«Dormihcum» (Log Lady, 2013) se abre con «Let Me In«, un tema de romanticismo gótico de corte clásico que recuerda inevitablemente a la vertiente más teatral del Scott Walker menos psicótico: unas cuerdas espaciosas y un harpa misteriosa son el lecho de agua oscura sobre la que flota la voz de Andrés Costureras (alma mater de Pshycotic Beats), dramático pero nunca histriónico, mientras va desbrozando sus intensas ganas de «entrar»… Pero, ¿»entrar» dónde? ¿A la muerte, la oscuridad absoluta que ya se podía preconizar en el video de esta canción? Si así es, entonces estaremos ante un caso evidente de muerte como viaje greco-romano ya que, en cuanto acaba «Let Me In«, una cuenta atrás da paso al segundo tema: «Haunted«, en el que unos sintes enfatizan la sensación de travesía muy a la forma de Johnny Jewel, por mucho que el tema en sí más bien baile en la fina (o no tan fina) línea que separa a The Human League de Erasure. Así que llega el momento de preguntárselo en voz alta: ¿estamos ante un disco de viaje? Y, sobre todo, ¿ante qué tipo de disco e viaje? Porque discos de viaje los hay de muchos tipos: desde el viaje psicotrópico típico de la psicodelia hasta el viaje lisérgico del acid, pasando incluso por viajes ficticios como el de Gorillaz en «Plastic Beach» (EMI, 2010) o mucho más reales como, por ejemplo, los que propusieron desde Van Dyke Parks en «Discover America» (Warner, 1972) hasta Dan Deacon en «America» (Domino, 2012).
Tendremos que seguir escuchando «Dormihcum» para descubrirlo… Para empezar, una vez parece que ya estás plenamente imbuído en este particular viaje, el tercer tema del álbum hace un parón para bailar alrededor de una hoguera de fuego verde: «Implosion» toma una base que no desentonaría en la casa DFA (específicamente en el piso de solteros de Holy Ghost!) para acercarlo al rollito de negras con voces soul que cantaban por encima de las discotecas más cool de finales de los 90. A continuación, «Rooms» retoma la marcha como si Caronte te transportara a través de la Laguna Estigia sobre una estilizada lancha motora: el tema, por su parte, cierra el círculo abierto anteriormente en la referencia a The Human League acercándose a una Little Boots aplacada por una buena dosis de bromuro. Una vez llegados a la otra orilla, es momento de que, antes de dejarnos pasar al Infierno, Costureras nos reciba con otro corte gótico, esta vez a piano: «Graves in the Sky«, sin embargo, nos hace pensar que además de admirar a Scott Walker, Pshycotic Beats seguro que también se ha pegado algún que otro chute de «El Fantasma de la Ópera«.
Entonces se abren las puertas del Averno: la tensión, la amenaza se palpan desde el principio de «Braindead Splash«, algo así como si Daft Punk no hubieran realizado la banda sonora de la secuela de «Tron«, sino más bien de «Dentro del Laberinto«. Y empieza la fiesta: las llamas crecen a tu alrededor y el ambiente se caldea con «Tigers Fighting Spiders«, en la que Pshycotic Beats vuelve a acercarse a la escudería DFA pero, en esta ocasión, mirando fijamente a The Crystal Ark y su capacidad para crear chorreos de conciencia electrónica en los que entras o no entras… Si entras, sin embargo, prepárate para una de esas canciones en espiral que te hacen bailar rememorando de nuevo unos 90s en los que el electro-house flirteaba desprejuiciadamente con toques tekno y jungle a la vez. «Killer Shangri-Lah» marca el comienzo de la retirada indicando desde su nombre de qué va la cosa: como si, tras la fiesta en el Infierno, las Shangri-Las pusieran punto y final a los actos en un baile de esos que han de practicarse agarrados sí o sí (aunque mejor que, estando donde estás, mires a quién te agarras). «Departure«, como la apertura de «Let Me In» o el interludio de «Graves in the Sky«, marca la salida final con un tono de opereta gótica. Y, como si de un libro de «Elige Tu Propia Aventura» se tratara, es a ti a quien toca elegir: ¿salida hacia la muerte o de vuelta a la vida?
Definitivamente, «Dormihcum» puede asimilarse como un disco de viaje ficticio, como un álbum con una narrativa interna y con una estructura casi teatral (apertura, desarrollo y cierre)… Pero puede asimilarse así siempre que se entre en el juego. Si no, el segundo álbum de Pshycotic Beats podría quedar ante determinados oídos como un caldo en el que flotan canciones demasiado diferentes unas de otras, cada una de su padre y de su madre y algunas a las que no les vendría mal un recorte en lo que a duración se refiere, concretando los aciertos y limando las dispersiones. Al fin y al cabo, como en todo viaje, todo depende de los ojos de quien viaje, todos diferentes a la hora de percibir lo que les pasa por delante. En este caso, más bien depende de sus oídos. Y ahí sí que se aplica lo de «para gustos, colores»… O, como diría el narrador de este disco, «para gustos, el negro opaco».