LOS BAILARINES DE THE KNIFE. Sin duda, ha sido la polémica del festival: ¿lo de The Knife fue una obra maestra o un timo? Por aquí nos posicionamos totalmente a favor y aplaudimos que los hermanos Dreijer hayan llevado el discurso de su último disco hasta sus últimas consecuencias: «Shaking the Habitual«, literalmente. A día de hoy, no sabemos si llegamos a ver a Karin y Olof en el escenario o si, mientras nosotros bailábamos su música, ellos estaban haciéndose la pedi en el Princess; la distancia, el filtro de las pantallas del escenario Primavera, las cervezas, los temblores del frío y las entradas y salidas de los bailarines en el escenario -además de la atronadora apuesta musical, por supuesto- ayudaron a crear una sensación de estupor que sólo permitía discernir que allí arriba había unos señores con capuchas, túnicas brillantes, pantalones cortos y la cara pintada que bailaban mucho. Si hubieran bajado del escenario tal cual, hubieran pasado perfectamente por una panda de guiris suecos tuneados un poco de más. Un 9.
[Fotografía de Tonje Thilesen para Pitchfork]