Hasta tal punto se establecían esas analogías que más de uno creía que el conjunto valenciano no era tal, sino londinense o angelino, por usar un par de gentilicios descriptivos. Un pensamiento nada descabellado si recordamos también que el éxito cosechado por “Getting Down From The Trees” en aquel glorioso 2010 permitió al quinteto formado por Papu Sebastián (voz y guitarra), Pablo Silva (guitarra), Sebas Benavente (bajo), Marc Llinares (batería) y Alberto Rodilla (teclados) ser considerado uno de los grupos españoles más internacionales -a la altura, o incluso por encima, de Delorean o El Guincho– tras triunfar en medio mundo y girar por Europa y Estados Unidos (incluido el festival SXSW). Vamos, que el currículum de Polock brilla cual hongo de una explosión nuclear cuya cegadora onda expansiva aún se aprecia a día de hoy, pese a los cuatro años transcurridos desde la salida de su LP de estreno, no lo olvidemos…
Pero no ahondemos más en el olímpico período de silencio discográfico de Polock y centrémonos en el álbum que lo ha roto, “Rising Up” (Mushroom Pillow, 2014). Un trabajo cocinado a fuego lento a lo largo de un año y medio, pulido en la mesa de mezclas por Dave McNair (que colaboró en el pasado con figuras de la talla de David Bowie, Bob Dylan o Beck) y grabado durante una primavera y un verano con el mar Mediterráneo de fondo. He aquí un dato a tener en cuenta para definir las primeras sensaciones que genera el segundo disco de Polock, todas ellas marcadas por la luz, el color azul (del cielo despejado o del mar de la costa levantina) y la positividad que desprende su repertorio. Con todo, se debe apuntar que las nuevas piezas de la banda no reflejan ese ánimo en su forma por la vía más directa y facilona, que sería repetir micra por micra la plantilla utilizada en “Getting Down From The Trees”, sino que se ondulan en función de las diferentes vías de expresión seguidas por sus autores.
Obviamente, Polock continúan demostrando en “Rising Up” que no han perdido su habilidad para facturar temas de pop espirituoso, vivaracho y refulgente (así lo constatan los riffs eléctricos y diáfanos y la pegada melódica de las refrescantes “Tangles”, “Bronze”, “You’ll Never Know Me” y “Take Your Panties”), pero a la vez enseñan un interesante giro en su estilo hacia sonidos ochenteros adornados con teclados y sintes diversos que llama la atención en cuanto la inicial -y single previo- “Everlasting” comienza a avanzar entre notas y arreglos de sintetizador que refuerzan su tempo comedido, su desarrollo sinuoso y un estribillo que vuelve a funcionar como un arma de atracción masiva. Esta tónica sugerente y de rítmica contenida se traslada a “Memories Of Lu”, “Internet Porn” y “Freak City” -con trazas de synthpop orgánico, magnético y reposado-, cubiertas por un halo de agradable melancolía que la instrumental -salvo en su coda final- “Rising Up” captura al completo a través de su primero sutil y luego electrificada aura chill, ideal banda sonora de ese instante en que el cálido atardecer da paso a una noche de desenfreno veraniego.
“Hockney” pone el broche a “Rising Up” condesando en su briosa inflexión new wave las dos caras que Polock exhiben en el LP: por un lado, la del pop insolente que los encumbró hace cuatro años y, por otro, la de la esencia ochentera que rebaja el aspecto juvenil del actual cancionero de la banda. Parece que Polock han madurado. Pero no se alarmen, no caeremos en el lugar común del ‘disco de madurez’… No se trata de eso, sino de que el quinteto valenciano ha ampliado su paleta sonora partiendo de su característico material pop para mantener abiertas las ventanas de par en par y dejar que los rayos de sol sigan templando cada una de sus canciones.