Hay dos cosas que deberías tener en cuenta antes de empezar a jugar a «Prince of Persia: Las Arenas Olvidadas«. Por un lado, está el hecho de que las aventuras del príncipe han perdido el protagonismo que poseían (debido en parte al escaso éxito comercial de la anterior entrega), siendo este recogido por el otro producto estrella de Ubisoft: la franquicia de «Assassin’s Creed«. Esto supone un recorte presupuestario que no le ha sentado nada bien. Por otro lado, y aunque desde la compañía lo nieguen una y otra vez, el estreno en cines de la primera película basada en la saga ha influido y mucho en la realización del juego; basta sino echarle una ojeada al rediseño sufrido por el protagonista, basado claramente en el personaje interpretado en la gran pantalla por Jake Gyllenhaal. Debido en gran parte a estos dos factores, el resultado final se aleja mucho del que hemos estado esperando pacientemente todos los fans de la franquicia, es decir, una vuelta a los orígenes con gráficos con un apartado técnico de nueva generación, quedándose claramente un producto menor ya no dentro de la propia saga, sino dentro del catálogo de la consola, y arrastrando todos los defectos que poseen casi todos los juegos basados en películas. Cortos, fáciles y técnicamente mejorables.
El juego está ambientado entre la primera y la segunda parte de la trilogía original de la pasada generación y, para no estropear demasiado la historia, se puede resumir el argumento en que el príncipe tiene que hacer frente a un ejército formado por monstruos de arena liberado por su propio hermano. Vale, la historia nunca ha sido un elemento demasiado importante en la franquicia, pero después de haber jugado a joyas como «Red Dead Redemption«, «Alan Wake» o el propio «Assassin’s Creed II«, duele que no hayan trabajado un poco más el argumento. Lo que realmente ha hecho grande a esta saga, que para los iniciados podemos decir que se tratan de juegos de plataformas con toques de aventura, siempre ha sido el brillante diseño de niveles y la dificultad ajustada, cuya jugabilidad, basada en la mecánica error-acierto, hacía que repitieses una y otra vez el mismo tramo hasta lograr superarlo. ¿Qué queda de eso ahora? Francamente, casi nada. El juego empieza y la cosa promete, los escenarios poseen un diseño correcto, la parte técnica, que aunque no llega ni de lejos a las altas cotas a las que estamos acostumbrados en este momento, está muy por encima de lo que habíamos disfrutado en las entregas para la PlayStation 2 y Xbox original. El problema es que los diseñadores del juego te indican en todo momento qué es lo que tienes que hacer y a dónde tienes que ir. Olvídate de quedarte atascado o tener que explorar alguna parte del escenario buscando por dónde continuar: todo es agobiantemente lineal. Que tienes que subir una pared para saltar a una barandilla, la cámara se coloca de manera que puedas ver todas las peripecias que tienes que realizar para llegar a la salida. Así de principio a fin: no te quedarás atascado en ningún momento.
A medida que el juego avanza, el príncipe va ganando diferentes poderes necesarios para poder llegar al final. Una de las novedades más atractivas es la posibilidad de congelar el agua en determinadas partes de la aventura; para realizar esto, solamente se tiene que pulsar un botón mientras saltas. Y esto es lo que se llama una buena idea desaprovechada: ¿no podrían hacer que el jugador decidiese utilizar ese poder para terminar el juego por una determinada ruta o por otra haciendo que, de esta manera, te entren ganas de rejugarlo de nuevo? Más adelante, se gana el poder de restaurar determinadas partes destruidas de un palacio. La manera de utilizar este poder es igual a la del agua… Otra gran idea desaprovechada. Hacia el final del juego, es necesario intercalar ambos poderes ganando el juego dificultad e interés; aunque, desgraciadamente, ya es demasiado tarde.
Otra de las novedades son los cambios incluidos en los combates, pasando de la individualidad de las otras entregas a batallas contra hordas de enemigos cuyo diseño se repite una y otra vez durante toda la aventura. La idea, que sobre el papel suena interesante, en la práctica pierde muchos puntos debido a la extrema simplificación del sistema de combate. Un botón para empujar a los enemigos, otro para atacar, otro para esquivar los ataques y otro para saltar, ya está, olvídate de ningún tipo de combo ni nada parecido. Est,o sumado a un dificultad extremadamente fácil, hace que se tenga la impresión de que los desarrolladores han realizado este elemento del juego más como una obligación que como algo realmente necesario. Tampoco salva mucho la papeleta la opción de personalizar los poderes del príncipe gracias a la experiencia ganada en los combates: se trata más de un detalle que de algo realmente necesario.
Estamos ante un juego muy mejorable en todos los aspectos, que aunque posee algunas buenas ideas, desgraciadamente están totalmente desaprovechadas. Una buena opción si eres muy fan de la saga es alquilarlo en vez de comprarlo, ya que su escasa duración (unas ocho horas como mucho) hace que se pueda acabar sin problemas en un fin de semana o incluso en un día. Y si eres un coleccionista nato, puedes esperar un poco, ya que con toda seguridad bajará de precio en no mucho tiempo.
[David Andión]