El álbum conceptual está acabado, ya no tiene sentido en el pop de hoy en día… ¡Mentira! Al menos para Fernando Martínez, alias Remate, que se planteó como tal su último trabajo: “Superluv. Por lo Que Tiene de Romántico” (Everlasting / Pop Stock!, 2011). Un disco que gira en torno a un argumento hilvanado a partir de un curioso a la par que interesante asunto: la repetición del apellido artístico Luv en varias actrices porno estadounidenses. ¿Nadie se había dado cuenta antes? Puede que sí, pero el madrileño tuvo la genial ocurrencia de transformar ese particular denominador común en unas canciones que no sólo versan literalmente sobre la cuestión, sino que también abordan el cariz irónico, adorable y, por qué no, deprimente del hecho de que determinadas protagonistas del sexo filmado se decantasen por compartir la abreviatura de una palabra casi sagrada: Love. Además de esa anécdota, lo más interesante del caso es comprobar cómo una pequeña chaladura de un orfebre del pop artesanal se convierte en una gran obsesión… Hasta tal punto se empecinó Remate en alcanzar sueño americano que había decidido romper con su discográfica (Mushroom Pillow), su productor (más que) habitual (Paco Loco) y su cara más reconocible (composiciones desnudas interpretadas en inglés).
Empecemos por el primer cambio radical: el encargado de pulir el material que ya estaba preparado. Para dicha tarea, Fernando recurrió a LD Beghtol (LD & The New Criticism), aprovechando la admiración mutua que, años atrás, había nacido entre los dos artistas. A medida que el proyecto iba avanzando, la mano del de Kentucky se iba notando cada vez más, hasta tomar el papel de padrino e impulsor de todo el jaleo que había detrás de la confección de “Superluv”. Lógicamente, esta colaboración se materializó en un nuevo sonido… Y aquí viene la segunda fase de la cirugía estética de Remate: si en “No Land Recordings” (Acuarela, 2007) y “Safe And Sound” (Mushroom Pillow, 2008) los arreglos eran mínimos y cada corte aparecía prácticamente tal cual se había parido, en este álbum se aprecia una mayor variedad instrumental, ornamental, estilística e idiomática. Efectivamente, a pesar de que Remate tuvo que saltar a los Estados Unidos para arrancar y rematar (valga la redundancia) su dulce locura, en este álbum recupera el castellano para algunos cortes. Al contrario de lo que sucede con ciertos grupos y solistas nacionales que naufragan cuando realizan ese mismo cambio, Fernando mantiene intacta la sonoridad y la calidad de sus palabras: no importa que invoque el espíritu psicodélico de The Beach Boys en “Típico de California”, introduzca a Shirley MacLaine en las metáforas narcóticas de, justamente, “Shirley MacLaine”, se ponga poéticamente corrosivo en “Iris” o sea él mismo en “Estampidas de Caballos” y “Gigante” (esta publicada previamente como maxi-single el pasado año).
Más allá de su acertado manejo de la lengua española, hay que tener en cuenta las sorprendentes fluctuaciones sonoras de “Superluv”, de las cuales buena parte de culpa habrá que echársela a LD Beghtol. Así, podemos toparnos con una pequeña pieza lo-fi como caída del cielo de los 90 (“Laurie Allen”), una preciosa balada mecida por brisas de la costa oeste norteamericana (“Por lo Que Tiene de Romántico”), un arrebato eléctrico de compasión (“Penny Century”) o un latigazo noise que bien podría juntar próximamente a Fernando y a Triángulo de Amor Bizarro sobre un escenario (“Más Allá”). A las cartas ya mostradas habría que añadir los pequeños coqueteos de nuestro hombre barbudo con la electrónica doméstica: “La Pérdida” o “Superluv”. Sin embargo, una vez que se escuchan del tirón los variados cuarenta minutos de este homenaje a la pornográfica familia Luv, surge la extraña sensación de que todo el conjunto parece proceder de un mismo tronco: The Magnetic Fields, la mayor influencia reconocida por Remate desde siempre. De hecho, Stephin Merritt estaba destinado a aparecer como uno de los colaboradores estrella de este largo, pero finalmente su intervención se redujo a tocar su ukelele en varios temas. Hablando del neoyorquino, podríamos buscarle tres pies a nuestro gato y conectar, de algún modo, su “69 Love Songs” (Merge, 1999) con este “Superluv”: en el primero se sublima la palabra amor (ese gran Love) para describir el vasto espectro emocional por el que se mueve el ser humano; en el segundo, se acude a su abreviatura más sencilla, urgente e incluso sucia (ese minúsculo Luv) para mostrar sus ramificaciones físicas, pasionales y ardientes pero, al mismo tiempo, dramáticas y desprovistas de alma y pureza de sentimientos.
Si a alguien le queda alguna duda sobre el objetivo primordial de este disco, tiene la posibilidad de esperar a que se acabe de rodar y se estrene la película (durante 2011) que reforzará el mensaje de “Superluv”, en la que el propio Fernando Martínez visitará a cada una de esas chicas llamadas Luv para contarles que son las protagonistas de estas catorce canciones y, de paso, interpretarles in situ alguna de ellas. Expectantes estamos ante el resultado que puedan deparar esas escenas tan íntimas…