Las vacaciones se han acabado, es hora de volver al cole y de presentar los deberes hechos durante el verano… Soy de esos chicos que hacen sus deberes con una sonrisa en la cara y que se mueren por presentarse el primer día de clase para apabullar a compañeros y profesores con todo lo que he realizado durante el verano. Aunque, no nos engañemos: me lo paso bien cumpliendo mis obligaciones porque, básicamente, se trata de leer lo que me de la gana y luego contároslo. Una tarea ardua pero que, por el bien de vosotros, nuestros lectores, la cumplo con todo el cariño del mundo. Te preguntarás que por qué hablo de “tarea ardua” si lo único que se me pide es estirarme en el sofá, Bloody “Meri” en mano, a leer un tebeo. Pues te diré el por qué aunque no es un gran secreto: agosto apesta. Lo sabemos tú, yo y, por encima de todos nosotros, lo saben las editoriales. Es justo el contrario de lo que pasa en el cine. Si en épocas veraniegas las súper producciones blockbastereras pululan las salas de cine, en el mundo del cómic no se publica nada del otro mundo y por eso te pasas el verano releyendo cosas y esperando que llegue el ansiado otoño. Aunque no todo es malo en esta vida y los milagros ocurren: con cuentagotas, las editoriales nos sorprenden durante estas fechas con alguna joya como la que vamos a tratar hoy.
Estamos hablando de «Reproducción por Mitosis» (publicado en nuestro país por EDT) o, lo que es lo mismo, la primera obra publicada en nuestro país del nuevo enfant terrible japonés Shintaro Kago. Así que tomate un protector estomacal y adentrémonos en los lugares más sórdidos y escatológicos de la mente del nipón de moda… Esta obra está compuesta por catorce relatos que se adscriben al género llamado ero-guro, nacido en Japón durante el 1920-30. Erotismo rozando lo pornográfico, violencia extrema, vísceras, humor negro, entrañas y excrementos. Esto viene a ser la carta de presentación de «Reproducción por Mitosis«. Pero que todo esto no te eche para atrás, ya que nos encontramos con historias muy divertidas a la par que bonitas que conseguirán que no apartes la mirada de las páginas ni un solo instante, por muy grotescas que sean las imágenes.
En nuestras manos tenemos un panegírico sobre el sexo extremo y enfermizo donde la corrupción física del cuerpo humano está a la orden del día. La divertida “Síndrome Labio-bucal Contagioso” o la perturbadora “Calle Trasera Ante La Estación” son un buen ejemplo de ello. Pero una vez te has adaptado al tono de las historias, nos encontramos con lo que seguramente sea el relato más grotesco, escatológico y enfermizo de Shintaro Kago que se haya recopilado en este tomo. Me refiero a la inigualable “Atasco”, un título más que acertado teniendo en cuenta que la historia va de mujeres estreñidas y de lo que son capaces de hacer para desatascarse. Estamos hablando desde petardos en el culo hasta abrirse en canal con un cutter. Mención especial al momento “hermanas” donde una de ellas es una tullida que con un solo vistazo evoca al teniente de primero Sunaga, protagonista de “La Oruga” de Suehiro Maruo.
La fascinación por el horror y la belleza de lo macabro a llevado a Shintaro Kago al complicado campo de las similitudes. Cuando se habla de Kago, enseguida aparece una sobra larguísima, capaz de abarcarlo todo y que responde al nombre de Suehiro Maruo, uno de los maestro del ero-guro. Es cierto que ambos autores comparten ese superpoder que consiste en hacerte cómplice de algo horripilante pero a la vez bello. Contemplar algo asqueroso y, a la vez, sentirte abrumado por la coexistencia de lo sublime y lo abominable en el mismo instante. El problema es que, más allá de los rasgos que configuran el ero-guro, bajo mi punto de vista, estos dos autores no deberían situarse en la misma categoría. Mientras que las obras de Maruo se fundamentan en la belleza del dibujo y en la poesía de las historias, las de Kago son un esfuerzo de meta-ficción nada desdeñable. Con esto quiero decir que ambos autores se encuadran en el mismo género de ficción, pero no hacen lo mismo. Si fuesen boxeadores, pelearían en categorías de peso distintas. Seamos sinceros, Kago está a años luz de la belleza visual de Maruo y de toda esa magia que rodea sus relatos y, sin embargo, Maruo no se centra tanto en jugar con las estructuras del medio con el fin de crear algo completamente nuevo o rompedor. Lo dicho, dos categorías distintas.
Pero el Shintaro Kago que brilla por encima del resto es el que va más allá del ero-guro tradicional e imprime de un sello propio a sus obras. Ejemplo de esto son los relatos que componen la segunda parte del tomo, la que se centra en la meta-literatura y en romper las convenciones tradicionales del manga y del cómic en general. En particular, me gustaría señalar “Reproducción por Mitosis” (pieza que da titulo a la obra donde las viñetas son las protagonistas de la historia y deciden cómo hacerla avanzar), “Blow Up” (una especia de homenaje a la película de Antonioni) y, por último, “Precauciones Innecesarias”, donde aprendemos que la misma historia puede tener varios significados completamente distintos y donde lo único que cambia es la mirilla por la que observamos.
Tanto si eres un apasionado del género como si nunca has leído nada tan trasgresor como suelen ser las obras ero-guro, recomiendo esta lectura. Sólo por las historias en las que el autor juega con las estructuras del cómic, ya vale la pena. ¿Shintaro Kago hace una disección del género humano a través de la conversión del hombre en una simple mercancía, con la que trastear de mil maneras distintas o simplemente se dedica a hacer historias sin sentido alguno, pintadas con una espesa capa de mal gusto gratuito? Como siempre, la última palabra la tienes tú.