THE STROKES / Comedown Machine. No me digáis que no tiene coña acabar añorando una de las canciones más vilipendiadas de los últimos tiempos. Haced un esfuerzo y volved al lejano mes de febrero de 2013, cuando The Strokes lanzaron “One Way Trigger” y nos animaron un fin de semana que se presentaba como cualquier otro pero que acabó convirtiéndose en una improvisada competición mundial por el tuit más ingenioso. Pues mirad, “En el Muelle de San A-Ha” será todo lo mala que queráis (a mí en realidad me parece horripilantemente divertida), pero es mil veces preferible a ese autoplagio descafeinado llamado “All The Time” (capaz de contentar únicamente a los amantes de las fotocopias en blanco y negro) y, por extensión, a la mayoría de “Comedown Machine” (RCA, 2013), ese quinto disco que muchos pensamos que nunca existiría y que ahora estamos convencidos de que tampoco habría pasado nada si así hubiera sido.
Si hay algo que transmiten The Strokes no ya desde “Angles” (RCA, 2011), sino desde la segunda mitad de “First Impressions on Earth” (RCA, 2006), es pura desgana; y lo de su nuevo trabajo (descartando la boutade de ese primer adelanto) eleva esa apatía a la máxima potencia, hasta el punto de que Casablancas y compañía no piensan hacer ni una sola entrevista promocional ni tan siquiera presentarlo en directo, perfecto resumen de lo que parece importarles este nuevo disco y de lo que, a la postre, nos ha acabado importando a nosotros. ¿Hay algo especialmente destacable en “Comedown Machine”? Pues, dejando aparte los samplers de Maná, no. Si acaso “50/50”, que es más o menos apañada, pero desde luego para paja no da. ¿Y hay algo particularmente irritante? Pues tampoco, quitando esa irritante tendencia al falsete que el bueno de Julian se ha sacado de vaya usted a saber dónde o la profusión de medios tiempos de marca blanca que rellenan el tracklist. Es simplemente un lote de canciones intrascendentes, ni frío ni calor, a las que han corrido a poner un lacito para entregar y ponerse a pensar en sus cositas.
No vale la pena, pues, perder tiempo en detallar una por una un montón de canciones que nadie recordará jamás. Todo en “Comedown Machine” es tan olvidable, tan prescindible y tan MEH que lo mejor que podemos hacer es copiar la actitud de la propia banda: dar acuse de recibo, cumplir con el deber y pedir que pase el siguiente. Sin más. [Pedro Vázquez]