Nuestra crónica del portAmérica Rías Baixas 2015 dice que su capacidad de progresión es infinita… Igual que su tremenda capacidad de diversión.
CUADERNO DE BITÁCORA: INICIO DE LA CUARTA PARTE DEL TRAYECTO. El destino le debía una al portAmérica. O, si manejamos un concepto más terrenal, el azar meteorológico. De ahí que, en los instantes previos a que se inaugurase su cuarta edición, resultase inevitable recordar aquella nefasta segunda jornada de su capítulo de 2014 que había sido cancelada forzosamente por riesgo de tormenta eléctrica. Sólo imaginar que pudiera repetirse una escena similar provocaba escalofríos; más que nada porque, de pasar otra vez por ese trance, habría muchas posibilidades de que tanto el festival como, por extensión, sus asistentes (especialmente los habituales) sufriesen una metafórica herida de muerte.
Pero, por suerte, nada de eso sucedió. Todo lo contrario: los elementos se conjuraron para que no fuese necesario consultar previsiones cada minuto, cruzar los dedos ni invocar a alguna deidad de la naturaleza ante el cegador sol y, a veces, agudo calor que presidieron buena parte de los tres días de duración del certamen. Así pues, tal como hizo el público en cuanto atravesaba las puertas del recinto de Porto do Molle (Nigrán, Pontevedra), en estas líneas no volveremos a mencionar el asunto climatológico casi por una cuestión de fe. No vaya a ser que el gafe en forma de lluvia y rayos quiera regresar a tierras del Val Miñor dentro de doce meses…
Pero no actuemos como falsos pitonisos y sigamos esbozando el gran cuadro del portAmérica Rías Baixas 2015. Más allá de cifras y datos oficiales, bastó con dejarse llevar por las sensaciones que transmitían su planteamiento y atmósfera para intuir que, sin haber variado su estructura, el festival había crecido. No tanto físicamente, ya que ese particular universo compuesto por un planeta musical, un satélite gastronómico (el espacio ShowRocking, una auténtica caja de sorpresas…) y diferentes asteroides (la denominada Factoría de Talentos -que reunía muestras de artesanía y productos de creadores locales-, la zona de la ONG Entreculturas o expositores de actividades de ocio) mantenía su distribución habitual; sino más bien emocionalmente, dado el positivo ambiente que se respiraba en su interior desde el primer momento. Se presentía que la concurrencia, estimulada por la esencia aglutinadora de portAmérica, llegaba a Nigrán dispuesta a quitarse varias espinas.
Un objetivo que conseguirían gracias a los protagonistas de la programación, tanto los que se colocaron tras los fogones para ofrecer las exquisiteces presentadas en pinchos ideados por los 25 chefs (8 Estrellas Michelin incluidas) en la carpa ShowRocking como los que se subieron a los dos escenarios –SON Estrella Galicia y “La Playa de Los Ahogados” (una idea a tener muy en cuenta: una película patrocinaba un escenario festivalero)-, cuyo despliegue en directo demostró que el portAmérica Rías Baixas 2015 ha reforzado su condición de esponja que absorbe y exhibe sonidos globales que, en determinadas fases, traspasan las fronteras de la filosofía portamericana: conectar la cultura en general y la música en particular de Galicia, España y Europa con la de América.
Por ello, unidos todos los factores descritos, se puede concluir que el portAmérica Rías Baixas 2015 ha elevado un peldaño más el funcionamiento organizativo y la oferta artística de una reunión que se ha convertido en cita clave de la agenda veraniega del noroeste español por su singularidad y poder de atracción.
CUADERNO DE BITÁCORA: JUEVES, 16 DE JULIO. Ya es una tradición para el que escribe estas palabras realizar un pequeño ritual según los cánones estivales antes de empezar la travesía hacia Nigrán: ver por televisión la correspondiente etapa del Tour de Francia, zamparse un helado y mentalizarse de que introducirse en portAmérica supone iniciar un placentero viaje a Porto do Molle que, a lo largo de tres días y tres noches, estimula los sentidos hasta abstraerse, en mayor y menor medida, de la realidad (especialmente en los oscuros tiempos que vivimos…). De tal modo, que la única tarea en la que se concentraba el cerebro ya con los pies dentro del recinto consistía en moverse alternativamente cual bola de pinball entre los dos escenarios.
