Nuestra crónica del jueves 30 de mayo en el Primavera Sound 2019 afirma que las mujeres en general y el pop en concreto salvaron la jornada.
La teoría es buena. La teoría, de hecho, es de puta madre. La teoría encapsulada dentro el eslogan The New Normal dice que el Primavera Sound se está abriendo a nuevos sonidos, que ya no todo va a ser bandas de hombres blancos heterosexuales tocando guitarras (aunque, la verdad, y por mucho que dé para hacer chascarrillos, el festival nunca consistió en esto), que el reggaetón entra a espuertas, que la música urbana es más importante que nunca… Y que desde la organización hay un compromiso expreso para que, a partir de esta misma edición, siempre haya artistas hombre y mujeres en la misma cantidad. Llámalo paridad o llámalo equilibrio. Llámalo como quieras, pero hay que reconocer que la teoría es buena.
En la primera jornada de Primavera Sound 2019 (que se está celebrando en Barcelona del 30 de mayo al 1 de junio), esta teoría se tradujo, fundamentalmente, en dos cosas. Primero, que el pop brilla más que nunca en este festival. Y eso es bien. Eso es diversión. Eso es fantasía. Eso es hedonismo. Eso es fiesta y jarana y eróticofestividad, que es lo que buscamos todos en un festival en algún momento u otro de la jornada. Y, segundo, la teoría de The New Normal se traduce en que podías marcarte un itinerario en el que absolutamente todo lo que vieras durante el día y la noche fueran mujeres… Y así lo hice yo.
Podría decir que lo hice para meterme de cabeza en el The New Normal. Pero estaría mintiendo. Me salió porque, realmente, cada vez que me encontraba ante una disyuntiva (ya sabes: ¿qué veo, esto o aquello?), el agravio comparativo acababa llevándome de la manita de las mujeres. Y lo interesante es que esas mujeres me condujeron a lugares muy distantes los unos de los otros dentro del mapa geográfico de la música actual.
Está claro que la jornada comenzó realmente con Christine and the Queens. Y no es por hacerle un feo a todo lo que vino antes, pero lo cierto es que la artista no dejó espacio para la competición cuando decidió gastarse todo el presupuesto del Primavera Sound 2019 destinado a pirotecnia en su actuación y no dejar nada para ninguna otra. En la primera canción lanzó bengalas. En la segunda cañones de confetti. A partir de la tercera, perdí la cuenta porque, la verdad, tampoco es que le hiciera falta a la tía todo este despliegue: la basta y le sobra con esa escenografía que parece querer decirnos «¿tú sabes la polémica de «Leaving Neverland«? Pues yo me la paso por el chichi«. Y es que todo, desde las coreografías hasta los bailarines hasta el outfit de Christine, fue un homenaje sutil y delicado a cierta faceta de Michael Jackson que casa a la perfección con el pop pluscuamperfecto de la artista.
El problema es que, tras el despliegue pirotécnico de Christine and the Queens, ¿qué opciones le quedaban a la pobre Sigrid en un escenario mucho más pequeñito y sin ningún envoltorio que elevara su propuesta? Podría pensarse que poco. Y, de hecho, pese a que lo de esta cría resultara incomprensible para algunos de los habituales del festival, hay que admitir que Sigrid se llevó la palma en lo que a coros por parte del público se refiere. La gente se sabía sus canciones. Y las cantaron en masa y en comunidad, que es como hay que celebrar a las mejores divas pop. La cuestión es que, aunque le costó un poquito arrancar, la concatenación final de petardazos finales a modo de himnos no dejó prisioneros y nos llevó a todos muy pero que muy arriba.
Tan arriba que, acabábamos de cruzar la media noche y te preguntabas. ¿ahora qué? ¿Ahora Erykah Badu? ¿En serio? Y mira que la Badu salió al escenario con tal carga de carisma que podía sentirse crujir la electricidad estática a su alrededor. Pero aquí ocurre una cosa: no soy un gran fan de Erykah y era la 1 de la madrugada y yo, fundamentalmente, estaba haciendo tiempo hasta que llegara Charli XCX y pudiera dar continuidad al momentum ganado en la dupla de Christine y Sigrid… Así que no voy a decir nada más de Erykah Badu. Seguro que fue la bomba. Pero yo no dispongo de las herramientas suficientes como para haceros llegar todo lo bueno que seguro que contenía ese concierto.
