Hay una leyenda urbana que dice que las mujeres no consumen pornografía. Bueno, la verdad es que hay muchísimas leyendas urbanas que engrandecen el mito de que las mujeres no necesitan el sexo para vivir (o que, al menos, no lo necesitan de forma tan desesperada como los hombres). Pero centrémonos en lo que nos ocupa: el mito de la literatura erótica. Cualquiera podría pensar que lo de leer relatos eróticos es una cosa reservada para el relleno de páginas entre fotos guarras y más fotos guarras en las revistas pornográficas de diverso calado. E incluso que cuando se trata de publicar libros eróticos en sí, el principal público son hombres dispuestos a buscar la sexualidad en todos los recovecos de su existencia (incluso en su existencia cultural). Pero el recientísimo éxito de la trilogía firmada por E.L. James (que resulta que es una señora de 28 años llamada Erika Leonard y que vive en las afueras de Londres con su marido y sus dos hijos) niega por completo todo lo dicho: esta es la historia de un joven multimillonario de tan sólo 27 años que seduce a una estudiante de literatura, iniciando así una historia de sexo con alto componente de sumisión y sadomasoquismo. Las tres novelas se titulan «Fifty Shades of Grey«, «Fifty Shades Darker» y «Fifty Shades Freed«, y tras triunfar por todo lo alto en EEUU llegarán finalmente a nuestro país gracias a la sabia mano de Random House Mondadori (Grijalbo las publicará en castellano y Rosa dels Vents en catalán). ¿Quién dijo que la literatura erótica era cosa de machos?