En “La Playa de Los Ahogados”, teórico espacio secundario (aunque no por tamaño y potencia de sonido), Carmen Johns y su banda acompañante ejecutarían las primeras notas del festival en plena tarde para entregar al todavía escaso público su pop amable, melodioso y ribeteado con arreglos electrónicos que compactaban su, en apariencia, pátina delicada. Su lograda versión del “Lisztomania” de Phoenix animó a todo aquel que buscaba uno de los peculiares pufs en forma de saco dispersos por el terreno para observar cómodamente el desmepeño de la viguesa.
Pronto los presentes tendrían que deshacerse de sus efímeros asientos para recibir una buena dosis de adrenalina de la mano de Belako, que abrían el escenario SON Estrella Galicia descargando con fiereza (sobre todo su rubia cantante y teclista, Cris Lizarraga) sus bombas rock, una veces próximas al punk-hardcore y, otras, al pop. Un par de ejemplos de la maleabilidad del repertorio de la banda vasca fueron, por un lado, la aplastante “Zaldi Baltza”, la cual, inevitablemente, obligaba a relacionar por enésima vez el derroche de energía del cuarteto con su insolente juventud; y, por otro, el cover del clásico “Sinnerman” de Nina Simone, inclinado hacia el post-punk / new wave. Quizá les hubiera sentado mejor tocar en el turno de noche, aunque ese hecho no condicionó ni un segundo su enérgica actuación.
Uno de los aspectos más llamativos de portAmérica es su capacidad de sumergir a la audiencia con pasmosa facilidad en un océano sonoro diverso. Por eso no sorprendió que, tras los zurriagazos de Belako, apareciese Ana Tijoux y su personal hip hop que combina sonidos autóctonos de su país de origen (Chile), ritmos funk, rock, guitarras wah wah, mensajes comprometidos y flow ágil y sustentado en rimas cuya fuerza se multiplicaba sobre las tablas gracias a un MC (también disc jockey y percusionista). Sin perder su pulso bailable, Tijoux aportó frescura a un set que fue creciendo hasta que se culminó con “1977”, no por esperada menos celebrada en la explanada. De acuerdo, ese tema es su santo y seña, pero la (franco)chilena demostró gracias a otras piezas de su catálogo, sin alardes ni artificios innecesarios, por qué es considerada una de las raperas más importantes en el panorama hispano-parlante.
De vuelta al mundo del pop, Villanueva trasladaron con vigor el contenido de “Viajes de Ida” (esmerArte, 2014), primer álbum de Josete Díaz al frente del proyecto bautizado con su segundo apellido. Exprimiendo al máximo la vena eléctrica de sus composiciones conocidas sin dejar de exhibir sus virtudes melódicas (como en “Ahogándonos”), Villanueva tuvieron tiempo para presentar un nuevo tema con agradables reminiscencias a The Smiths (vía “There Is A Light That Never Goes Out”) y regalar al respetable una reinterpretación del “Por Qué te Vas” de Jeanette con Nico Pastoriza como invitado de excepción. Los miembros de esta web destacados en portAmérica saldábamos así nuestra deuda con Josete y amigos, después de no haber podido ser testigos de su directo la edición anterior.
Otra clase de deuda (si es que existía realmente) parecía tener Iván Ferreiro, hijo pródigo del portAmérica, con aquellos seguidores que, un año antes en el mismo lugar, habían acogido con tibieza e incomprensión su tributo en vivo a Golpes Bajos, “Golpes Bajos, Rebobine, Por Favor”. Para compensarlos, se subió al mini-escenario instalado bajo la carpa ShowRocking e hizo que propios y extraños se arremolinaran a su alrededor hasta crear un pequeño karaoke colectivo a golpe de “Años 80” o “Turnedo”. Se prolongaba de esa manera la magia de una serie de sorpresas en tal inaudito espacio destapada poco antes por Pasajero.
