La actuación de Amaia en el Primavera Sound 2018 no acabó de convencer en la primera jornada del festival… Y, de hecho, según nuestra crónica, no fue la única que no acabó de convencer.
El Primavera Sound 2018 arrancó de la mejor manera posible (para mí): bajo un inesperado solazo y viendo a cuatro de mis amigos más cercanos comerse el escenario Pitchfork. Ahí estaban Jossip, Brian, Carlos y Marc, más conocidos como The Zephyr Bones, guapos como nunca. En el mismo escenario donde juntos hemos visto tantas veces y tantos años a artistas como PXXR GVNG, Danny Brown o Black Lips. Solo que, ahora, los que están arriba del escenario son ellos, y los que les miramos enamorados desde el foso somos los demás.
The Zephyr Bones estuvieron repasando los temas de su disco debut, «Secret Place» (La Castanya, 2017). Y, pese a lo grande del escenario y la distancia entre los miembros de la banda, parecían más que nunca un grupo de música. Cerraron con «Weird Summer«, y no pude evitar emocionarme un poquito al pensar que, cuando nos conocimos un verano de hace cuatro años, aún ni habían publicado su primera maqueta. Y que, luego, cuando sacaron «Wishes/Fishes» (autoeditado, 2014), lo convertimos un poco en banda sonora de nuestros mejores años. Y, ahora, ayer, ahí estaban. En el puto Primavera Sound, poniendo todo el Pitchfork a bailar. Fue sencillamente precioso. Después de una cosa así, suponía que el resto del día solo podía ir a peor… pero no imaginaba que tanto.
(Sandy) Alex G lo tiene todo para gustarme. Pop de habitación tristón y de baja fidelidad, con sabor a eterna adolescencia y orfidal. Sonido Orchid Tapes, vamos. Y me gusta, me gusta mucho Alex G. Aunque ya viniera al Primavera en 2016, todavía no había tenido ocasión de verle en directo, así que, bajo un sol abrasador, pal Mango que nos fuimos. El escenario le quedaba un poco grande, y se echaba de menos un césped donde sentarse a verlo tranquilamente; pero el chico y su banda supieron desenvolverse. Un par de temas correctos, sin más, y es el turno de «Bobby«, una de esas canciones tan bonitas que te rompen el corazón. Todo el mundo levanta las manos y canta al unísono “I’d leave him for you / if you want me to” bajo el mismo sol… Así hasta la última nota. Y, justo cuando crees que algo empezaba a suceder, esa especie de magia de los festivales, esa sensación de estar en comunión con centenares de desconocidos compartiendo todos la misma emoción, va y se corta el sonido. ¿Que un festival no sería un festival sin sus fallos de sonido? Ya, pero cortó toda la magia. El concierto retomó su cauce unos minutos después, pero el encanto ya se había roto. Así que mis piernas y yo nos pusimos de camino a Dj Seinfield en Desperados Club, justo en la otra punta del festival.
Cada paso -y puedo asegurar que son muchos- valió la pena. En el spin-off electrónico y playero del Primavera, llamado Bits, DJ Seinfield tenía un fiestote montado a sus pies. De ese tipo de fiestotes que hasta te hacen dudar qué hora era, si las 8 de la tarde o las 8 de la mañana. Entre tema y tema, dos momentos absolutamente brillantes. “U”, su mayor hit, que nos puso a todos a soñar. Y, sobre todo, el momento «Your Love« de Frankie Knuckles, el temazo de los temazos. Empiezo a pensar que, si uno de los mejores momentos de la primera jornada del Primavera Sound 2018 fue este… quizás el Primavera ya no sea el festival para mí.
Cambié mis planes de ver a Kelela por cualquier sitio donde pudiera sentarme. No sé qué me pasa en las piernas (¿me faltará potasio?), pero ayer me pesaron casi toda la noche como losas de mármol. Y lo más cerca que me quedaba era Amaia en el Hidden Stage. Estoy totalmente de acuerdo con los que dicen que el hecho de que la ganadora de «Operación Triunfo» actúe en el Primavera Sound es significativo del éxito del programa, en el sentido de haberse sabido adaptar al público de ahora, de haber creado referentes para los jóvenes de 2018. Con estudios musicales e universitarios, de clase media y que ahora te cantan M Clan como te cantan Neutral Milk Hotel como te bailan reguetón. Con lo que no estoy de acuerdo es con que fuera una actuación que mereciera la pena ver. Amaia es maravillosa, y ese vozarrón hasta mejoró «She’s Leaving» de los Beatles. Pero, en general, y sobre todo por culpa de la banda vestida a lo Devo pero en rosa, esta fue una actuación descafeinadísima. Frente a su escenario y al acabar, era el turno de Unknown Mortal Orchestra… Pero para mí fue tan solo un visto y no visto de camino a Björk.
