CUADERNO DE BITÁCORA: JUEVES, 19 DE JULIO. Tras superar diversas vicisitudes logísticas, cambiar planes a última hora y sufrir variaciones en la tripulación que se enrolaría en la travesía, nos dispusimos a seguir el rumbo dibujado sobre hoja de papel, a velocidad intermedia, hacia el parque empresarial Porto do Molle (muelle de dique seco), situado en la localidad pontevedresa de Nigrán, donde se celebraría unos de los eventos musicales más importantes del año en Galicia: portAmérica. Finalmente, se hicieron buenos los pronósticos meteorológicos que anticipaban sol y calor, los dos elementos básicos y necesarios para que se disfrutara plenamente de la oferta conjunta del festival, enclavado en un entorno natural que permitió hacer realidad la combinación deseada: música, playa y verano.
Pero portAmérica ofreció mucho más, tal y como sugería su eslogan principal, en el que la palabra en plural ‘ideas’ sobresalía especialmente. Porque la intención primordial de su organizadora, esmerArte, era aunar en un singular y especial lugar (envuelto en un espíritu de permanente conexión atlántica entre Europa y América) talento, innovación, interacción empresarial, comunicación, entretenimiento (se proyectó, gracias al portal Filmin, el documental “All Tomorrow’s Parties” sobre el festival homónimo) y cultura (los días previos se había entregado el ‘Premio de la Cultura portAmérica 2012’ a la leyenda brasileña Gilberto Gil) a través de espacios pensados especialmente para ello: Mercainnova, gran escaparate en el que diecinueve firmas exponían sus originales propuestas, que iban desde las curiosas ‘wood glasses’ (gafas de madera) a diversas obras pictóricas y visuales, pasando por atractivos diseños de moda; Gastro, en el que tres chefs del sur gallego con Estrella Michelin, Pepe Solla, Alberto González y Yayo Daporta (pertenecientes al Grupo NOVE), reinterpretaban la cocina tradicional autóctona mediante pinchos creativos regados por el mejor vino de las Rías Baixas; y la franja de entrada del recinto, en la que había cabida para tenderetes de venta de ropa y objetos musicales (lógicamente), puestos de performances deportivas y zonas de juego para niños y de descanso y esparcimiento para todo el público.
Todo ello reflejaba un eficaz despliegue de producción que facilitaba el recorrido por todos los recovecos del festival y un cómodo acceso a sus servicios (cuidados hasta el detalle, como las monedas internas denominadas ‘amaros’ con los símbolos de los grupos y artistas invitados), en los que no faltaron las colas correspondientes pero sin que llegaran a los niveles de atasco extremo típicos de estas citas multitudinarias. Así, el ambiente de relajación y alegría vacacionales que se respiraba entre los poco más de 5.000 asistentes diarios (16.764 fue la cifra total acumulada) que acudieron a la llamada de portAmérica propiciaba que las condiciones para afrontar la programación estrictamente musical resultasen ideales.
La primera tanda de conciertos se definía por su acento gallego, ya que estaba compuesta exclusivamente por nombres germinados en el terruño galaico. Los encargados de escupir las primeras notas desde el único escenario del festival fueron los coruñeses SraSrSra, tan veloces como una eyaculación precoz y tan alborotadores como unos hooligans ebrios en plena felicidad etílica. Bizarrismo, mucho ruido y algunas nueces punk.
Los efectos de sus latigazos eléctricos se prolongaron en el ordenado caos de La Orquesta Metamovida, comuna formada por Cró!, Unicornibot, Why Go, Buogh!, Guerrera, Es Un Árbol y Durarará, cabecillas de la revuelta rockera que se está produciendo entre el Liceo Mutante de Pontevedra y la ciudad de Vigo. Alineados como una espectacular banda sinfónica desatada e integrada por un batallón de guitarras, bajos, teclados, dos baterías, un tambor y un violín y conducida por varios directores de orquesta, desarbolaron al personal a base de rock crudo y noise libérrimo explosionado sin tregua. Su flexible ejecución no tenía límites, de ahí que incluyeran tramos de spoken word desquiciado y breves revisiones de clásicos como el “Killing In The Name” de Rage Against The Machine y el “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin, reconocidas y vitoreadas por una joven audiencia (la media de edad rondaba los veinte años y, por momentos, bajaba de esa cifra) que presenciaba su coordinación instrumental, sus golpes tribales y sus sacudidas hardcore con ojos de asombro e incomprensión. Con todo, su juerga free rock acabó en todo lo alto a pesar de su complejidad inicial.
