Y al fin llegó el día de San Valentín y la banda de Oxford habló. Así podríamos titular musicalmente la semana pasada. Atrás quedaron todos los rumores, todos los “Radiohead tienen el disco casi acabado” o los “el disco de Radiohead verá la luz a finales de este año”. Thom Yorke y compañía se movieron con el sigilo con el que lo han venido haciendo todos estos años, ese que les da un aura de agrupación especial, en esta ocasión colgando en su web un escueto “Thank you for waiting” y anunciando las posibilidades de compra (nada de pago a la voluntad en esta ocasión) de su flamante «The King of Limbs» (XL / PopStock!, 2011), cuya presentación se demoraba para una escasa semana después… La semana fue pasando y los fans nos fuimos quedando sin uñas hasta que llegó la mañana del viernes y apareció el vídeo de “Lotus Flower”, que mostraba a un Yorke bailando en un estado a medio camino entre epilepsia y autismo y que pronto alcanzará el estatus de clásico, si no lo ha hecho ya, a tenor del número de parodias que ha desatado. La canción, dicho sea de paso, enganchó. Y, de pronto, se adelantó el lanzamiento a esa misma mañana y el quinteto comenzó a quemar blogs y a acaparar trending topics. «The King of Limbs» ya estaba entre nosotros.
Decir antes de nad, que lanzarse a juzgar un disco de esta gente con unos pocos días de perspectiva puede ser contraproducente, pues las grabaciones a las que nos tienen acostumbrados no suelen ser de fácil digestión. El octavo disco de los británicos no podía ser una excepción, y las ochos canciones que lo conforman son de todo menos accesibles, originando algo más de treintaicinco minutos de pura experimentación electrónica en los que las guitarras pierden (muy a nuestro pesar) el protagonismo que solían tener en gran parte de sus composiciones. Y digo solían porque a Radiohead (o quizás deberíamos decir: a Thom Yorke) siempre le ha tirado la electrónica, sólo así se explica la manera en la que se introducieron en el nuevo siglo de la mano de los complicados «Kid A» (Capitol, 2000), «Amnesiac» (Capitol, 2001) y «Hail to the Thief» (Capitol, 2003), quizás también en parte para huir del olimpo de la música alternativa en el que habían entrado tras el excelso «OK Computer» (Capitol, 1997). Merece la pena asimismo recordar la aventura en solitario de Yorke de hace unos años a través de un «The Eraser» (XL, 2006) que enamoró a algunos y dejó un poco trastocados a otros muchos, algo que este «The King of Limbs» también corre el riesgo de sufrir, pues vienen unidos por un puñado de similitudes principalmente musicales.
Este es un trabajo que comienza dejándonos claro por dónde van los tiros desde un primer momento con “Bloom”, un tema que se mueve en el ámbito de antiguas canciones como “Morning Bell” en parte debido a esa melancólica melodía que exuda, en parte a causa de esa atormentada voz tan característica de Yorke. Le sigue una “Morning Mr Magpie” apoyada en un ritmo constante que ya hemos escuchado previamente, ¿posiblemente en «15 Step«? “Little by Little” es correcta, pero “Feral” termina aburriendo y, a estas alturas, nos vamos dando cuenta de que preferimos a los Radiohead más guitarreros, a esa banda capaz de ofrecernos composiciones eléctricas tan sublimes como “Climbing Up The Walls” o “You”, que es lo que quizás estuviésemos esperando erróneamente. Sea como sea, “Lotus Flower” es un temazo como la copa de un pino: un clásico casi instantáneo, un corte realmente adictivo que nos atrevemos a colocar a la altura de cualquiera de los grandes éxitos del grupo. El resto del disco se mueve en las aguas de la regularidad (siendo “Codex” lo más salvable), pero la realidad es que pasa sin pena ni gloria. Y eso es algo que podríamos perdonar a cualquier otro grupo, pero que no nos queda más que criticar cuando se trata de Radiohead, posiblemente una de las bandas británicas más importantes de todos los tiempos. La realidad es que «The King of Limbs» no es (ni de lejos) un mal disco; de hecho, es un intento respetable por parte de la banda de hacer algo en lo que realmente creen. Pero viniendo de un gran disco como acabó resultando ser «In Rainbows» (XL, 2007) y con la expectación que siempre genera un lanzamiento de esta formación, la sensación general es de cierta desilusión. Desilusión porque ¡coño, son Radiohead! Y es de ellos de los últimos que esperábamos un álbum no digamos mediocre, pero normalito. Es lo jodido cuando no nos tienen acostumbrados a ello.
Como ya sabréis a estas alturas, corre por ahí la teoría de que falta una segunda parte que complemente estas ocho canciones; y la verdad es que las pruebas que se sugieren gozan de cierto sentido por mucho que la realidad sea que se esperaba que apareciese a lo largo del fin de semana pasado y poco a poco la esperanza se va siendo reemplazada por una cierta decepción. De cualquier manera, no conviene ni mucho menos enterrar, dar por perdida, o buscar un relevo generacional (como ya se ha empezado a sugerir por la red) de una banda que nos ha traído algunos de los momentos musicales más brillantes e inspiradores de las últimas décadas. Un servidor, al menos, esperaría a ver el próximo paso de los autores de “cositas” como «OK Computer» o «In Rainbows«. Casi nada.