En “La Playa de Los Ahogados”, Little Jesus -vestidos de impoluto blanco- se disponían a aplicar dinamismo, calidez tropical y luminosidad beachboyesca a un cancionero tan refrescante como una Coronita bien fría que transitaba sin pudor por el libro de estilo de Two Door Cinema Club (“Mal”) o The Strokes (“Jóvenes”). La intención del grupo mexicano era, simplemente, agitar a un público al que le faltaba un empujoncito para meterse de lleno en el meollo festivalero. Fin que logró tirando de melodías saltarinas y estribillos adhesivos como los de “Color” y, claro, “Azul”, tomada por muchos como el tema oficial del portAmérica Rías Baixas 2015.
Luego, de la novedad de catar por primera vez el directo de Little Jesus, se pasó al rescate arqueológico sonoro dirigido por Siniestro Total. A estas alturas, se conoce al dedillo la función interpretada por los vigueses, basada en las divagaciones de Julián Hernández -que incluyeron tanto una dedicatoria al fallecido recientemente Javier Krahe como un comentario ácido sobre el mismo Porto do Molle, un parque empresarial inacabado- y el repaso a su vasta discografía, un innegable pedazo de historia del rock galaico. Así que, como era previsible, entre la temprana “Miña Terra Galega” y “Bailaré Sobre tu Tumba” cayeron más clásicos básicos (“Rock en Samil”, “Camino de la Cama”, “Todo por la Napia”), zarpazos punk (“Ayatollah”), arengas corrosivas (“La Paz Mundial”) y cantos auto-reivindicativos (“Somos Siniestro Total”) que desempolvaron recuerdos de juventud a los rockeros veteranos (y no tanto) allí presentes que se dejaron las cuerdas vocales rememorando tiempos pasados ¿mejores?
El contraste con la sesión de The Asteroids Galaxy Tour fue evidente. Frente a una formación que se podría denominar one hit wonder y ante el peligro de que su “The Golden Age” fuese la única motivación para acercarse a su directo, surgían dudas sobre cómo se resolvería este finalmente. Su último álbum hasta la fecha, “Bring Us Together” (Hot Bus, 2014), trazó las líneas maestras de un show que arrancó con el funk estiloso a lo Chic / Nile Rodgers de “Navigator” y en el que predominó el pop feliz, colorido y repleto de groove y arreglos electrónicos. Eso sí, de ritmos reptantes que incitaban al baile sinuoso sugerido por la carismática y empática Mette Lindberg hasta que, efectivamente, “The Golden Age” estalló como una piñata rellena de confeti.
El reggae tradicional de los míticos pero remozados The Skatalites también invita a realizar movimientos acompasados y sosegados, aunque la hora a la que les correspondía aparecer quizá no ayudó a que su propuesta cuajara como debiera entre el gentío. La tarea de la numerosa banda ya era de por sí complicada, ya que había entrado en el cartel del portAmérica Rías Baixas 2015 pocos días antes para sustituir a los caídos Molotov, hipotéticas estrellas de la jornada inaugural del certamen. Por ello, con cierto regusto a decepción flotando en el ambiente por lo que tenía que haber sido y no fue, sus incunables instrumentales enriquecidos por trompeta, saxo y trombón (“Music Is My Occupation”, “Dick Tracy” o la relectura del tema de “James Bond”) y sus piezas guiadas por la voz de Doreen Shaffer se quedaron en meros acompañamientos de una plácida noche de verano pese a su intenso aroma dub / rocksteady. Ni siquiera el peso de la historia hizo abrir las orejas de par en par para que los típicos efluvios jamaicanos hiciesen su efecto al 100%.
Con Killer Barbies sucedió algo similar a lo acontecido con Siniestro Total: su actuación serviría para apretar el botón de rewind aunque, en este caso, hacia los 90. Su época ya ha pasado claramente, pero, en un vigoroso ejercicio nostálgico, los vigueses se aplicaron a fondo para recuperar su gran hit, “Love Killer”, su versión de “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente, homenajear a Sex Pistols y Misfits y, de paso, encumbrar a Silvia Superstar como magnética diva pin up del power-punk-pop incólume dos décadas después. Pese a cierta monotonía, Killer Barbies entretuvieron al personal lo justo y necesario.
