No podíamos olvidarnos de una de nuestras tradiciones favoritas: ¡llevar a juicio a los hijos de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» (y a sus madres)!
Decía Luján Argüelles en el arranque del primer episodio de la nueva temporada de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» que el amor desapareció de la faz de la tierra hace dos años… Y, oye, mira, tiene razón la tía. Soy consciente de que se refería a que hace dos años que no teníamos a los #HijosTróspidos en antena, pero también debemos entenderlo como que, al fin y al cabo, este programa ha acabado por encapsular el significado del amor para los habitantes del siglo 21. ¿O acaso no creemos todos que una relación amorosa es a día de hoy un programa de tele ultra-editado, con efectos de sonido surrealistas y con un guión de aquí no te menées en el que todo el mundo actúa con un nivel que ríete tú de Stanislavski con tal de asegurar un golpe final de efecto a lo rom-com yanki?
Eso es el amor en el año 2017: un sentimiento que ya no embellecen los poetas, sino que acaba -dulcemente- destrozado entre las maquiavélicas manos de los guionistas de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«. Pero, venga, me dejo ya de tanta paja mental y voy a lo que interesa, que es la nueva temporada de este icónico programa conducido por Argüelles. La primer pregunta es inevitable: ¿qué tal? ¿Merece la pena? Joder que si merece la pena, chiqui. A poco que disfrutaras en ediciones anteriores, te puedo asegurar que este primer episodio ya ha abierto los suficientes frentes bélicos como para desatar unas 178 guerras mundiales. Kim Jong-un se muere de envidia.
Se agradece, eso sí, que los responsables de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» hayan decidido eliminar casi por completo algo que ayudó a renovar el programa hace un par o tres de temporadas: la edición de sonido más salvaje que se recuerda en la historia de la televisión española. El recurso de los soniditos despendolados sigue existiendo, pero en esta ocasión se aplican con una mayor economía… Entonces, ¿ha dejado «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» de ser un espectáculo de pura realidad aumentada? Ni hablar.
Si alguien me pregunta, diré que esta edición el surrealismo va a venir directamente de algo que ya se había hecho con anterioridad en el programa: la edición (de nuevo salvaje) de las conversaciones. Pongamos un ejemplo… Cierta candidata dice que tiene dos perros. Explica que el primero de ellos se llama Darwin porque alguien le dijo que Darwin era un científico así como antiguo. El pretendiente le pregunta si sabe quién es Darwin. Ella recalca que Darwin es un científico antiguo, y pasa a hablar a continuación de su nuevo perrito más chiquitito al que está pensando en bautizar como Diversión. Tal cual. En serio, no sé hasta dónde es verídica esta conversación (ambos nombres demuestran, de hecho, el mismo nivel de retraso mental por parte de la candidata), pero lo que sí que sé es que es básicamente un diálogo antológico. Pura historia catódica.
Por todo lo demás, y si nos guiamos por el habitual resumen de principio de temporada, en esta ocasión parece que tendremos barra libre de todo lo que nos gusta: chonis que se pelean entre ellas, concursantes ultra machistas que se vienen demasiado arriba, hijos que dicen que adoran a su madre pero que en verdad sudan continuamente de lo que esta les dice, niñas monas siempre a punto de sacar un machete y cargarse a todo el mundo… Y ya tú sabes: «algo que nunca ha ocurrido en la historia del programa«, como aseguraba Luján en el mencionado resumen. Mi apuesta es que Jesús, el concursante musculoca, revela al final de todo que está en proceso de reasignación de género. Porque lo suyo no es normal, tías. Pero bueno, permitidme que empiece precisamente llevando a Jesús a juicio.
JESÚS (y Mari Cruz). Ya lo he dicho: Jesús es una musculoca asturiana que, más que estar ciclándose para triunfar en la competición de El Hombre Más Fuerte Del Mundo, se está hormonando para un cambio de sexo o algo así, porque no es ni medio normal su rollo ultra-emotivo que parece que viva con una regla perpetua. El exceso de hormona sintética en su organismo explicaría lo inquietante que resulta mirarle a la cara, porque básicamente nunca acabas de determinar si la suya es una expresión de bonachón bobalicón, de baboso de gimnasio o de mujer intentando abrirse paso desde su interior para pedir un tampón y que se acabe el dolor de su regla.
