[dropcap]C[/dropcap]loud Nothings, The Men, Speedy Ortiz, King Tuff, The Babies, Deerhunter, DIIV, Perfect Pussy, Mikal Cronin, The Dodos, Ty Segall, Woods, Beach Fossils, Waxahatchee, Foxygen, Parquet Courts, Thee Oh Sees…
Ahí va una pequeña lista de nombres, todos eminentemente guitarreros, todos ellos norteamericanos, todos ellos podrían citar a los Pixies como más o menos cercana o lejana influencia. Todos, a día de hoy, muchísimo más interesantes que los Pixies. Sin embargo ninguno saldrá en ningún medio generalista de nuestro país cuando lancen nuevo disco. Ninguno aparecerá en las noticias de las 22h cuando vengan a tocar en directo. Porque ninguno se hace llamar Pixies. ¿Injusticia? ¡Qué va! Muchos de esos jovenzuelos se dejarían sodomizar por Satanás para poder tan sólo mojar sus labios con el cáliz de la inmortalidad que los de Boston llevan sosteniendo desde hace más de 20 años, tras obras míticas como «Surfer Rosa» (4AD, 1988), «Doolittle« (Ekektra, 1989) o «Trompe Le Monde» (Elektra, 1991). Y ahora, como aquellos de vosotros que no hayáis pasado los últimos meses viviendo en una cabaña en el monte de sobra sabréis, Pixies han decido volver con nuevas canciones.
Y, como ya advertimos cuando aparecieron las primeras, esta vuelta no ensucia del todo su bien merecido status de leyenda, pero sí deja una fea mancha en su hasta ahora inmaculado legado. Estos esfuerzos de última hora que últimamente han realizado algunos viejunos del lugar para combatir la arruga y el poder de la gravedad son asunto peligroso. En ocasiones funciona… La mayoría de las veces sale rana. «Indie Cindy» (hasta el título es de dudoso gusto) reúne los nuevos temas que han venido lanzando en forma de EPs en los últimos tiempos, poco a poco, como dosificando lenta y dolorosamente sobre nuestra lengua gotas de zumo de caca, dejándonos a muchos fans con peor y peor sabor de boca. Por cada respetable esfuerzo en parecer una sombra de lo que fueron («What Goes Boom», «Bagboy», «Another Toe In The Ocean»), asestan un nuevo duro golpe a nuestros oídos y corazones («Ring The Bell», «Silver Snail», «Blue Eyed Hexe»). Una experiencia desesperante. En la lastimosa “Greens and Blues”, Frank Black canta “I’m wasting your time, just talking to you”. Pues amigo Frank, como diría Hugo Chávez, ¿por qué no te callas? Y acaba con esta tortura.
Esto no quiere decir que «Indie Cindy» (PIAS / Pixies, 2014) no tenga sus cositas disfrutables. En general, el álbum se mueve entre la entrañable imagen del abuelete ex-conquistador intentando ligar con una jovencita en una fiesta donde nadie sabe quién le ha invitado y la más bien penosa imagen del que, corriendo sudoroso, hace un último esfuerzo por subirse a un tren cuyas puertas se están cerrando. Como exponente de la primera situación tenemos al tema que da título al disco: “I’m in love with your daughter”, dice Frank Black, como guiñándonos un ojo travieso. Tiene su gracia, y algunos de sus giros y sorpresas recuerdan a cuando todavía era un atrevido compositor, pero el resultado es una canción horriblemente pegadiza; oh, lo que daría por no haberla escuchado nunca. La segunda imagen de la que hablaba, la penosa, la triste, nos asalta cuando llegan canciones como la risible “Andro Queen”, o ese inexplicable revival del hard-rock más rancio que es “Blue Eyed Hexe”. Terminan sonando a AC-DC… o peor, a Bruce Willis en pestilente camiseta de tirantes.
En el pasado reyes del college-rock, hoy Pixies es un trío de señores disfrazados de colegiales. Es una opinión personal, pero yo con su edad a Frank Black me lo imaginaba haciendo otras cosas, no sé… formando una banda de punk-folk experimental con mandolinas y marimbas, o un proyecto de pop bizarro a lo Scott Walker. O envejeciendo con dignidad como David Bowie. Al contrario, con esta reunión, Pixies parecen haber escogido el camino del marketing, el moneymoneymoney y el a ver cuánta pasta podemos recaudar sin dar demasiada vergüenza ajena. Bien mirado, «Indie Cindy» no es un disco tan terrible. Si fueran unos primerizos, quizá, siendo muy benevolentes, habrían merecido un sitio en el primer párrafo. Pero como no lo son, y la vida es demasiado corta para perderla con sufrimientos innecesarios, lo mejor será obviar que todo esto ha ocurrido, seguir disfrutando de su maravilloso catálogo y de la enorme cantidad de bandas que, como las que nombraba al comienzo, han sido tocadas de una forma u otra por el espíritu de Pixies, y ahora mismo merecen mucho más la pena. Nuestro corazón lo agradecerá.