Llegados a este punto, ¿crees que a los modernos les ha empezado a interesar la política o es pura pose? No sé los modernos, pero a la gente joven sí. A los que ahora tienen veinte años les interesa mucho más. Todo depende del momento en el que te empieza a afectar en el día a día. Es por eso que ahora hay más gente que se empieza a involucrar. Mira, ahora el programa más visto es «Salavados«, y Jordi Évole no empezó así, empezó en Buenafuente tocando la fuente haciendo de El Follonero. Ahora ni nos acordamos. Cuestionaba el programa y ahora está cuestionando el sistema. La realidad se impone. Pero, bueno, que también veo muy bien que si las cosas van bien la gente se divierta y sea feliz. Que, al fin y al cabo, la vida es eso. Tampoco creo que esto sea mejor, que ahora la gente esté más comprometida y antes fuera gilipollas. No. Antes jugaban a ser felices y ojalá vuelva todo eso y no preocuparnos tanto por estas cosas. No creo que esta generación sea mejor que la anterior ni mucho menos. De hecho, creo que la generación más hedonista hizo mucho por la cultura: si Barcelona es una ciudad de referencia en cuanto a cultura es gracias a esa etapa más hedonista que se pudo dedicar a pasarlo bien. Está mucho mejor pasárselo bien que ir a manifestaciones. Eso lo tengo más claro que el agua.
Sea como sea, esta visión más pesimista o realista o lo que sea creo que donde mejor queda explicada es en esas viñetas en las que ligas una imagen a las palabras «La Vida». ¿Nunca te acojonó hablar tan a lo grande, de algo tan grande, en tan sólo una viñeta? No… Es que yo soy un inconsciente. Tampoco me planteo tanto las cosas. Pero creo que esto también le da un valor de hacer cosas que, si las piensas, no las haces. Lo que dices de cómo he tenido el valor de hacer algo así, si lo pensara no lo haría.
No, no. No decía que cómo te atreves a tener valor de algo así, sino más bien que yo creo que me acojonaría si tuviera que ponerme a pensar en la vida en esos términos… Yo también. Pero no lo pienso tanto, la verdad. Ha llegado un punto en el que tengo una forma de trabajar automática: tengo ideas y las hago. En este libro, por ejemplo, las partes más personales en las que hablo de mi padre no las he vuelto a leer. Lo hice del tirón… En la editorial, cuando escribes una introducción o un texto más literario, se corrige, se revisa, se edita. En este caso, me pasaron las correcciones y yo dije «Uy, uy, uy… Paso de leerlo y hacer literatura de esto». Así que lo dejé tal cual y no lo volví a leer. Porque, si te lo pones a reflexionar mucho, te acuerdas de tu tía y piensas que lo va a leer y que luego te encontrarás con ella por ahí. Eso me ha pasado siempre al hablar de gente… Ayer fui a BTV y me empezaron a hablar de los ilustradores catalanes porque resulta que había hecho una viñeta en la Rockdelux hablando mal de ellos y yo ni me acordaba. Ya me ves a mi en plan «ostia, vaya marrón» y saliendo del paso como podía. Es que si lo reflexiono mucho no lo hago, porque son fuentes de problemas.
Claro, es que hace diez años todo era más fácil: tú hacías una viñeta y se quedaba en eso… Pero ahora, con redes sociales y demás, casi que estableces un diálogo con la gente. Sí, sí. Ahora todo tiene una expansión mucha más amplia. Es muy difícil de controlar. Es muy bestia. Igual me parten las piernas algún día o después de este libro no encuentro trabajo nunca más.
¿Y esta nueva onda expansiva también es incapaz de cortarte un poco a la hora de hablar de determinada gente o situaciones? Es que no lo pienso. Es que, si no, no haría nada porque en verdad soy muy cagao. Muy temeroso. Soy una persona que tiene mucho miedo, que he tenido bastantes fobias. Así que hay parcelas, y una de ellas es el trabajo, en las que no pienso. Porque si pienso entro en bucles… y no. Además, cuando tengo alguna duda, pienso que mis lectores me lo agradecen, que van a pensar que qué guay que he hecho esto. Sé que va a haber personas que puntualmente se van a molestar y que es gente que al final a lo mejor me puede joder de algún modo. Así que, si pienso en algo, al final es en que va a ser guay para la gente.