No sé. Tiene un séptum, y eso no puede ser una buena señal. Y también tiene un exceso de ceja producida, lo que tampoco es pájaro de buen agüero. El verdadero amor de su vida es su chihuahua Lola, a la que (tra)viste con diferentes modelazos evidenciando toda una infancia de represión queriendo vestir a las Barbies de sus primas. Dice que a veces necesita expresar lo que lleva dentro, así que escribe «en libretas, servilletas, donde sea, me inspiro y allá escribo«. De hecho, en este primer episodio le dedica un poema al otro gran amor de su vida: su abuela. Y ya te puedes imaginar: el nivel es el de una niña de 5 años atrapada en el cuerpo -y el cerebro- de Arnold Schwarzenegger.
Pero, bueno, ¿qué hago hablando de Jesús cuando tendría que estar hablando de su madre Mari Cruz? Porque, a ver, después del primer episodio no me queda claro si esta mujer es la reencarnación de Amy Winehouse en el cuerpo de una señora asturiana que se ha tenido que someter a la operación de blanqueamiento de Michael Jacskon; o si, por el contrario, es Loli Álvarez que se ha comido a Ylenia. Lo que sí que me queda claro es que tiene 18 chihuahuas, ques e sorprende porque la gente de su pueblo no lo entiende aunque viste como las señoritas de la calle Montera y, sobre todo, que es una «artista impresionista» que incluso se ha atrevido con un cuadro de la reina Letizia. Nada más que añadir, su señoría.
En cuanto a las pretendientas, mi preferida absoluta es Iziar, que es muy sociable y habladora pero que todo lo que tiene de sociable y habladora lo tiene de mala leche. Dice que se vuelve muy loca. Dice que es de mecha corta. Y yo digo que tiene un cuadro de bipolaridad muy severo que, sin embargo, a Jesús le vuelve (ehem) loco. Ojito también, eso sí, con otra de sus favoritas: Laura (a no confundir con su gemela, a la que ya le han pegado la patada), que se define a sí misma como «chica bikini fitness» sea eso lo que sea (¿he de recordar que en Catalunya un bikini es un sandwich mixto?).
Y no nos olvidemos de otra de mis favoritas aunque parece que Jesús tampoco le hace demasiado caso: se trata de Ana, la madrileña loca de los tatus que lleva tatuado un caballo, lo que provoca que el hijísimo pregunte «¿tienes caballos?» y ella responda «no, tengo una rata«. Pues eso. Nivel psiquiátrico como el de otra de las eliminadas: Alba, una loca que enseña a Jesús unos dibujos que parecen salidos de la típica película en la que un niño intenta expresara través de ilustraciones temblorosas que un monstruo viene a verle. Vamos, que si yo estoy en el plató le doy un muñeco a Alba y le pregunto dónde le han tocado, porque vaya cuadro.
¿VEREDICTO? Jesús va a ser uno de los grandes concursantes de esta edición de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«… Si no lo es por el twist final de su reasignación de género, lo será simple y llanamente gracias a su Mari Cruz, que está ultra-zumbada y que en cualquier momento secuestra la emisión para mostrar una orgía de ella rodeada por sus chihuahuas y veinte tarros de mermelada.
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FERNANDO (y Silvia). Así os lo digo: a Fernando me lo voy a ventilar rapidito porque es un puto coñazo de ser humano. Será, al fin y al cabo, que mi familia andaluza me ha puesto en sobreaviso contra este tipo de ente hectoplasmático que se dedica a pasearse por la Feria de Abril gritándole «ole y ole» a todo lo que se menea. Si va de faralaes y tiene chocho, se merece un «ole y ole» por parte de este chaval que prometía cuando dijo que le llamaban El Niño de Bartolo Toro… pero al que le bastaron tres minutos para desinflarse cosa mala.
El único interés del arco argumental de Fernando acabará siendo la tensa relación con su madre, Silvia. Lo típico: empieza con que es su mujer ideal, que «la quiero, la amo, la adoro y la llevo a los toros, le compro galletas» (pero espero que no le toque las tetas, por el bien de su salubridad mental). Más tópicos: la mujer en la que más confía es su madre, y la mujer a la que busca tiene que ser como su madre. En cuanto empiezan a aparecer candidatas enseñando un mínimo de muslamen, sin embargo, Fernando se pasa la opinión de Silvia por el arco de sus cojones.
