[dropcap]O[/dropcap]DE TO NEW YORK / Kresy. Ante un lanzamiento como el de «Ode to New York» (Freerange Records, 2014) resulta demasiado fácil dejarse llevar por las comparaciones. Porque, al fin y al cabo, la primera vez que escuchamos algo de Kresy fue precisamente en la escudería Hivern: ya fuera primero con “Lord of Percussions / Holding Space” (Hivern Discs, 2012) o poco después con el 12» “Basement Trax” (Hivern Discs, 2012), este misterioso artista aterrizaba en el panorama electrónico patrio a cara tapada pero a estómago descubierto. Es decir, que tardamos cierto tiempo en ver la cara de Kresy… Aunque tampoco es que haya tardado tanto en dar el salto hacia una discográfica internacional, ya que «Ode to New York» se lanza directamente en Freerange. Con estas cartas sobre la mesa, las comparaciones con John Talabot y Pional están servidas. Pero, igual que Pional supo desmarcarse por completo de las comparaciones con su partner in crime John Talabot a base de un tesón que busca una identidad propia, Kresy está haciendo exactamente lo mismo. Pasito a pasito. Ladrillo a ladrillo.
Pero centrémonos en «Ode to New York«, un EP de cuatro temas (tres originales y una remezcla) con el que está claro que Kresy mira hacia el house de la ciudad que nunca duerme en muy distintas épocas de su existencia. La identidad geográfica y musical más marcada está en «Sweet Dangerous MC’s«, el tema que abre la referencia con un house pletórico que haría las delicias de la Azealia Banks menos histriónica y más adicta al Ball Vogue refinado y estilizado, todo sobrevolado por la presencia omnipresente del dulce MC del título. A continuación, «Last Cocktail of Stallone» (además de tener un nombre tremendamente fetén) suena a algo así como a un dj noventero de NYC permitiéndose hacer una pequeña escapada a Chicago para comprar discos y volver totalmente influido por el sonido de esa ciudad: el resultado es una canción hipnótica que recuerda a los inicios de Kresy, cuando el hombre practicaba la composición como la espiral de un hipnotista. Y, por último (si pasamos por alto la deliciosa variación de «Last Cocktail of Stallone» que proponen Vin Sol y MATRiXXman), «Midnight in Manhattan» destaca gracias a una melancolía destilada a través de un piano vaporoso que sobrevuela la composición como un pájaro espectral flotando ingrávido sobre la Gran Manzana. Conclusión: tres canciones que se escuchan como una declaración de independencia. [Raül De Tena]