«A menos que seas fan de Björk, no vayas al concierto porque te aburrirás y te parecerá todo rarísimo«, decía mi amigo Dani unas horas antes enfundado en una camiseta con la cara de la islandesa a toda página. Ojalá haberle hecho caso. No me malinterpretéis. Björk no fue un coñazo. La voz sonaba perfecta, ella se mostraba cercana, la música envolvía y (cuando conseguía asomar mi cabeza de metro y medio entre la multitud) la puesta en escena era alucinante. Una especie de ninfas-crustáceo tocaban la flauta envueltas en una selva que parecía de chicle mientras Björk, enfundada en una especie de casco-insecto, capitaneaba el escenario. Pero, al no haberla casi escuchado previamente, no conseguí entrar del todo en el concierto… Así que, a unos veinte minutos del final, nos fuimos para Vince Staples al Ray-Ban.
Y aquí hago un llamamiento y pregunto quién fue el cabrón que me dijo que Fever Ray y Vince Staples se solapaban y me obligó a escoger cuando podría haber visto a ambos perfectamente. El caso. Que nos fuimos a hacer lo que más nos gusta hacer: fingir que somos malotes de barrio al ritmo de hip-hop y no chavales que se dejan, entre abono y tal, unos 300 o 400 euros en un fin de semana y que fingen que son unos malotes de barrio. Esperando a que empezara la actuación, vimos un poquito de C. Tangana, que más que un concierto parecía que estaba en un mitin de Podemos, dando toda la vergüenza ajena con ese discursito sobre el sistema y los ídolos… Así que olvidamos rápidamente esa parte. Empieza Vince, y todo va perfecto, y lo estoy pasando genial, bailando en las gradas a tope, rodeada de amigos y caras amables. Y, para coronarlo, va el tipo y se arranca con ese temón absoluto e incontestable que es «Ascension», su colaboración en el último de Gorillaz… Y va y peta el sonido. De verdad. No bromeo. Un bajón absoluto. Así que de camino a Bad Gyal en el Pitchfork.
Y Bad Gyal sonó fatal, a estas alturas ya casi para sorpresa de nadie. El concierto que dio hace unos meses en Apolo es de mis favoritos en lo que llevamos de año, y me gusta muchísimo su rollo. Pero ayer no había manera. No se la veía por ningún lado, y no precisamente porque estuviera lejos del escenario. Tuve la sensación de que le estaba costando muchísimo conectar con la gente. A los platos, Fakeguido se puso un poco más creativo que de costumbre, lanzando más soniditos (quizás demasiada bocina) que en su show en la Apolo. Pero algo no terminaba de ir bien. Cuando salieron un par de bailarines y llenaron un poco el escenario, la cosa mejoró algo… Pero poco. No sé. Me lo pasé súper bien bailando, y lo di todo en «Fiebre», pero me dejó más de bajón que al empezar.
Sobre Ross From Friends y Four Tet no tendría mucho que decir: me estaba durmiendo de pie (me hago vieja) y no me enteré de gran cosa. En general, tengo la sensación de que ayer estaba todo muy lejos. Y no hablo solo de la distancia Bits-Mordor. Me refiero a que, sí, ok, ya sé que en un festival todo es la versión maximizada de lo mismo. Los escenarios, las distancias, los públicos, los precios y hasta las borracheras… Todo es a lo grande. Pero me pregunto si, quizás, justo de eso debería ir la cosa cuando actúas en un festival: conseguir que parezca que no hay distancia alguna, que todos, de la primera a la última fila, estén aquí y ahora. Sin embargo, la primera jornada del Primavera Sound me dejó la sensación de algo que, casi casi casi, pero no termina de arrancar. Como cuando vas a estornudar y al final no. [Más información en la web del Primavera Sound 2018]