Por el contrario, la fiesta de Xoel López es suave y diáfana. En ella, el coruñés inserta su estilo pop habitual en sonoridades latinas y tropicales, derivadas de la experiencia sudamericana que vivió durante los últimos años. Ese halo cálido y transoceánico (muy acorde con la filosofía de portAmérica) se impuso en todo su setlist, centrado en gran parte en su referencia más reciente, “Atlántico” (Esmerarte, 2012). “Desafinando Amor” y “Por el Viejo Barrio” anunciaban que el Xoel de hoy en día ya tiene el chip totalmente cambiado hacia las guitarras folclóricas argentinas y los toques de percusión brasileños, circunstancia que influyó en el empaque de temas clásicos de su etapa bajo la marca Deluxe, como “A un Metro de Distancia” o “Y si Aguanto un Poco Más”, aunque “Gigante” se acercó a la rotundidad de su pop masivo de antaño para poner la alfombra roja al primer invitado (esperado) de la noche: el vecino Iván Ferreiro, que intervino en “Tierra”. La apoteosis del foso hacía de trampolín para que Xoel se luciese a la guitarra entre el marasmo de timbales construido en medio de “El Asaltante de Estaciones”, otra de sus nuevas composiciones que trajo consigo la nostálgica “Buenos Aires”, “La Boca del Volcán” y “De Piedras y Arena Mojada”, que sonaron igual de agradables pero más rodadas que en su directo en el Vigo Transforma 2011. Sólo “Historia Universal (El Amor no es lo que Piensas)” y “Adiós Corazón” rompieron la rutina ‘atlántica’ del epílogo del show del coruñés, culminado por “Un Hombre de Ninguna Parte”, cuyo significado poco tiene que ver con la actual realidad musical de Xoel, anclada en latitudes lejanas específicas que aportan una renovada frescura a su repertorio.
Su amigo Iván Ferreiro se mantuvo fiel a los dictados que seguía tanto en Los Piratas como en su periplo en solitario: pop vigoroso por un lado, como en la inicial “Toda la Verdad”; y pasajes apesadumbrados, como “Paraísos Perdidos”, que el de Nigrán (por fin jugaba en casa en un gran evento) interpretaba sentado al piano. Sus letras profundas y, en ocasiones, dolorosas (incluso cortavenas), eran vociferadas al alimón por un público que deseaba que Ferreiro fuese profeta en su tierra. Y lo consiguió, apelando a la épica ascendente de “Ciudadano A”, la delicadeza rabiosa de “Farenheit 451” y la agitación de “El Viaje de Chihiro”. Claro que la auténtica apoteosis llegó cuando cayeron, casi sin solución de continuidad, los incunables ‘piratas’ “Años 80” (construida sobre esqueléticas notas de piano), una vitaminada “Promesas que no Valen Nada” (un servidor recordó ciertas estampas playeras vividas hace diecisiete años…) y “Mi Coco”; y alcanzó el paroxismo con las apariciones de Santi Balmes (Love Of Lesbian) para formar dueto en “El Equilibrio es Imposible” y de Xoel López en “Turnedo” para agradecer el gesto anterior del nigranés. Toda una muestra de colegueo teóricamente alternativo que daba paso a la fase más electrónica y bailable de la noche inaugural de portAmérica.
Si hay un combo en Galicia capaz de cumplir con la misión de introducir riffs rockeros, potencia electro y ritmos engordados en una estimulante batidora clubber para dislocar pescuezo y extremidades, ese es Colectivo Oruga. Quienes todavía no conocían a Iago Martínez, Alex Mera y Cuco Pino no se creían que su groove procediese de la población pontevedresa de Ponteareas, sino de algún rincón de cualquier país anglosajón. Inmerso en la fase final de la gira de presentación de su debut, “Too Many Knobs” (Matapadre, 2010), el trío abrillantó (sin sus habituales proyecciones visuales) su rico electro-rock aproximándose más a la tensión de Primal Scream que a la riqueza sonora de Delorean sin perder, eso sí, un ápice de su pureza sintética. Ya fuera exprimiendo la guitarra eléctrica (“December’s Descent”) o apretando fuerte el acelerador de los pads y los ritmos programados (“The Best Lies”, “Sunday’s Knives”, “Old Dance”), los ponteareanos lograban que, poco a poco, aquellos que habían huido despavoridos tras el concierto de Iván Ferreiro regresaran atraídos por sus poderosas ondas magnéticas. El patio ya estaba listo para, como declaró Iago antes de echar el cierre a su espectáculo repleto de beats, repartir “eme para todos”.