Así que esperemos que todo el aburrimiento que genera su rollito de andalusí machista (¿llegó a decir en la presentación que una buena mujer tiene que saber qué hacer con la escobilla después de que tú vayas al baño o me lo imaginé?) quede aplacado por una guerra fría con su señora madre. Porque es que ni las candidatas pueden salvar el sopor al que induce el mero vistazo de Fernando… Bueno, vale, a este hijo le ha tocado la habitual rumana loca del coño dispuesta a beberse hasta el agua de los floreros y a apartar cámaras diciendo «a mi no me grabas más», pero el mero hecho de que dijera que de España lo que más le gusta es Donald Trump me ganó el corazón.
Aunque, mirad, lo de este chaval es tan previsible que ya sabemos que va a quedarse con Rafaela, un pivonazo que solo destacó por llevar un tupper de puchero a la presentación. Que, oye, a lo mejor es más efectivo que enseñar tu coño rumano, yo qué sé. Mucho cuidado, eso sí, con dos posibles growers: Rocío La Evolucionista («hoy estás conmigo pero mañana estás con una versión más pro de mí misma«) y, por encima de todas las demás, La Cuqui de España o La Cuqui de Huelva, depende de a quién preguntes.
Fue una pena que Fernando echara a otras dos candidatas con mucho potencial: la negra maña que estudia anatomía patológica (a lo que el hijo exclama «qué bien, para verme a mi» y ella responde «sí, cuando estés muerto«) y, sobre todo, Miriam, la candidata que llegó con una lista de 22 cosas que tiene que tener un hombre para ser el amor de su vida, entre las que se encuentran que sea guapo, que tenga bueno cuerpo, buena altura, que no sea un parásito, que tenga coche para recogerla, que pague como un caballero… Y aquí la cosa se pone interesante: que no tenga antecedentes y que tenga el pene grande. Gigante el puteo post-expulsión en el que Miriam asegura que Fernando le ha dado puerta porque seguro que la tiene pequeña. Oye, mira, pues seguro.
¿VEREDICTO? Nos vamos a morir de aburrimiento con Fernando porque, al fin y al cabo, el único chiste que se puede hacer con él ya se lo han hecho todas las candidatas llamándole Pequeño Nicolás.
PEPE (y Joki). Vaya por delante que, en los primeros minutos del programa, decidí odiar a Pepe con todas mis fuerzas. Y es que mirad, de marica a marica, este marica tiene todo lo que suelo odiar en el resto de maricas de la humanidad. Para empezar, vive desapegado de la realidad (algo muy gay, si te lo paras a pensar): dice que se dedica al asesoramiento protocolario pero, al fin y al cabo, es dependiente en una boutique frecuentada por señoras que salen a comprar el pan y deciden sentirse princesa por un día. Todo esto explicado entre múltiples golpes de cabeza para ondear la melena al viento con mucha #intensity, claro está.
Pero resulta que entonces llega ese momento en el que Pepe se pregunta qué es el glamour. Para él, el glamour es… Pues no lo sabe. Dice que se pondría muy intenso si lo supiera. Dice también que la palabra «glamour» es demasiado, y que existen otras mucho mejores como «divino», nena (el nena final es suyo, no mío). Sigue explicándose: «lo acompañas todo de ‘nena’ y está genial, nena«. Y entonces yo no solo decido que adoro a Pepe, sino que, a partir de ahora, va a llamarse Pepe Nena, nena. De hecho, por si no estuviera suficientemente convencido, Pepe Nena nos presenta a su mejor amiga, que es un gordito con bigote que parece salida de una peli de maricas de la transición y que deseo fervorosamente que acabe siendo su consejero más adelante en el programa (oye, un momento, ¿lo de los consejeros es aquí o en las princesas?)
Pepe Nena dice que busca un gay de alta gama, aunque cuando le preguntan cómo le gustan los hombres su respuesta es «a mi me gustan todos«. Resulta francamente perturbadora la fijación que tiene con los perfumes y los olores… Pero obviémosla un ratito para hablar de esa maravilla que es Joki (obviemos también el elefante en la sala: ¿qué puto nombre es Joki?). Y es que, al fin y al cabo, Joki no es la madre de Pepe Nena, sino que es más bien su mariliendre, tal y como queda ejemplificado cuando la mujer no puede reprimirse las ganas de parar en seco el proceso de selección de las candidatas para cantar el «soy maricón de España» a voz en grito.
