No es la ambigüedad ni la excentricidad lo que convierte en artista a Janine Rostron, sino su acción. Su método autárquico a la hora de hilar sonidos que van desde la electrónica más moderna hasta el rock industrial más oligofrénico conectan a la perfección con esa imagen de un futuro de humanoides proto-reproductores de sonidos, aquejado de evolución, harto del físico y reconvertido en una suerte de bicho penetrante. Rostron lleva desde los ocho años relacionada con la música, pero no es hasta la creación de su proyecto Planningtorock y su estadía algo más permanente en Berlín que comienza a ser tomado como lo que es: la evolución de Marilyn Manson, Antony Hegarty y Fever Ray a un grado de modernidad futurista no tan accesible como Janelle Monáe, pero sí bastante más experimental y bárbaro, además de inusualmente complicado de adjetivar y enmarcar en un marco genérico fácilmente identificable. La era de los marcianos ya llegó.
La concepción de arte que Rostron aplica en Planningtorock, sí, es ambigua, pero también se presta a la conexión multigénero entre estilos musicales, a priori, difíciles de conectar. Detrás de la base de pop sintético electrónico vira, según el caso, en un ejercicio de soul hip-hopero, glam pop, horterismo ilustrado y performance teatral cerca del crooner de soul más nervioso. Rostron se presta a comparaciones, a la vez, con Baby Dee en su simetría dramática, con Antony and the Jonsons en las apoplegías vocales de cuasi barítono, con Fever Ray en el sentido de un espectáculo clásico visto desde el prisma del futuro y con grupos como Depeche Mode o Einstürzende Neubauten en la aplicación grandilocuente de ejercicios tan industriales y mecánicos como discotequeros, nocturnos y sensuales. No sería de extrañar que veamos a Planningtorock en una remesa de recomendaciones de algún capo del sello WARP (sus conexiones sonoras con Broadcast son notables) o que se transforme en la versión accesible de los proyectos de Alva Noto (anbb más concretamente) o como una alternativa pop de Oneohtrix Point Never. Su base herida, su concepción de la canción como un formato para experimentar desde el segundo uno pero sin aburrir y trabajos tan redondos como “W” (DFA / Music as Usual, 2011) hacen presagiar el comienzo de una gran amistad y de una paleta aperturista de sonidos encallados en lo enorme para un proyecto tan raro, bizarro y completo como Planningtorock.
En “W”, segundo LP y sucesor de aquel inaugural, algo frío y quizá demasiado oscurantista (la previa al witch house comercial que nunca ha llegado) “Have It All” (Chicks On Speed, 2006), se notan las formas y las pretensiones de un avance más hacia el arte que a la canción de estadio. No es que Rostron deteste la popularidad ni mucho menos, pero su formato musical se acerca más al teatro performativo, al musical espectacular y al empleo conceptual de los sonidos, las coreografías y el maniqueísmo temático que al clásico concierto de pop o electrónico. Seguramente, por eso es que canciones como “The Breaks” o “The One” conectan tanto con la espectacularidad de un concierto de cámara clásica como con un remix electrónico apto para sonar a última hora de la noche en el escenario grande del Sónar (y, si nos dais unos años, del Creamfields). Quizá por eso el formato que deja entrever en “Manifesto” o “Jam” conecte más con herramientas del error matemático de Ryuchi Sakamoto que con el funk-pop de Prince, por momentos, pero en otros se acerque bastante más a los experimentos que Michael Jackson se atrevía a hacer en “They Don’t Care About Us”. Aún así, los espacios se extralimitan y Rostron abre las puertas a posibles hits de club berlinés en piezas como la vocal-dual “I’m Yr Man” o la funkoide “Living It Out”. Pura excentricidad y aplicación del método del avance para evacuar por tierras más cercanas a la zona del espectáculo conceptual que del terreno instantáneo para un artista que, como tantos otros, se sirve de una imagen atractiva, rompedora e ilusionista. Esperemos que se convierta en Bowie y no en Falete.
[Alan Queipo]