Algo (mucho) más que eso se le pedía al encargado de cerrar la primera noche de portAmérica Rías Baixas 2015: Remi Kabaka, alma máter de Gorillaz Sound System. Situado a solas tras la mesa de mezclas, combinó en una batidora dubstep, trap, drum ‘n’ bass y breakbeat algunos de los temas más significativos de su banda nodriza (“Feel Good Inc.”, “Clint Eastwood”, “19-2000” o “Dirty Harry”) con piezas de bajos profundos y bombo percutor, mientras en los visuales jugaba con fragmentos de sus correspondientes videoclips. Pero daba la impresión de que las aves nocturnas preferían quedarse sólo con las tonadas reconocibles de Gorillaz o con los tramos electro y techno (que incluso coqueteaban con la EDM). La irregularidad del dj set provocaba que, el que más y que menos, empezase a pensar en el (gran) segundo día del festival que se avecinaba.
[/nextpage][nextpage title=»Viernes 17 de julio» ]CUADERNO DE BITÁCORA: VIERNES, 17 DE JULIO. La señales eran irrefutables: las colas formadas en el acceso a la explanada de Porto do Molle indicaban que arrancaba la fecha más completa… y deseada. En ella volvían a juntarse la mayoría de referencias que, en la anterior edición, habían tenido que suspender sus actuaciones por las fatídicas razones comentadas más arriba. Así que era momento de olvidarse definitivamente de los sinsabores provocados por aquella amarga situación y centrarse en lo que estaba por venir: casi doce horas de música non-stop de estilos diferenciados y artistas para todos los gustos desde la tarde hasta el amanecer (literalmente).
Como si su nombre fuese un buen presagio que marcaría el devenir de la jornada, Sensacional descorcharon el escenario de “La Playa de Los Ahogados” aupados por el pop-rock vitaminado de su álbum de debut, “Relatos e Invenciones de Hoy” (La Fiambrera, 2014). Los coruñeses despacharon con corrección y firmeza un directo que sirvió de calentamiento previo para desentumecer los oídos, sobre todo durante su extenso y ruidoso desenlace.
La electricidad que se había quedado suspendida sobre el recinto se desplazaría hacia el escenario SON Estrella Galicia reciclada en los calambrazos entre épicos y volcánicos de Neuman. A pesar de que un sol radiante aún era visible y golpeaba fuerte, el halo emocional que recubre las composiciones de los murcianos no sólo se mantuvo intacto, sino que además se multiplicó al acentuar el voltaje de sus guitarras. El implacable inicio con “Turn It” enseñó las cartas (ganadoras) que iban a repartir Neuman, ases que adquirían forma de arpegios pesados y con pátina hiriente (“Too Pretty”), acordes briosos y arrebatos de sensibilidad. Mismo ingredientes que componen “If” (Subterfuge, 2014), LP que los ha catapultado a posiciones privilegiadas dentro del indie patrio y del cual aprovecharon “Tell You” para finiquitar su chorreo de rock melancólico y recio a partes iguales.
Cuando el concierto de Neuman todavía daba sus últimos coletazos, el ShowRocking se engalanaba para escuchar a Carmen Johns en acústico o, al menos, intentarlo…
Porque, a la vez, Pasajero -que estrenaban teclista- comenzaban a poner patas arriba el escenario de “La Playa de Los Ahogados” cual apisonadora rock capaz de llevarse cualquier cosa por delante. Excepto a la audiencia, bien sujeta al suelo para evitar ser arrastrada por la onda expansiva de “Hoja en Blanco”, la indignada “Intocables” o una incisiva “Gente Subterránea”. Se confirmaba así que durante el primer tramo del día no había opción a tomarse un respiro…
… ni siquiera cuando en el ShowRocking Nico Pastoriza, Martiño Toro y Pablo Novoa hicieron acto de presencia reforzados por el chef Pepe Solla, que cambió el delantal por la guitarra acústica. Durante su intervención se produjo una estampa que reflejaba a la perfección la atmósfera del festival: a un lado, miradas de atención ante Pasajero; en medio, sorpresa en la carpa gastronómica; y, en el otro extremo, expectación previa a la salida de Eladio y Los Seres Queridos en el escenario SON Estrella Galicia.