Con esa letra se refería (o no…) a Marta Fierro, alias Eme Dj, que no tardó un segundo en hacer girar sus platos de manera sorprendente: usando un particular rehecho del tema “El Ciclo de la Vida” de la BSO de “El Rey León” como prólogo para enlazarlo con tecno-pachanga, para muchos desconcertante, que recordaba a determinadas discotecas cercanas a Nigrán famosas por su chonismo poligonero. Sin embargo, dicho arranque también servía para confirmar que no hay nada más higiénico que ser abierto de oídos y que no hay ningún problema en empalmar variopintos remixes de Yeah Yeah Yeahs (“Heads Wil Roll”), EMF (“Unbelievable”), LMFAO (“Sexy And I Know It”) o Michael Jackson (“Bad”) para hacer quemar las suelas de las zapatillas. Porque no sólo de indie-dance vive el hombre…
.
CUADERNO DE BITÁCORA: VIERNES, 20 DE JULIO. El viaje de ida y vuelta cada jornada entre Nigrán y nuestros puntos de origen (las circunstancias nos obligaban a ello) recordaba al día de la marmota que sufría Bill Murray en “Atrapado en el Tiempo” (Harold Ramis, 1993). Pero, por suerte, en nuestro caso no nos encontrábamos en un montañoso pueblecito norteamericano convertido en un congelador debido al duro invierno, sino que el horizonte desvelaba que el mar se encontraba a una escasa distancia, la luminosidad del cielo despejado indicaba que el estío nos envolvía (otra vez) por completo y el animal que veíamos a unos metros era un simpático burro amarrado a la puerta del baile, no un roedor de pradera, menos propio de aquellos lares.
Curiosamente, de nuevo les correspondía a los grupos rockeros abrir el escenario, con el sol aún golpeando en las caras de los allí presentes que, posiblemente, aún tenían sus cabezas distraídas pensando en la arena de las playas circundantes. En ese panorama, los vigueses Martynez supieron defender con solvencia su rock entre melódico (“Shirka”) y garagero; mientras que los lucenses Disco Las Palmeras! certificaron que les sienta de maravilla detonar en un decorado amplio y con un adecuado y sólido soundsystem la dinamita de su furioso y ondulante noise.
Otros habituales de los festivales galaicos, Eladio y Los Seres Queridos, corrían el peligro de caer en la desidia provocada por entregar a la audiencia local (en aquel instante mayor que veinticuatro horas antes) los temas más sobresalientes de sus discos “Están Ustedes Unidos” (2011) y “Esto Que Tienes Delante” (Grabaciones en el Mar, 2007) por enésima vez. Pero la entrada de treinta y nueve de los componentes de la Orquesta de Saxos del Conservatorio de Redondela cambió tal dinámica e insufló un aire renovado a las composiciones de Eladio Santos. Bien engrasados, acoplados y sincronizados, los vientos de sus metales acolchaban a las ya de por sí mullidas “El Tiempo Futuro” y “Miss Europa” y añadían brío a “Con el Corazón en la Mano”, solos de saxo incluidos. El experimento había salido tan redondo que Eladio no pudo evitar confesar su emoción por los resultados obtenidos, sentimiento que multiplicó la sensibilidad de “Al Himalaya” (con el acostumbrado medley del “Forever Young” de Alphaville), final que, a pesar de que no era ninguna sorpresa, no aplacó la intensidad de los aplausos de los seguidores de la banda viguesa ante la efectividad de su efímera coalición.
También sabido y estudiado es el estilo vintage de los hermanos británicos Kitty, Daisy & Lewis. Pero una cosa es escuchar en disco su fidelidad inquebrantable hacia el rock(abilly), el swing y el blues de los 50 y 60, y otra es verlos sobre las tablas traduciendo esa pasión con ímpetu y mucho sudor, sin perder la fina capa de glamour clásico que los rodea. Flanqueados por su madre (Ingrid Weiss) al contrabajo y por su padre (Gaeme Durham) a la guitarra rítmica (el caso de este clan es digno de estudio), perpetraron un electrizante regreso al pasado en el que cada uno de ellos se intercambiaba las posiciones (del piano a la batería, de la batería a la armónica, de la armónica a la guitarra…) y las tareas vocales con pasmosa habilidad y facilidad. Sólo Lewis se mantenía aferrado a las seis cuerdas, que rasgaba empujado por los dedos del mismísimo Chuck Berry: daba la sensación de que, de un momento a otro, Marty McFly saldría del backstage para decir al respetable que algún día entendería lo que estaba sucediendo allí. A la sesión revivalista se sumó el jamaicano Eddie ‘Tan Tan’ Thornton (colaborador habitual del grupo) para transmitir una frescura reggae y rocksteady que sentaba de maravilla al setlist del jovencísimo trío. Aunque su edad no debería engañar: se sienten muy cómodos practicando su brillante ejercicio de estilo, como reflejaba Lewis cuando manejaba el pedal wah-wah o decidía sumergirse en el blues del delta del Mississippi. Vistos su planteamiento (muy diferente al del resto del cartel) y su entrega, los Durham saldaron su actuación con un sobresaliente que los colocó entre los highlights de portAmérica.
