Lo confesamos: tenemos una necesidad imperiosa de que la décima temporada de «RuPaul’s Drag Race» sea gloriosa, buenísima, alucinante… Y aquí te explicamos por qué.
«Tens… Tens… Tens across the board!«, canturreaba alegremente RuPaul en la promo de la décima temporada de su «Drag Race» que ya se estaba emitiendo varias semanas antes de que se cerrera la tercera temporada de su «All Stars«… Y, más que una fardada destinada a alardear de lo que RuPaul tenía entre las manos de cara a su décimo «Drag Race«, a mi aquel anuncio me parecía más bien una tabla de salvamento lanzada hacia los que, como yo, habían empezado a sentir cómo su fanatismo hacia este formato empezaba a hundirse y ahogarse en aguas particularmente turbias y tenebrosas.
Me explico. En mi caso en particular (y, sí, estás en lo cierto si has empezado a sospechar que a continuación viene uno de esos alardes del tipo «yo estoy en esto antes que tú»), descubrí «RuPaul’s Drag Race» mientras se estaba emitiendo la séptima temporada. Haz las cuentas: mucho antes de que llegara a Netflix. Y si digo esto no es (solamente) para exhibir mi medalla de fan veterano, sino para dejar bien claro que hace tiempo que se me apagó la «novedad» en el mundo RuPaul… Aun así, ahí estaba, temporada tras temporada siguiendo el programa con un fervor que ríete tú de los místicos religiosos.
Si, en tu caso, descubriste «RuPaul’s Drag Race» cuando desembarcó en Netflix, realmente te envidio un poco, ya que eso significa que el tirón de la novedad reciente posiblemente hiciera menos doloroso el visionado de la tercera temporada de «RuPaul’s Drag Race All Stars«… Y mira que la cosa empezó bien. Bueno, en verdad no. En verdad empezó fatal: cuando se anunció el casting del tercer «All Stars«, muchos fuimos los que nos llevamos las manos a la cabeza y nos preguntamos dónde estaban las drags de verdad. Después de un segundo «All Stars» glorioso en el que convivieron Alaska, Katya, Alyssa Edwards, Detox y un buen puñado de verdaderas estrellas, al casting de la tercera temporada parecía que le faltaba eso: stars.
Pero, tal y como decía más arriba, pese a que el casting era de lo menos prometedor, los dos o tres primeros episodios de este «All Stars» fueron un subidón inesperado. Vale, puede que no concursaran ni Valentina, ni Kim Chi, ni Shea Coulée, ni Pearl, ni Naomi Smalls, ni Willam. Ni nadie que nos interesara mínimamente más allá de Trixie Mattel (y, en mi caso, perdonad el fanatismo, también Aja). Pero la aparición por sopresa de Bebe Zahara Benet, el nivelón extremo de BenDeLaCreme, la energía arrolladora de Shangela y (de nuevo perdonad el fanatismo) el drag forward de Aja nos hicieron pensar que RuPaul es una vieja diabla y que nos estaba refregando por la cara un casting pluscuamperfecto y jodidamente elocuente por lo que tenía de inesperado.
Y sí, el casting era de puta madre… Pero el formato «All Stars» se destapó como una acumulación de despropósitos absurdos y, lo que es peor, RuPaul optó por observarlo todo desde la barrera de protección en vez de parar en seco y cambiar las reglas para dar sentido a lo que estaba ocurriendo. Que RuPaul se limite a elegir a las perdedoras y a las ganadoras de cada desafío, que las ganadoras hagan lip sync por su vida y que la mejor de ellas elimine a una de las perdedoras era algo que tenía su gracia al principio, pero que se ha revelado como una insensatez realmente intolerable.