Nada extraño, pues el grupo liderado por Eladio Santos se ha ganado una cada vez mayor cantidad de seguidores gracias a notables trabajos como “Orden Invisible” (esmerArte, 2014). Asimismo, también hay que destacar el hecho de que es uno de los símbolos del portAmérica desde su puesta de largo en 2012. La razón de su éxito reside en su permanente conexión con su agradecido y apasionado público a través de su pop elaborado y de lírica universal, tal como se comprobó de nuevo en Porto do Molle. Desde las más recientes “Seremos Santos Inocentes” o “Niño salvaje” hasta las clásicas (y muy celebradas) “Están Ustedes Unidos” o “El Tiempo Futuro”, Eladio y los suyos hicieron las delicias con sus canciones transformadas en elogios al optimismo y la cara más luminosa de la vida. El ambiente festivo aumentó cuando Pepe Solla volvió a colgarse la guitarra y acompañó al grupo en el punto culminante de un concierto que colocó la rampa para que la jornada levantar aún más el vuelo.
Con el gentío poblando la explanada, Niños Mutantes por fin actuarían en el evento nigranés tras dos intentos fallidos sin salirse un milímetro del guión previsto. Una circunstancia que jugó a favor de su fans, pero no tanto con respecto a los oídos imparciales que sabían con certeza que los granadinos irían sobre seguro con “Náufragos”, “Errante” o “Hundir la Flota”. De hecho, en cuanto sonaron dichos temas, muchos salieron corriendo hacia el espacio principal con el único objetivo de situarse en las filas delanteras antes de dar la bienvenida a unos de los grupos estrella del portAmérica Rías Baixas 2015: Calle 13.
Resultaba difícil imaginar otro nombre que encajara mejor a todos los niveles en la filosofía cultural, sociológica y artística del certamen. De ahí que los puertorriqueños aterrizasen en Nigrán no sólo con la vitola de cabezas de cartel, sino también con el aura de referencia mundial por su música y discurso combativo. Aunque tampoco se debía desdeñar su habilidad para añadir el necesario toque festivo, que pronto explotó con la inicial “Fiesta de Locos”. El plan era sencillo: con Visitante agazapado y centrado en sus diferentes instrumentos, un incontenible y locuaz Residente y la medio hermana de ambos, PG-13, llevarían las riendas de un show erigido en un incendiario crossover de rap, ritmos latinos y tropicales, reggaetón del bueno y rock. A partir de esa base, los dos vocalistas se coordinaban para lanzar rimas flamígeras que tanto disparaban contra injusticias varias con “El Aguante” (pretexto para poner a parir la Ley Mordaza y sus autores al grito de “sí, se puede” y pensar que se podía hacer allí mismo la revolución) o “Multiviral” como remarcaban frases auto-reivindicativas mediante “Adentro”. Y aquí surgía la reflexión: ¿es compatible que un grupo cubierto de premios Grammy y apoyado por una major enarbole la bandera de los desequilibrios latinoamericanos y planetarios? La respuesta quedaría para otro momento, porque Calle 13 se empeñaban en calentar al personal con los lametazos reggaetoneros de “Atrévete Te Te”. Como afirma otro de los temas interpretados, “Vamo’ a Portarnos Mal”, el que más y el que menos rompió con las reglas en una catarsis colectiva que, posiblemente, fue el directo más concurrido de la historia de portAmérica.
Pacería mentira, pero con Buzzcocks la (positiva) tensión generada por Calle 13 se relajó relativamente. Y eso que Shelley (con su voz inesperadamente intacta) y Diggle (maestro de las posturas con el mástil de su guitarra elevado) abrillantaron su vasto legado punk con la misma fiereza que cuando eran unos veinteañeros. A medida que se vaciaban sobre las tablas, se empezaba a observar algún que otro headbanging entre la muchedumbre, señal de que los mancunianos estaban escapando del peligro de mostrarse como una parodia de sí mismos. Con “What Do I Get?” y “Ever Fallen In Love” se constató que tiene sentido que Buzzcocks continúen girando pese a que sus últimos trabajos de estudio no pasan del regular.
