Muchas son las voces diciendo que «Élite» mola pero que es una chorrada… Pues, no, no es una chorrada de serie. Y aquí te explicamos por qué.
La sentencia estaba dictada mucho antes de que «Élite» se estrenara en Netflix… Y es una sentencia que puede resumirse en un titular de Vogue (internacional, no de su edición española) que, días antes de que la serie se estrenara oficialmente, la definía como «your new trashy euro teen soap obsession«. La cosa tiene miga. Y, aunque hay que reconocer que en Vogue son infalibles creando titulares que solo te dejan la opción de hacer click, también es de recibo apuntar que, a lo mejor, lanzar esa apreciación así, a bocajarro, y antes de que pudiéramos ver la serie, resulta injusto. Es como declarar culpable a alguien antes de que se celebre un juicio en el que se expongan las pruebas a su favor y en su contra.
Pero es que, al fin y al cabo, no hace falta irse hasta Vogue para ejemplificar ese clima crítico que precedió al estreno de «Élite«. Las redes sociales también fueron implacables, como lo son siempre, a la hora de sumar dos más dos: serie destinada al público adolescente, protagonizada por chavales guapos envueltos en tramas de instituto… Pues, nada, eso significa que debemos encontrarnos ante una «trashy euro teen soap obsession» (¿cómo carajo traducimos esto? ¿»euro-obsesión telenovelesca basurilla y adolescente»?) como la copa de un pino. Y no. Porque a veces dos y dos no suman cuatro, sino que suman cinco.
O mejor dicho todavía: a veces dos y dos suman cuatro, pero también cinco. Porque, una vez estrenada «Élite» y vistos todos los capítulos de su primera temporada (se acaba de confirmar que habrá segunda), no podemos negar que la serie tiene bastante de telenovela, infinito de adolescente, mucho de obsesión y todo de «euro». Lo de basura lo saco de la ecuación porque me parece un adjetivo de mierda y, sobre todo, altamente subjetivo. ¿Por qué algo así es una basura y una serie de Matthew Weiner no? ¿No es capaz Matthew Weiner de hacer pura basura? ¿No es posible que una serie de instituto acabe revelándose como una verdadera joya?
En esas estamos. Pero empecemos por el principio, y ese principio es, fundamentalmente, que «Élite» no huye en ningún momento de su génesis como epítome del formato serie de instituto. Como una especie de híbrido entre «Gossip Girl» (choque de clase alta y clase baja en el seno de un instituto para las clases privilegiadas) y «Riverdale» (todo parte de un asesinato y enfrenta a un conjunto de adolescentes en una carrera por ver cuál de ellos miente más). Nada que ver con «Compañeros» ni con «Al Salir de Clase«, por mucho que se las esté comparando continuamente. Y es que esos dos clasicazos patrios eran series río que no acababan nunca y que no presentaban una trama clara y cerrada más allá de hacerle la vida imposible a Raquel Meroño o al treintañero al que le tocara en ese momento hacer de adolescente.
«Élite» no es una serie río, sino que plantea una trama particularmente cerrada. En el primer capítulo, muy a la manera de «Big Little Lies«, un asesinato conmoverá a un instituto de pijos al que han llegado tres chavales de clases desfavorecidas. Al final de cada episodio, un twist removerá la trama por completo: ¿quién ha sido el asesinado? ¿Que secretos callaba? ¿Qué movidas tenía con el resto de alumnos? Y, de esta forma, el presente en el que los chavales son interrogados por la policía (y en el que todos mienten por algún motivo u otro) se va trenzando con el pasado, todo un curso escolar en el que van desarrollándose varias tramas paralelas que, de alguna forma u otra, pueden (o no) haber influido en el asesinato final.
Hasta aquí lo de «euro teen soap obsession» (ya ni rastro de «trash«). Hasta aquí el cuatro que se obtiene al sumar dos más dos… Pero precisamente en eso, en las tramas paralelas, es donde esta serie creada por Carlos Montero y Darío Madrona consigue obtener cinco al sumar dos más dos. Para empezar, porque cerca en la memoria tenemos un ejemplo pluscuamperfecto de cómo una serie puede abordar el formato telenovela añadiendo toques de siglo 21 pero sin necesidad de esforzarse en grandes alardes en la forma. Me estoy refiriendo, obviamente, a «La Casa de las Flores«. Pero, ojo, porque «Élite» sí que consigue rubricar ciertos (e incluso grandes) alardes en la forma.
Y son alardes a tener muy en cuenta. Para empezar, el ritmo de la serie es trepidante, más cercano al thriller que a la serie juvenil al uso. De nuevo aparece aquí la sombra de «Riverdale«, pero el buen hacer de dos veteranos del cine como Ramón Salazar (¿podemos recuperar «Piedras» algún día como el clásico generacional que es?) y Dani de la Orden (que viene de petarlo con «El Mejor Verano de mi Vida» y que antes hizo lo propio con aquella deliciosa dupla que fue «Barcelona, Noche de Verano» y»Barcelona, Noche de Invierno«) consigue hacer que «Élite» se separe de esa alargada sombra por la vía del músculo formal: escenas impecables, factura visual de cine, set pieces dignos de cine y uso de la banda sonora como forma de reforzar las emociones de la trama a la vez que establece lazos con el público potencial de la serie. Suenan C. Tangana, Rosalía, Bad Gyal, Chvrches, Jungle, La Casa Azul e incluso James Blake. Poca broma.
Esto nos conduce inevitable al otro gran motivo por el que «Élite» es mucho más que la basura de la que muchos hablan con la típica condescendencia del «es malísima, pero precisamente por eso me chifla«. Y ese motivo es que a la serie no se le caen los anillos a la hora de abordar todo un conjunto de temáticas que son avanzadas incluso para la generación millennial. Por la trama circulan adolescentes portadores del VIH que incluso explican qué es la indetectabilidad, corrupción política e inmobiliaria, parejas que experimentan más allá del formato uno más uno, choque de clases en la era del 3%, musulmanes que han de enfrentarse a sus propios demonios (la religión en la que les han criado) buscando vías de escape para sus necesidades y condiciones… Y muchas otras cosas que no voy a mentar aquí y ahora para no caer en spoilers que escatimen la sorpresa a quien todavía no haya visto la serie.
También hay muchas drogas y mucho alcohol y mucha fiesta y mucho sexo, pero todo presentado sin juicios de valor, con la mayor de las naturalidades. No hay en «Élite» un discurso de «mira los jóvenes lo perdidos que están«, sino más bien de «esto es lo que hace el mundo a día de hoy y, si tienes un problema con ello, el que va perdido eres tú«. Porque es, si eres capaz de decir que una serie que consigue tal cosa es «trash», pues a lo mejor es que va a resultar que el que tiene la basura en la mirada eres tú. [Más información en la web de «Élite» en Netflix]