.
- El rollo loco del coño de Yara Sofia (por cierto: en cada edición hay alguna drag puertorriqueña).
- El amor puro y duro de Alexis Mateo al explicar su historia de amor con un soldado en el frente del que hace tiempo que no sabe nada.
- La pelea de gatas continua entre Sharon Needles y Phi Phi O’Hara (con su mítico insulto «Go back to party city where you belong!).
- La habilidad de Chad Michaels para ser algo más que una imitadora de Cher.
- La magnanimidad de Latrice Royale, que bien podría ser la madre de todas las drags.
- El micro-tamaño de Kenya Michaels, que más que una drag era un Pequeño Pony.
- La expulsión de Willam (que, lo sabemos todos, hubiera merecido ganar su edición) y su vomitera en el escenario.
- El morrazo que le echaba Jiggly Caliente y su look imposible con una pierna colgando del brazo.
- El apocalipsis según Lashauwn Beyond.
- La bajuna de que Alaska Thunderfuck no ganara.
- El beef entre la jodidamente genial Alyssa Edwards y Coco Montrese.
- El despropósito de ese niño en drags que fue Serena ChaCha.
- La mala puta de Roxxxy Andrews.
- Adore Delano como ídolo absoluto por los siglos de los siglos (y su grito de guerra «Party!«).
- La falta de alma de Courtney Act y lo mal que supo llevar su relación con la adorable Joslyn Foxx.
- La porrera de Laganja Estranja.
- La vanguardia de Milk (que, además, estaba cacho de bueno cuando no iba de drag).
- Vivacius y su cabeza Ornacia.
- El humor redneck de Ginger Minj.
- La cabeza en las nubes de Pearl (otro que estaba bien bueno).
- El caos maravilloso de Katya, que más que una drag es una prostituta rusa.
- Los maquillajes bien fuertos de Trixie Mattel.
POR SI QUIERES ENGANCHARTE A LA OCTAVA TEMPORADA… Una vez hecho este repaso histórico bien contextualizado, la gran pregunta es: ¿y si prefieres pasar de todo y engancharte directamente a la octava temporada de «RuPaul’s Drag Race«? Pues, oye, no pasa absolutamente nada y eres libre de hacerlo, porque la verdad es que la edición presente, que ya lleva cinco episodios en antena, está siendo de las mejores que se recuerdan.
El nivel de sofisticación de todas las concursantes está llegando a un nivel realmente extremo en la que, de repente, ser «basic» es el peor de los insultos que te pueden echar a la cara. Sorprende en esta temporada la fuerte representación de Nueva York con tres drags tan diferentes como el puto amo Bob The Drag Queen, le reina de la comedia Thorgy Thor (con una boca de unas dimensiones que atemorizan por se superiores a las de Julia Roberts) y la Gremlin femenina, que resulta que se llama Acid Betty (y que, aunque es jodidamente insoportable, mola lo suyo). Por ahí pululan Derrick Barry aka el imitador de Britney Spears incapaz de dejar de imitar a Britney Spears #tolrato, un paleto de pueblo con los aires muy subidos que responde al nombre de Chi Chi DeVayne, una especie de versión inferior de Jinkx Monsoon llamada Robbie Turner y, sobre todo, por encima de todas las cosas, la que ya es la vencedora de esta edición: Kim Chi, asiático virgen con una capacidad alucinante para los estilismos imposibles con referencias ultra-fashionistas.
El arranque de esta octava temporada de «RuPaul’s Drag Race» ha sido realmente espectacular y ya se han marcado varios episodios para el recuerdo, especialmente ese en el que las concursantes debían hacer suyo el rollito synth ochentoso mientras les juzagaba ni más ni menos que Debbie Harry. ¿No te parece suficiente motivo para engancharte a la de tres, dos, uno?
Y, AHORA SÍ, ¿POR QUÉ DEBERÍAS SER FAN AUNQUE NO SEAS GAY (NI DRAG QUEEN)? Si has llegado a esta altura del artículo, ya estarás esperando como agua de mayo que responda a la pregunta que incluso encabeza todo este texto como titular: ¿por qué deberías ser fan de «RuPaul’s Drag Race» por mucho que no seas gay ni drag ni nada de eso? Pues por una cosa muy sencilla. Pero, un momento, antes de ir a por ella, deja que te explique mi historia personal con el programa en cuestión.
Vamos allá. Siempre me ha gustado pensar que soy un homosexual «raro»: no tengo pluma, tengo más amigos heterosexuales que gays, no frecuento el ambiente… Bla, bla, bla. Y, para más inri, el concepto de travesti siempre me había inquietado, siempre me había puesto nervioso. Así las cosas, en junio del año pasado decidí pasar por alto todo lo dicho y hacer caso al consejo de todos esos colegas que me habían recomendado una y otra vez ver alguna de las temporadas de «RuPaul’s Drag Race«. Y aquí viene lo gracioso: tardé menos de seis meses en tragarme las siete temporadas del programa. Casi del tirón.
Los motivos de mi enganche ya han quedado suficientemente expresos en este artículo, pero añadiré uno último que es la verdadera piedra de toque de todo este tinglado. Inicialmente, me puse delante de la pantalla con el siguiente pensamiento: si «Gran Hermano» tiene su punto porque los concursantes se despellejan los unos a los otros, ¡imagina lo que debe ocurrir cuando obligas a un grupo de drags a convivir juntas sin ningún tipo de contacto con el mundo exterior!
La gran sorpresa es que, al final, «RuPaul’s Drag Race» es una lección de humanidad absoluta. Claro que hay despellejamientos diversos entre las drags, pero lo que acaba por primera al final es el sentimiento de familia. Como suele decir Ru, «como personas gays, tenemos la posibilidad de elegir a nuestra familia«, y múltiples son las ocasiones en las que estas familias, por mucho que sus miembros se encuentren en el epicentro de una encarnizada competición, han mostrado más amor y fraternidad que en el 97,38% de la televisión actual. Y eso, al fin y al cabo, es algo que puede y debe enriquecer tu vida independientemente de tu condición sexual o de la cantidad de pelucones que tengas en el armario. [Más información en la web de «RuPaul’s Drag Race»] [/nextpage]