Sí que puedo deciros que Charli XCX fue la gran salvadora de la noche. Así. Tal cual. Y que puede que tenga más cara que espalda y que se limitara a salir el escenario a cantar con dos cubos amarillos detrás y un outfit de infarto. Pero es que recordemos que este es el festival en el que The Knife demostraron que el fake es el arte del siglo 21 y que, por lo tanto, lo que cuenta aquí es que la selección de temones que la niña puso sobre la mesa fue, simple y llanamente, insuperable. Cayó todo lo que tenía que caer (yo me sigo quedando con «Girls Night Out«, aunque lo de «1999» fue un verdadero furor colectivo), y cayó como suena si lo lanzas directamente desde tu iTunes. Pero, sinceramente, en esto también consiste el pop. Y al que no le guste, que no mire.
Yaeji, por su parte, protagonizó uno de los momentos más icónicos del Primavera Sound 2019. Deja que te lo resuma con una suma: Yaeji + «Passionfruit» + playa + noche estrellada… Su versión de Drake en este marco idílico es probablemente mi definición definitiva de gustera. Y, de hecho, esa definición puede extenderse al total de una actuación en la que la artista lució otro tipo de carisma muy diferente al de Erkyah Badu: Yaeji llenó el escenario con sus maneras de apocamiento oriental que hicieron que el lado kawaii de sus canciones luciera más todavía en contraste con esas bases rítmicas que son imparables.
Y aquí llega el otro problema de la noche: ¿cómo voy a salir del «Raingurl» de Yaeji y me voy a meter en FKA Twigs? Bueno, pues lo voy a hacer porque no puedo ser más fan de FKA Twigs, pero a las 3 de la madrugada después de Charli XCX y Yaeji, pues fue un poco bajuna. La bajuna más arty y fascinante e hipnótica de mi vida… Pero bajuna al fin y al cabo. Conseguí sentarme en las gradas para dejarme bañar por el exuberante gozo estético de la nueva propuesta en directo de FKA Twigs, en la que hay espacio para miriñaques y pole dancing y bailarines hipnóticos y telones que caen y revelan escenografías abstractas que son puro arte. Y las canciones, ¿qué voy a decir de las canciones? Lo de esta mujer es probablemente el encapsulamiento más acertado del zeitgeist musical de la segunda década del siglo 21.
Pero eso no quita que, tras haber llegado tan alto con Yaeji, FKA Twigs me hiciera caer en picado. Y que ese picado ya no hubiera quién lo levantara: lo de Mykki Blanco fue un liarla por liarla para intentar desviar la atención de lo justito de su propuesta en directo, y lo de Nina Kraviz como cierre… Uffffff, la Nina Kraviz. En serio. Que no lo entiendo. Que teniendo casos ilustres de djs mujeres como Charlotte de Witte que practican con maestría el techno más purista, se me hace imposible determinar por qué Kraviz se ha hecho tan grande si es incapaz de abordar el género ni con sutileza ni con evoluciones ni con nada de nada.
Así que la teoría muy bien. La teoría de puta madre. Pero el subeybaja de la jornada, más bien regular. Y sé que esto no depende muchas veces del festival (hay artistas que piden actuar a horas inverosímiles y aquí influyen mil y un factores que nada tienen que ver con esa crítica faciliona que se suele hacer del rollo «es que el que hace los horarios no tiene ni idea«), pero una cosa es que lo sepa y otra cosa muy diferente es que, sabiéndolo, tenga que reconocer que algunos horarios fueron una losa al cuello para actuaciones como, por ejemplo, la de FKA Twigs. Y también un poco una losa al cuello para mi mismo.
Pero, bueno, oye, que era la primera jornada del festival. Y el nivel apuntó tan alto que esa losa hoy se queda olvidada en una esquina de mi casa y voy al recinto de nuevo con la mirada limpia y los ánimos bien arriba. Tan arriba como el «Raingurl» de Yaeji. Qué portento, la tía, por favor. [Más información en la web del Primavera Sound 2019]