Y, bueno, eso, que llegamos a las candidatas, porque aquí hay tela que cortar. Vaya por delante que se le está dando un protagonismo excesivo a Rubén, un clon de Josie pero en esmirriada que lo primero que hace es meter el «claro que sí, guapi» con calzador y autoproclamarse como referente en el mundo de la moda, donde le conoce todo el mundo. Suerte que Pepe Nena le para los pies y puntualiza que él no le conoce… Aún así, señores de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«, quítenle protagonismo a este engendro y otórgenselo a Raúl, el cabrero de Sevilla que me ha hecho soñar con la posibilidad de mudarme a Andalucía, rastrearle como una stalker loca del chichi y obligarle a emparejarse conmigo para que seamos Raül + Raúl.
Habrá que poner en cuarentena, sin embargo, a algunos posibles bombazos como Alberto, que tiene una agencia de publicidad a la vez que es community manager de una catedral y lleva una casa de espiritualidad cristiana; o Sergio, el típico marica con el que Pepe Nena ya tiene un fichaje mutuo a través de redes sociales y que dice que le llaman Lomana (aunque también dice que con 18 años se quitó grasa de la barriga para ponérsela en los glúteos, pero que no está bueno debido a esa operación porque, al fin y al cabo, la grasa «se disuelve»). Una pena que quedará eliminado el trap-king con voz de pitufo y pinta de pesadilla (en el after de) antes de Navidad; pero un gran acierto echar al chapas farmacéutico y al tarado que llevaba una foto gigante de él mismo. Si es que, incluso eligiendo a sus candidatas, Pepe Nena es lo puto más.
¿VEREDICTO? Si «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» fuera un concurso entre diferentes rivales, Pepe Nena ya lo habría ganado… Y es que, si necesitas una razón para mirar esta temporada, ya la tienes en este arco argumental.
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JAIME (y María). Así como Fernando me produce sopor y Pepe Nena hace que le rinda pleitesía, con Jaime todavía no sé por dónde irán los tiros… Mi reacción inicial es tirarle de las orejas a los responsables de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» por repetir el rollito de Markus, el modelo que buscaba modela para la eternidad pero que al final resultó ser más marica que Pepe Nena, nena. Pero resulta que, edición de diálogo salvaje mediante, su rollo de «modelo internacional» puede acabar teniendo su qué. Ya veremos.
Su madre, María, dice de él que es modelo internacional y que habla un poco de chino. También dice de él que lo tiene todo… menos sentimientos. Y la verdad es que da un poco de penita cuando María explica abnegada que adora el hecho de que su hijo sea modelo internacional por mucho que eso signifique que no esté en casa por Navidad (nota mental: tengo que preguntarle a los modelos internacionales que conozco si pasan la Navidad en casa o no, algo que voy a tener muy difícil porque, la última vez que estuve cerca de modelos internacionales, alguien me aseguró que iban hasta el culo de DMT). Da más penita todavía cuando Jaime, al que le endilgan la mirada Blue Ice de «Zoolander» pese a que en verdad tiene más bien la «cara para todo» de Keanu Reeves, deja caer que, si fuera sensible, se emocionaría al hablar de su madre.
Y es que su madre merece que nos emocionemos al hablar de ella. Así os lo voy a decir: si no la habéis visto todavía, podéis haceros una idea de cómo es María imaginando a la célebre María José (sí, la del Cola-Co y las manzanas y la bisexualidad) pero con la línea capilar recesiva de Nicolas Cage. María provoca entre ternurica y grimita, algo así como la Niña Medeiros de la saga «[rec]«… Pero creo que, solo por contraposición al saltless de su hijo, al final siempre va a ganar la ternurica. Aunque solo sea por su devoción hacia Fray Leopoldo.
En lo concerniente a las candidatas, a Jorge no le han tocado las más interesantes. Será que no ha rezado lo suficiente a Fray Leopoldo. O será que su madre reza demasiado a Fray Leopoldo, lo que explicaría que una de las primeras expulsadas fuera Sarai, una guarrona que venía dispuesta a darle guerra a María y a follarse a Jaime en la primera cita (lo que, admitámoslo, ha sido infalible en otras ediciones y volvería a serlo en esta) pero que resulta que no llegó a convencer ni a uno ni a otra. Igual que no convenció ni a una ni a otra Tin Tin, la china que venía de una ciudad china en la que hay un montón de chinos, a la que le gusta el alcohol una jartá y que lanzó un haiku al aire tras ser expulsada: «Me siela una puelta pelo me able una ventana pala salil«.