Tras ellos, el pop volvería a tomar las riendas del festival, sazonado con especias mexicanas, limón y sal y salpicado por unas gotas de tequila y otras de amor, mucho amor. Julieta Venegas sabe cómo administrarlo: con sosiego y dulzura. Cuando se desveló que aterrizaría en Nigrán no se levantó el mismo revuelo que se había generado a raíz de su participación en el FIB de 2011, aunque no todo el mundo las tenía consigo. Pero la de Tijuana se metió al público en el bolsillo enseguida sentada al piano con “Amores Platónicos” y calló bocas tirando de sus hits mainstream pero digeribles (el primero que se escuchó: “Limón y Sal”, con uno de esos cítricos, sujeto por una gritona fan de la mexicana, sobre la cabeza del abajo firmante). Durante el proceso, intercalaba temas de su último trabajo, “Otra Cosa” (Sony Music, 2010), como “Un Lugar” o la homónima “Otra Cosa”, con piezas antiguas (“Algún Día”) mientras ella se colgaba el acordeón y se movía con ligereza sobre el escenario y su numerosa banda la subía a un pedestal. Los gestos de complicidad con el respetable eran continuos y mutuos, sobre todo tras la revisión pianísitica de “Lento”, la versión del “Sin Documentos” de Los Rodríguez y “Me Voy”, coreografiada desde el foso por un vaivén de brazos en alto. En ese punto, por mucho que el edulcorado discurso de Julieta Venegas empachase relativamente, era innegable que había resuelto la papeleta con holgura. Y eso que había reservado para el bis la deseada “Andar Conmigo”, tarareada hasta por el alternativo más recalcitrante del lugar. En el fondo, a todos nos gusta probar un poco de algodón de azúcar.
Para hartazgo, el producido por la eterna gira que Love Of Lesbian llevan realizando desde hace tres años a propósito de su “1999” (Music Bus / Warner, 2009). Nadie les va a quitar el derecho de estirar su triunfal tour, pero por su salud (para evitar el denominado ‘efecto Sara Carbonero’: el de la sobreexposición insoportable) y la de sus seguidores deberían centrarse definitivamente en su nuevo álbum, “La Noche Eterna. Los Días No Vividos” (Music Bus / Warner, 2012). En el pasado Festival do Norte lo habían materializado sólo tímidamente, así que en Nigrán les correspondía dar un paso al frente. Dicho y hecho: arrancaron con “Nadie por las Calles” y siguieron con “Los Seres Únicos” y “Wio, Antenas y Pijamas” (¿era una estrella fugaz o un pequeño meteorito lo que había atravesado el firmamento nocturno nigranés?), para insertar entre medias “La Niña Imantada”. Los catalanes aplicaron su renovada estrategia hasta que, prolongando los actos entre amiguetes del día anterior, le tocó el turno a Iván Ferreiro para devolver la moneda en “1999”, cumbre del sentimentalismo masivo a dúo que volvió a su formato original en la épica acaramelada de “Allí Donde Solíamos Gritar”. Luego, el hermanísimo Ferreiro, Amaro, sacó su guitarra para acompañar “Las Malas Lenguas”. Es decir, que todo quedaba en familia. Tal atmósfera de complicidad colectiva impulsó al infinito “Club de Fans de John Boy” e “Incendios de Nieve”, lo que permitió a Santi Balmes desatarse: se colocó en su frente un sostén caído del cielo, recurrió a su vena populista y se vistió la capa del Amante Guisante. Las danceras “Si Tú me Dices Ben, Yo Digo Affleck” (futuro pelotazo ¿indie?) y “Algunas Plantas” pusieron la guinda a una tarta de masa pop mezclada sin levadura. Ni falta que hizo…
Otro buen panadero es Peter Hook. O, extrapolando la metáfora, un buen pastelero. Ataviado cual guiri británico de holidays por el sur de Galicia, activó su mesa de mezclas con ¡el “Loca People” de Sak Noel! Tremebundo. Con una técnica a veces aceptable y otras no tanto, le dio al bombo y al platillo saltando desde la orilla de Maxima FM hasta la de Ministry Of Sound en plan garrulo (Duck Sauce: “Big Bad Wolf”) o auto-homenajeándose vía mash-up entre “Hung Up” de Madonna y… “Blue Monday” de New Order. ¡Cómo no! El delirio llegaría con el himno clubber drogata por excelencia: “Born Slippy”, de Underworld, que transformó la planicie oscura de Porto do Molle en una traducción autóctona de “Trainspotting”: “Nigranpotting”. En esa película imaginada, Buffetlibre Djs pusieron el broche de oro bailable a la segunda jornada del festival.