De hecho, visto en perspectiva, que Roxxxy Andrews avanzara hasta la final del segundo «All Stars» por encima de Alyssa Edwards o de Tatianna ya debería haber hecho saltar las alarmas. Pero, en la tercera edición del formato, aquel desliz se convirtió en una verdadera locura francamente imposible de entender. De hecho, cuando creías que estas reglas no podían ser más absurdas, llega el último capítulo y (¡spoiler!) RuPaul convoca a todas las expulsadas para que decidan ellas cuáles son las dos concursantes que se han ganado el derecho a luchar por la corona. ¿Qué ocurre? Que si, por ejemplo, eres Shangela y has expulsado a un buen número de las ex-concursantes, ya puedes olvidarte de luchar por la corona. Y eso es así.
Solo de esta forma se explica que el lip sync final fuera un combate entre Trixie (bueno, venga, vale, aunque su desarrollo en el programa fue menos espectacular de lo que esperábamos) y Kennedy Davenport (hell no!). Por cierto, aquí va un rumor que circula por internet: de haber participado en el lip sync final, Shangela llevaba debajo de su vestido mogollón de globos repletos de purpurina que liberaría a la mitad de la canción para ir explotándolos poco a poco y así crear una verdadera glitter rain. Eso es lo que (presuntamente) nos perdimos por culpa de que RuPaul no supo cambiar a tiempo las reglas de programa.
He de reconocer que, en mi humilde opinión, el tercer «All Stars» hizo bluff en el momento en el que Bebe expulsó a Aja (¡hay que tener huevos!). Pero la misma RuPaul era consciente de que aquello no había por dónde cogerlo y de que estaba perdiendo fans (y espectadores) con cada nuevo capítulo… De ahí el «Tens… Tens… Tens across the board!» para anunciar una décima temporada de «Drag Race» que nos hiciera recordar por qué adoramos este formato. RuPaul lo sabía y nosotros lo sabíamos: tanto ella como nosotros necesitamos que el décimo «RuPaul’s Drag Race» sea buenísimo a rabiar.
Y decir esto es un poco injusto, la verdad, porque lo cierto es que la novena temporada de «Drag Race» no queda tan lejos en el tiempo y es, más que probablemente, una de las mejores de la historia del programa (¿junto a la cuarta y la sexta?). Pero es que el fracaso de «RuPaul’s Drag Race All Stars 3» puede entenderse de dos formas diferentes: como un patinazo eventual… o como el principio de un declive que muchos están esperando en palmitas. Ya se sabe: la gente es mala y, con RuPaul amasando premios gracias a este formato, sobran las voces que afirman eso de que ahora ya solo queda ver cómo «Drag Race» se desliza cuesta abajo.
Quiero pensar que no. Y, de hecho, lo pienso… Al fin y al cabo, el arranque de la décima temporada ha sido realmente apoteósico. Se intuyen todo un conjunto de líneas argumentales que son verdadera canela en rama: el beef entre Aquaria y Miz Cracker, el hecho de que The Vixen está jodidamente loca del coño, el drama de Eureka, el hecho de que en el segundo capítulo todavía seamos incapaces de diferenciar entre los tres o cuatro Bob The Drag Queen que hay en el festival (tomaos esto como una broma, por favor, no como algo racista), la posible revelación de Yuhua Hamasaki como el grower absoluto de la temporada, el hecho de que Acid Betty haya vuelto bajo el nombre de Dusty Ray Bottoms (y que mole mucho más), la certeza de que Mayhem Miller va a ser la ganadora… Y, por primera vez en el programa, la inclusión de un boy scout que se transforma en ama de casa de los años 50.
Todo muy loco. Todo muy maravilloso. Todo «RuPaul’s Drag Race» al 1000%, que es lo que necesitamos poderosamente aquí y ahora para probar que esto no es el principio de ningún declive… Sino más bien un pequeño bache a partir del que el programa saltará más alto todavía. Así que ya lo sabes, RuPaul, cari: it’s time for you to lip sync FOR YOUR LIFE! [Más información en el Facebook de «RuPaul’s Drag Race»]