Terminada la lección de historia punk, otra vez emergerían las carreras y los gritos en Porto do Molle por culpa del otro grupo más esperado de la noche: Vetusta Morla. Hoy por hoy, no importa qué hagan o digan los madrileños: lo que tocan, lo convierten en oro; y, lo que sale por sus bocas, es pura poesía. Vamos, que para su fiel parroquia están por encima del bien y del mal. Eso sí, seamos justos: hay que reconocer que, en el terreno de lo que se denominaría mainstream con ínfulas alternativas (y viceversa) son los reyes por derecho propio. Poseen un gran directo -pese a que en Nigrán se apreciaron problemas de sonido en el flanco izquierdo del foso-, un espectáculo visual y lumínico absorbente y un ramillete de potentes canciones que, gusten más o menos, ya son himnos incontestables para las nuevas generaciones. Por ello, su cara visible, el inquieto Pucho, no tardó un segundo en exhibir su colección de movimientos y gestos al compás de “La Deriva” y “Lo que te Hace Grande” para extraer todo su jugo épico. El desparrame sobre la arena del recinto estaba asegurado tras caer “Sálvese Quien Pueda”, “Valiente” o “Mapas”, ejemplos paroxistas del despliegue morliano. Un servidor, sin embargo, todavía tenía que acudir al diccionario de la banda para descifrar los códigos metafóricos que maneja, entre crípticos y ultra-poéticos. Pero ¿a quién le importa el fondo cuando la forma se impone por aplastamiento? A nadie, a juzgar por la locura comunal generada por “Los Días Raros”. Es decir, que Vetusta Morla salieron por tercera vez encumbrados de PortAmérica.
Novedades Carminha sólo necesitaron unos cuantos minutos, varios litros de desparpajo compostelano y toneladas de punk-pop para conseguir un triunfo similar. Si creían que a las tres de la madrugada únicamente es posible liarla parda a base de puñetazos electrónicos, se equivocaban. Carlangas, Jarri y Pereiro lo demostraron empapando a la abarrotada explanada como si agitaran un gigantesco quinto de cerveza con sus pepinazos rockeros y surferos pensados para desmadrar sin descanso. “Quiero Verte Bailar”, “Tú Antes Molabas”, “Santiago Apóstol”, “Jódete y Baila”… Fuera cual fuera el tema que sonara, la juerga se estiraba sin parar. No quedaba más remedio que dejar de mover sólo un pie y emborracharse de la jarana que se había formado. Lo de juventud infinita se quedaba corto para describir la explosión de euforia vivida en “La Playa de Los Ahogados”.
Los bajos gordísimos y graves profundos de los smash-up audiovisuales de Addictive TV abrieron un paréntesis que, los que tenían en mente apurar hasta el último segundo la noche, aprovecharon para reponer energías y afrontar en condiciones el set de BFlecha, tan elegante, hipnótico -a lo que ayudaron las proyecciones de Silvia Bianchi– y sinuoso que daba la sensación de que aquel no era el turno adecuado para su propuesta. Aportando cadencias de R&B digital, caricias hip hop y elementos vaporwave a su sonido (retro)futurista, la viguesa picoteó de su magnífico primer álbum, “ßeta” (Arkestra, 2013), y de su referencia más reciente, el single doble “Specius Presente / H2o” (Arkestra, 2015), para trenzar con un delicado flow vocal y su pericia instrumental al sintetizador evocaciones al dance de los 90 y al synthpop de los 80 y construir un repertorio preñado de beats refinados. Sin aspavientos, BFlecha demostró que otra manera de bailar es posible (aunque el personal no lo entendiera así del todo y hubiera preferido bombo y platillo de garrafón).
[/nextpage][nextpage title=»Sábado 18 de julio» ]CUADERNO DE BITÁCORA: SÁBADO, 18 DE JULIO. Como suele suceder cada vez que llega la jornada de clausura del portAmérica, aparece un regusto agridulce y casi nostálgico ante la proximidad de la despedida. Pero, a cambio, se aprecia una variación en la atmósfera del festival que hace que se vivan sus últimos conciertos con mayor cercanía y calidez.
Agoraphobia se encontraron con tal decorado cuando arrancaron la tarde a base de guitarrazos y pildorazos de rock granítico derivado de la tradición eléctrica femenina de raíz anglosajona. Buen antídoto contra los oídos alicaídos y las extremidades fatigadas.
También la actuación especial de Eladio Santos en el ShowRocking animaba a desperezar el cuerpo y, de paso, elegir cuál de los pinchos degustar en cuanto se abriera el apetito.