.
CUADERNO DE BITÁCORA: SÁBADO 21 DE JULIO. El cansancio ya hacía mella en nuestros cuerpos y, en determinados momentos, nos invadía un enorme deseo de tumbarnos en cualquier superficie del paraje del área de Porto do Molle. Daba igual que fuera una piedra o un montículo de tierra: se trataba de reposar sobre ellos y recuperar fuerzas. Sin embargo, el sol y el calor seguían ayudando a encarar con ánimo la etapa final de portAmérica, la cual, se suponía, se erigiría en la de mayor afluencia, a pesar de la multitud congregada dos días antes ante Iván Ferreiro y en la víspera ante Love Of Lesbian, gracias a la aparición de Vetusta Morla y sus vehementes acólitos.
Unos aplicados discípulos que ya se habían atrincherado con rapidez en las primeras filas del foso cuando los coruñeses Combo Dinamo comparecieron ante ellos, circunstancia que agradecieron para desplegar su power pop-rock melodioso dada la temprana hora de su actuación.
Igualmente, los argentinos Onda Vaga aprovecharon la coyuntura para transmitir la buena onda (valga la redundancia) y la riqueza instrumental (a la común añadían cajón, bongos y trombón) de unas composiciones que se movían entre la tradición folk porteña y la pulsión eléctrico-festiva de sus compatriotas Los Fabulosos Cadillacs. Sus versos y proclamas buenrollistas a varias voces incitaban a que el gentío se desmelenase a gusto y se dispusiese a perpetuar el ambiente jaranero que se estaba gestando entre la creciente audiencia.
Algo que anticipó Jairo Zavala, Depedro, con la frase inicial de “Chilla Que Tiemble”: “este día va ser perfecto”, a pesar de que se vio obligado a ejecutarla a solas y guitarra acústica en ristre por culpa de un fallo técnico sufrido por su batería. Solventado el problema, el barcelonés se dejó llevar por los sonidos fronterizos (“La Llorona”, “Nubes de Papel”) y folkies norteamericanos (“Tu Mediodía”) y por leves incursiones en la musicalidad portuguesa de la mano de su segundo guitarra. Se notaba que el proyecto de Jairo ya posee un público muy consolidado teniendo en cuenta la manera en que rebotaban los ecos de sus letras desde una platea que irradiaba satisfacción por sus cuatro costados. La trompeta contagiosa de “Comanche” ribeteaba la ideal estampa y anunciaba que ahí se acabaría el pop agradable de pompas de jabón: la electricidad, en todas sus variantes, lo acapararía todo desde ese instante.
Los mexicanos Zoé construyeron con ella un compacto muro de guitarras que amplificaba las cósmicas palabras de su cantante León Larregui, aunque su voz se perdía en determinados tramos entre la red de ruido espacial que tejía su grupo. Eso sí, era un ruido domesticado y controlado, más aproximado al pop que al rock, sobre el que se deslizaban con soltura sus temas de ritmo ágil (“Últimos Días”, “Nada”, “Sombras”); no tanto así sus medio tempos, que naufragaban en fases de pesada lentitud.