Al fin y al cabo, tampoco es que tú hagas algo diferente a lo que hace todo el mundo a día de hoy: en las redes sociales, la gente suelta sus bombas y ahí te lo dejan. Así que como para pedirte a ti justificaciones. Ya, ya. La gente suelta cada bomba. Pero en el fondo esto está muy bien. Se ha democratizado la información y las vías de expresión: ahora la gente puede decir algo y ser escuchada por mucha otra gente. Antes éramos cuatro, tenías la suerte de que te publicaban en un medio y, ostia, parecía que eras ahí el opinador al que la gente lee. Ahora eso se ha democratizado mucho y priman las corrientes de opinión, la creatividad, el ingenio, las formas de expresión… Ya no es una élite. Está muy guay el tema de los blogs, por ejemplo. Con la promoción de este libro, ese es el nivel. De hecho, en papel casi no nos han dado entrevistas porque, claro, llevamos un discurso antisistema y ellos forman parte del sistema. Está teniendo una recepción mucho más buena en medios que no sé cómo llamarlos, alternativos o no oficiales. Independientes. Que por suerte ahora hay una prensa independiente otra vez en blogs e Internet.
Ese es el público ideal de un libro como este, no el de papel. Claro, es mi público: la gente que lee El País está en otra galaxia, en el fondo son gente que pertenecen al pasado. Son gente que creen que eres un punki y un antisistema. Al único que se le permite ahora hacer un discurso así de radical es a El Roto, que está muy asentado en El País. Es un clásico. Pero con este libro yo no quería hacer un trabajo como el suyo: él está en su posición, analiza y lo expresa de una forma creativa e ingeniosa. Yo quería hacer algo más humano.
También es cierto que en los últimos tiempos empieza a haber un cómic político en España, ya sea el rollo más ensayo de Saló o el sardonismo de Brieva. Tienes razón que, en tu caso, el fuerte de «Crisis (de Ansiedad)» es que es un punto de vista súper visceral y emocional. En realidad es lo que hago siempre, pero llevado a esta temática. Me he visto ahí metido, pero no deja de ser autobiográfico, no deja de hablar de mí, de lo que me rodea, de una etapa de mi vida… En el fondo, es lo mismo.
¿El orden de las viñetas del cómic es cronológico con respecto a su publicación? No. Yo ni sé cómo se publicaron. Lo tenía todo en el ordenador por orden alfabético y fui quitando… De hecho, quité como quinientas. Pero vi que tenían una lógica que le fui encontrando yo. Quité las más positivas y las coloqué hacia el final. Ese es el único orden que hice.
De hecho, es por eso por lo que quería saberlo: porque el final es realmente positivo. Claro, tengo fe.
¿Sí? ¡Claro! (risas) Yo creo en las personas. A mi la gente en general me cae bien. Y creo que todos en general queremos estar mejor. Pero es que hay cuatro que tienen mucho poder y que joden a mucha gente. Pero es la forma de pensar de tan sólo cuatro. Manipulan mucho. Y la gente se deja llevar: en España hay muy poca tradición democrática, una masa muy poco educada. Es bestia lo que digo, pero es realidad. Venimos de una dictadura, es que no hace tanto. Y aquí hay mucha gente por ejemplo que vota por joder, rollo «Voy a votar al PP porque se van a enterar los hijos de puta del PSOE. No les voto más. ¡Que se jodan!» Entonces votan a la ultraderecha, encima conservadora y católica. Una cosa terrible. Entre una cosa y otra, nos vemos en esta situación. Pero la gente en general quiere que haya igualdad, que los niños vayan al cole… Prima el sentido común. En general, vas por la calle y al gente mola, es maja. Tengo fe en las personas.
Y, con un cómic como este, ¿estás viendo algún tipo de cambio en la gente? Bueno, un efecto tan catalizador no lo he recibido para nada. Y, de hecho, no sé si va a servir para algo. Creo que no. Pero sí que estoy recibiendo una respuesta más empática en la gente.
Sí, yo me refería a algo así. Algo a nivel de personas, no un cambio general. Sí, sí. Ahora hace poco que ha salido el libro, pero ya hay mucha gente que me ha dicho «Qué guay» o «Qué razón tienes». Recibo cariño de la gente. Todos los comentarios son muy positivos y está gustando mucho el libro. Creo que desde los dos primeros libros no me sentía tan arropado por la gente. La gente dice que qué bien que he sacado este libro, que se sienten muy identificados. O también hay gente que te cuenta su historia. Con este libro he vuelto a empatizar mucho con la gente normal. Y, de hecho, creo que este libro tiene algo que los otros no: que es el más amplio. Puede interesar y gustar a gente muy distinta, desde gente muy joven a gente de cincuenta años. Este es el libro que dentro de todo es el más radical, pero también el que puede llegar a más gente. Hombre, a los súper ricos y a la ultraderecha no les va a gustar. Pero los libros de antes tampoco les gustaban.