Por suerte, Victoria se libró de la expulsión gracias a una bonita poesía en ruso en la que probablemente hablaba del sexo entre Putin y los delfines pero que quedaba preciosi canturreada en esa lengua infernal. También se salvaron la gran favorita Bárbara (uruguaya que tiene la suerte de vivir en Barcelona, porque si viviera en mi pueblo seguro que ya habría sido bautizada como «la boca chocho» -y esto no me lo invento, porque ya han habido varias «la boca chocho» en mi pueblo-) y mi gran favorita, de la que todavía no me sé el nombre pero que recordaréis como «la perturbada mental que imitó a la mujer del tiempo y a Shakira y que apareció con unos cisnes de barro dignos de una cooperativa de personas con dificultad motriz y tuvo los cojones de decir que era perfeccionista«.
¿VEREDICTO? Pospuesto para sentencia. Lo siento. El arco argumental de Jaime puede acabar siendo un coñazo o una puta maravilla… Pero eso solo el tiempo lo dirá.
DAVID (y Charo). David es otro candidato que va a provocar sentimientos encontrados… Y la culpa es de los propios creadores del programa. A ver, el caso de Markus puso sobre la mesa algo que ya sabíamos: que algunos candidatos que van al programa presuntamente a buscar novia en verdad pierden más aceite que un accidente laboral en la fábrica de Carbonell. (Pequeño inciso: ¿Alexis ha salido ya del armario o qué pasa?) Pero otros casos como el de Rafa y su candidata Sara demostraron que, a veces, los que van de «ricos y famosos» son poco ricos y lo único que quieren es hacerse famosos.
No desconfiemos de entrada. Por mucho, eso sí, que David sea de esas personas que te levantan mal humor tan solo con mirarlas. A ver: dice que vende casas de lujo y que vive como si le hubiera tocado el EuroMillón. También dice que hay cosas más puras e importantes que lo que tiene en su cuenta corriente para, a continuación, aclarar «pero sí que tengo dinero, sí. No me puedo quejar. Esto es así«. David, de hecho, se debate continuamente entre estos dos polos opuestos, por lo que no es de extrañar que al final diga que su país preferido es Zanzibar, un lugar muy rico que «dentro tiene mucha pobreza y la gente es feliz con muy poco, lo que te hace ver que lo más importante no es el dinero sino otras cosas».
Puede que gran parte de esta bipolaridad de niño rico / niño pobre nazca en el trauma de tener una madre como Charo. Porque una cosa os digo: Charo es adorable… Pero no es la madre que querrías si tu pretensión es ser el Onassis español. ¿O te imaginas tú a la madre de Onassis entrando en su habitación para despertarle y asesinarle a base de ambientador del Mercadona? (Por cierto, no puedo callármelo: en esta escena en la que David se levanta de la cama no tiene ni morning wood ni rollo Pinocho ni un mínimo de paquete ni nada de nada… Just sayin’.) Aunque repito: Charo es jodidamente adorable, cree en el equilibrio universal y confiesa que siempre está pensando en hacer algo nuevo. Silencio expresivo. «Ahora estoy pensando en meterme en una ONG. No te digo más«. Pues eso.
Las candidatas, por su parte, van por los derroteros de las de Jaime… Lo que viene a significar que aquí también falta chicha. Por ahora. Y mira que, de entrada, Solange Françoise destacó por estar muy buena y por llamarse Solange Françoise, básicamente. También destacó Cristina, a la que propongo que llamemos «creisi girl» a partir de ahora porque así es como se autodenominó ella al rapearle a David y provocarnos un derrame cerebral al obligarnos a intentar procesar su flow hip-hopero junto a su vestido de Zara sección putón nocturno junto a su peinado de ravera del infierno. No sé. ¿Cómo puede estar todo eso junto en una persona? ¿¡CÓMO!? ¡¡¡EXPLICADME!!!
Es una pena que dos de las candidatas que más juego podrían haber dado quedaran fuera… De una de ellas ya hemos hablado: Nereida, la loca de los gatos (ya sabes: Darwin y Diversión) que, además, sintió la necesidad imperiosa de explicar que sus abuelos eran sordomudos y que hablaba el lenguaje de los signos. De la otra no hemos hablado, pero es que tampoco es muy complejo: a David le metieron a una loca orientala con el pelo pintado de rosa que decía que ella vive para hacerse fotos y para mirar el móvil… Y David la echó a la puta calle. Como es normal.
¿VEREDICTO? Todo lo dicho podría desembocar en la conclusión engañosa de que David es otro de los coñazos de la temporada… Pero es que en los minutos finales del episodio fue el tío y le hizo una cobra a una de las candidatas. Alucina. ¿Es esto lo que Luján decía que nunca había pasado en «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?«? [Más información en la web de «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?»]
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