JÓVENES Y SOBRADAMENTE PREPARADOS. Aquí deberían aparecer Sam France y Jonathan Rado, componentes de Foxygen, pero la cancelación de su gira europea y su consiguiente eliminación del cartel lo han impedido. Así que centrémonos en los nombres que aún se mantienen en la parrilla de salida, de entre los que sobresalen dos. El primero de ellos es el de James Blake, sobre el que ya se han vertido todo tipo de elogios relacionados tanto con su LP de estreno (el homómino “James Blake” -A&M / Universal, 2011-) como con sus apasionadas interpretaciones en directo. A Oporto llegará con su segundo álbum todavía caliente, “Overgrown” (Universal, 2013), trampolín que le debería facilitar superar la etiqueta soul-step y abrazar otras sonoridades vanguardistas mediante su finísima sensibilidad. Y, frente a los sentimientos a flor de piel, surgen los riffs voltaicos de los canadienses Metz, carne de hype el año pasado antes de que editaran su debut en largo, «Metz» (Sub Pop, 2012). Pero sus miembros, Alex Edkins, Hayden Menzies y Chris Slorach, pasaron velozmente del asunto agarrados a su punk-rock desatado y su noise rompe-decibelios. Con su atrevimiento, también sobrevivieron a las manidas comparaciones con Shellac (presentes, a su vez, en el festival), Nirvana o Pixies, y evitaron que los colocasen como sus nuevos sucesores para refrendar una firme personalidad propia. El desenfreno guitarrero está garantizado.
UN PAR DE CLÁSICOS A LOS QUE LES SALIÓ CARA… La moneda que Nick Cave (en la foto) arrojó al aire a mediados de los 80 cuando se arrimó a The Bad Seeds sigue girando, aún no ha caído al suelo. Lo curioso es que, a pesar del movimiento, sólo se ve cara. No se sabe qué clase de pacto con el diablo hizo el australiano para que, casi tres décadas después, haya despachado con las Semillas Negras un LP de la altura de «Push The Sky Away» (Bad Seeds Ltd, 2013), tan intenso como de costumbre pero diferente, ya que su histórico compinche Warren Ellis adquiere mayor protagonismo y la continencia eléctrica gana la partida, aunque sin romper la marca rock característica de sus autores. Porque, a pesar de sus mutaciones temporales, Nick Cave & The Bad Seeds continúan haciendo ROCK, tal cual, en mayúsculas. Otras letras capitales hay que utilizar para hablar de Dead Can Dance, pero aplicadas a su MÚSICA DE OTRO MUNDO. Nada de new-age ni pamplinas semejantes: Lisa Gerrard y Brendan Perry trascienden esa clase de etiquetas simplistas al ser capaces de registrar sus sonidos en otra dimensión, huyendo de coordenadas temporales que los constriñan. Sólo así se entiende que hubiesen transcurrido dieciséis años para que la pareja publicase “Anastasis” (PIAS, 2012), la continuación de “Spiritchaser” (4AD, 1996), sin que se apreciasen los devastadores efectos del paso del tiempo. En su caso, la moneda que lanzaron al aire hace treinta años se alojó en el edén que guarda la fuente de la inspiración eterna.
… Y UNA LEYENDA A LA QUE LE SALIÓ CRUZ. Y ni siquiera lo sabía. Bueno, sí que era consciente de que su carrera musical se había dado por finiquitada mucho antes de lo que hubiera deseado. Lo que desconocía por completo era que su figura había alcanzado posteriormente estatus de símbolo deificado en Sudáfrica, a partir de mediados de los 70, en los años más oscuros del apartheid. Esta es la síntesis del rocambolesco cuento de hadas de Sixto Rodriguez relatado en el ya archiconocido documental “Searching For Sugar Man” (Malik Bendjelloul, 2012). Rescatado Rodriguez del anonimato, una vez más, corresponderá comprobar en vivo y en directo hasta dónde llega el mito creado a su alrededor, si hay motivos para creerlo o si, al fin y al cabo, la cuestión sólo debe reducirse a una carambola del destino que comenzó en su Detroit natal y saltó al sur del continente africano.