Quizá al propio Larregui le hubiera encantado unirse en el siguiente turno al bullicio psycho-spaghetti-western de Corizonas. Sobre todo cuando había decidido salir de la zona VIP para quedarse al lado del equipo de FPM en un lateral mientras admiraba al supergrupo y canturreaba por lo bajo su versión del “Wish You Were Here” de Pink Floyd. Esa no fue la única reinterpretación que atacaron el barbudo chamán del theremin psicotrópico Javir Vielba y sus secuaces, ya que también introducirían el “Superaunt” de Black Sabbath en su mejunje vitaminado de rock, surf y americana. Reforzados por imágenes relacionadas tanto con su genuino estilo como con la crispación socio-económica actual, la familia vaquera despachaba sin descanso la bravura de su disco “The News Today” (Subterfuge, 2011), disparando a diestro y siniestro balazos sónicos, espumarajos contra la clase política nacional (no faltó el obligatorio ‘que se jodan’) y alabanzas a la cerveza Estrella Galicia y al licor café galaico. Vielba confirmaba así, por si no había quedado claro durante los últimos meses, su condición de exultante y espectacular showman, al que no le costaba meterse en el papel de rockstar setentera para atacar “I Wanna Believe” o en el de cantante embriagado de blues malasañero; y, de paso, Corizonas también respondían con hechos a las críticas recibidas por ser considerados la banda de moda en España.
Una situación que no hace demasiado tiempo vivían, y todavía viven, Vetusta Morla. Aunque parece que los madrileños ya aprendieron a guardar el equilibrio sobre la fina cuerda del mainstream alternativo, junto a la cual los seguidores fanfatales llenan recintos (como fue este caso) y rozan la locura gritada en comunión. Como en el inicio del show de los de Tres Cantos mediante “Mapas”, que fue directa a la yugular de su excitada legión morliana. Pero, para desgracia de la facción que se encontraba en el flanco derecho de la explanada, el sonido llegaba con múltiples acoples y enmarañado en un mazacote auditivo que ocultaba la voz de Pucho. Unas complicaciones que deslucían la rotundidad con la que el grupo quería alcanzar las cumbres grandilocuentes de “Lo que te Hace Grande” o “En el Río” y las simas sensibleras de “Copenhague” o “Maldita Dulzura”. Afortunadamente para ellos, su transparencia fue recuperando fulgor a medida que se desarrollaba el concierto entre alegatos a favor de las ideas y la indignación (un pelín demagógicos, todo hay que decirlo) y arrebatos poéticos para cuya comprensión se requería un diccionario de alegorías: “Sálvese Quien Pueda”, “Un Día en el Mundo” o “Valiente”, agradasen en mayor o menor medida, golpearon bien duro. El bis, según los doctorados en la tesis Vetusta Morla, fue inesperado, al romper la norma habitual de sus actuaciones recientes: la dupla “Los Días Raros” y “La Cuadratura del Círculo” cerraron el grifo de un baño de masas que, sin ser del todo redondo (otra vez los duchos en la materia así lo corroboraban), entusiasmó a las nuevas generaciones morlianas.
Como había ocurrido en los dos días previos, la arena de Porto do Molle se vació tras la retirada del (supuesto) cabeza de cartel de la jornada. Fuel Fandango tuvieron que lidiar con ello, con el frío que comenzaba a invadir la atmósfera y con el hecho de que habían entrado de improviso en la parrilla de portAmérica en sustitución de los brasileños Bonde do Rolê. Pero una potente intro electro-flamenca y la sigilosa irrupción en escena de la bellísima Nita calentaron (literalmente) el cotarro. A la cordobesa le bastaba con proyectar con firmeza y sensualidad su gran voz y moverse grácilmente para atraer los oídos y las miradas de la concurrencia; y a su compañero, Ale Acosta, con darle cuerpo rock a su guitarra para consolidar las texturas electrónicas de sus temas. Su sugerente coctel musical cuajaba con el paso de los minutos y se adaptaba como anillo al dedo a las ansias de juerga del personal en plena madrugada. Elegante y estilosa forma de acceder a la fiesta final del portAmérica, organizada por La Fábrica de Chocolate Club Djs.
.
CUADERNO DE BITÁCORA: FIN (DE LA PRIMERA PARTE) DEL TRAYECTO. Pero la biología es sabia, y ya había avisado de que nuestros huesos y músculos nos pedían que nos recogiéramos a nuestras respectivas alcobas. Buen momento, con la cabeza hundida en la almohada, para reflexionar sobre la exitosa manera en que se concretó el concepto global de portAmérica: difusión de ideas, compromiso con el talento, defensa de la creatividad y apoyo incondicional a la música. Pase lo que pase el próximo año, haya o no haya una segunda edición, ese espíritu permanecerá intacto. Ya sabemos a qué puerto de dique seco (real o imaginario) habrá que retornar.
[Fotos: David Ramírez]