De abrir los corazones se encargarían Pedrina y Río mediante su pop caribeño y floreado, en el que las candorosas melodías y los suaves vientos de trombón envolvían cantos tanto dichosos como tristes sobre el amor y endulzados con las cantidades justas de azúcar. Ya fuese vía versión (del “Por Qué te Vas” de Jeanette, que se escuchaba por segunda vez en el festival), ranchera verbenera o pop caramelizado (“Enamorada”), Etna Arcila parecía la sosias colombiana de Julieta Venegas por sus alegres maneras escénicas. Más delicioso, imposible.
A renglón seguido, el aire se llenaría de testosterona, barbas y polvo de la mano de Arizona Baby. Al igual que dos años atrás, Javier Vielba y el Señor Marrón transformaron la tierra de Porto do Molle en la arena de cualquier desierto del suroeste de Estados Unidos sobre la que rebotaban ecos de rock pulverulento, blues minero (la revisión de “16 Toneladas”) y psicodelia peyotera. Y, también como en aquella tarde del verano de 2013, la personalidad y verborrea del primero y la habilidad a las seis cuerdas del segundo excitaron al personal en medio de un festín de sonidos añejos que continuarían con The Soul Jacket.
La banda olívico-nigranesa, sin embargo, hizo su particular viaje en el tiempo hacia los 60 y, por acotar un lugar legendario, el festival Monterey. Seguro que le habría gustado estar allí presente a su impetuoso cantante, Tony López, inevitablemente comparado con Joe Cocker por físico, prestancia vocal y entrega. Con sus gestos, garganta llevada al límite y arengas contra las injusticias actuales, enardecía fácilmente al público y, a la vez, inflamaba un rock ‘n’ soul que superaba con creces el mero ejercicio revivalista. The Soul Jacket derrocharon autenticidad y actitud.
Los espectáculos en el ShowRocking se cerrarían a lo grande para los seguidores de dos de los tótems de portAmérica: Iván Ferreiro y Xoel López, que compartieron “Tierra” y “Turnedo” junto a Pepe Solla en comunión total con el respetable.
El emotivo momento allanó el terreno para que Jenny And The Mexicats -que se estrenaban en directo en Galicia-, atrajeran toda la atención con su asombroso estilo que amalgama sonidos fronterizos (que recordaban poderosamente a Calexico), aderezos tex-mex, toques folclóricos españoles y latinos (como la cumbia), doo-wop y arreglos de trompeta y contrabajo. Resultaba bastante curioso observar cómo la inglesa Jenny Ball agitaba tal cóctel con la soltura y destreza necesarias para invitar al baile sin complejos y mudar su show en una fiesta popular para espectadores de cualquier edad, origen y condición haciendo honor al título de su álbum “Frenético Ritmo” (esmerArte, 2015).
La peculiaridad de Mi Capitán no se relaciona con aspectos estilísticos, sino con el hecho de que es un super-grupo compuesto por miembros de Standstill, Love Of Lesbian y Egon Soda. Pero se aleja de la identidad de cada una de ellas para construir la suya propia, inclinada hacia el indie-rock de tempo comedido y desarrollo in crescendo (“Asalto a la Cosa Blanca”, “El Coleecionista”), estribillos adhesivos (“Es Suave la Voz”) y ritmo brioso cuando aprietan el acelerador (“Millones de Palabras”). En el desenlace, los barceloneses concedieron una vibrante versión de “Alta Suciedad” de Andrés Calamaro como si hiciesen un guiño a un tema que debería haberse escuchado un año antes en el mismo lugar…
Si al que rubrica estas líneas le preguntaran cuál fue su concierto favorito del portAmérica Rías Baixas 2015, elegiría sin titubear el de The Divine Comedy. Una verdadera delicatesen que ratificó que Neil Hannon posee un talento innato para ponerse el traje de entertainer -memorable su interpretación cerveza en mano de “A Drinking Song”– y encandilar a la audiencia… si esta hubiese podido prestar atención sin molestias. Porque en Nigrán había un sector al que ni le iban ni venían los comentarios jocosos del norirlandés. Ni tampoco sus estupendas canciones, integradas en un concierto planteado como un best of de la extensa discografía de la banda. Así que el oyente interesado tuvo la opción de conmoverse más o menos en función de la época y las características de cada pieza. ¿De los inicios? “Your Daddy’s Car” o “Tonight We Fly”. ¿Más reciente? “Assume The Perpendicular”. ¿Más sentida? “A Lady Of A Certain Age”. ¿Más eléctrica? “Generation Sex”. ¿Más efusiva? “National Express”. ¿Más jovial? “Everybody Knows (Except You)». ¿Más mítica? “Becomig More Like Alfie”. El abanico de posibilidades era prácticamente infinito… En cualquier caso, Hannon desplegó todo su encanto de crooner pop al tiempo que sus compañeros se afanaban en adornar su sonido con mucha clase (acordeón, glockenspiel…). Por favor, que The Divine Comedy sigan en activo otros 20 años más. Inolvidable.
La carrera de Xoel López tiene pinta de que durará también otras dos décadas más. Si por sus fans acérrimos fuera, firmarían tal pacto en el mismo instante en que su ídolo salió a defender su último trabajo, “Paramales” (esmerArte, 2015), en “La Playa de Los Ahogados” rescatando de inicio “Patagonia” y “Ningún Hombre, Ningún Lugar”. Había cierta curiosidad por comprobar cómo el coruñés plasmaba en directo el contenido seleccionado de dicho álbum, en teoría más eléctrico que el anterior “Atlántico” (esmerArte, 2012). Y, sí, se corroboró en parte, aunque Xoel amplió su radio de acción y se subió a un tiovivo musical en el que el maridaje con las sonoridades sudamericanas (“Hombre de Ninguna Parte”, “Tierra”) daba paso al pop (“Historia Universal (El Amor no es lo Que Piensas)”) y al rock (“Que No”, acogida como maná caído del cielo) vitalistas y viceversa. A mitad de viaje, el público ya se daba totalmente por satisfecho, pese a que aún tendría tiempo de introducirse en el torbellino de “El Asaltante de Estaciones” o el alborozo de “Todo lo que Merezcas” y “De Piedras y Arena Mojada”. Vamos, que Xoel López no ocultó ninguna de las múltiples caras sonoras que desde unos años para acá le han permitido romper sus propios esquemas y acceder a territorios que sigue explorando sin prejuicios.
Más plano se mostró el libro de estilo de Supersubmarina. Una vez abierto se sospechaba por dónde irían los tiros de su pop-rock intenso, robusto en determinadas fases, pero ejecutado a piñón fijo. Sólo el refuerzo visual rompía una rutina que hacían del directo de los jiennenses un acto funcionarial y monolítico destinado a sólo aquellas almas que suelen escuchar sus canciones en la intimidad del hogar o el reproductor mp3.
Del set de Is Tropical se podría decir un tanto de lo mismo. O peor: da la impresión de que sus esfuerzos sobre las tablas se reducen a hacer malabarismos electro-rock para evitar la relajación hasta que llega el momento de interpretar SU canción. ESA canción. El resto, sean más o menos novedosas, roza la indiferencia por mucho que Kirstie Fleck, la fina y provocativa vocalista, se empeñe en calentar el ambiente con o sin el micrófono. Así, en el foso no se veía la supuesta convulsión que tenían que provocar latigazos como “What???”. ¿Y LA canción? No faltó, naturalmente. Pero ni con su irremediable efecto pegajoso hubo estallido de entusiasmo. Casi ni aplausos. ¿Sería por culpa del cansancio acumulado? ¿O es que la muchachada ya deseaba poner el broche al portAmérica Rías Baixas 2015 quemando zapatilla con la sesión indie de Gato TV?
CUADERNO DE BITÁCORA: FIN (DE LA CUARTA PARTE) DEL TRAYECTO. Enfilando el camino de salida, un servidor intentaba barruntar cuál de esos dos interrogantes había que responder. Quizá ambos. Aunque, además de dar vueltas a preguntas concretas, la hora de la despedida requería de nuevo dejarse llevar por esas sensaciones que despierta portAmérica cada año y que empujaban a analizar el festival como un ente con vida propia cuyos límites aún están por definir porque, básicamente, no ha cesado su capacidad de progresión. Los valores artístico-culturales que difunde y su filosofía transatlántica establecida como factor diferenciador lo alimentan de tal modo que su inercia marca una dirección ascendente. Basta con levantar la mirada para vislumbrar en el horizonte, a la altura del sol, el portAmérica 2016… [Fotos: Iria Muiños + David Ramírez]
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