«Pet Shop Boys, Literalmente» de Chris Heath no solo es un libro: es una puerta de entrada a todo aquello que el dúo no enseña en su música.
Lo admito: uno de mis grandes sueños como periodista siempre ha sido que una de mis bandas favoritas (Pet Shop Boys, por ejemplo) me pegue un telefonazo y me diga «ey, tío, vente con nosotros de gira y luego explicas toda la experiencia en un libro«. Entonces yo pasaría una época de tribulaciones en la que me preguntaría si soy capaz de hacer algo así dejando de lado mi fanatismo y consiguiendo formalizar un texto realmente relevante que no se vea lastrado por mi parcialidad. Pero luego dejaría a un lado la tontería y me lanzaría al tour de cabeza y nos pegaríamos unas buenas farras y acabaríamos siendo los mejores amigos del mundo y luego yo los expondría al completo en el libro y ellos me demandarían y se acabaría la amistad… pero el mundo habría ganado un buen libro.
«Pet Shop Boys, Literalmente» (publicado en nuestro país en una nueva edición actualizada por parte de la editorial Contra) es precisamente ese libro. Bueno, sin la parte final de la demanda y la ruptura de la amistad, pero el resto se ciñe bastante al sueño lúbrico de cualquier periodista musical. El punto de partida es tal cual: en 1989, el periodista Chris Heath recibe una llamada por parte del management de Pet Shop Boys para proponerle que se una a la crew de la primera gira de la banda y que, al acabar, inmortalice la experiencia en un libro.
La propuesta resulta épica por un motivo fundamental: habiendo encadenado dos discos de éxito («Please» y «Actually«) y a las puertas de un tercero («Introspective«), resulta que Pet Shop Boys no habían realizado todavía ninguna gira. Han planeado, sin embargo, un tour por China y Japón que huele a que prefieren estar lejos de casa… por si fracasan. Y todo tiene sentido: por mucho que ahora estemos totalmente acostumbrados al peso del dúo formado por Neil Tennant y Chris Lowe en el circuito mundial de directos y festivales, en sus inicios esta fue una unión que se formalizó por reacción pura y dura contra el stablishment musical.
Es necesario entender la coyuntura estructural de una de las industrias más poderosas del mundo entero. En los 80, la industria musical británica era un proceso en cadena no muy diferente al de una fábrica cualquiera: los artistas y los discos salían de la cadena de montaje con la misma efectividad que un coche o una nevera. Para triunfar, tenías que pasar por el aro de hacer lo que la industria quisiera, y lo que quería básicamente es que te circunscribieras a una de las dos posibilidades existentes: artista pop intrascendental o artista rock de calidad.
Pet Shop Boys lucharon desde el principio contra aquel modelo binario. Y así lo explican en el libro de Heath: «A los Pet Shop Boys nos gusta la música pop, lo cual nos convierte en bichos raros en la industria musical. La industria musical en sí, en especial en Gran Bretaña, tiende a menospreciar la música pop. Así que si Chris dice en una entrevista que le gusta de verdad un disco de Kylie Minogue, por alguna razón la gente asume que les está tomando el pelo, mientras que en realidad es que valoramos esa respuesta eufórica real que puede generar un buen disco de pop o dance«. Y, dentro de ese modelo, construyeron su formato de directo en contraposición a lo que ya existía: «(Nuestro directo) está dirigido de la misma manera que se dirige una obra de teatro o un musical, mientras que un concierto de rock se supone que es «espontáneo, tíooo», aunque cada noche sea igual«.
El principal acierto de Chris Heath es precisamente atreverse a hacer con su libro lo mismo que estaban haciendo los Pet Shop Boys con el mundo de la música: revelarse contra lo establecido. Él mismo lo explica en el epílogo añadido en esta nueva edición: «A lo largo de la década de 1980, los libros sobre la cultura pop, al menos los que tenían una intención seria, blandían su seriedad como si fuera una credencial que debía ser constantemente revalidada a lo largo del texto. Se esperaba que tales libros se centraran en la teorización y el análisis, como si estos fueran necesarios para marcar la debida distancia y para proporcionar una especie de antídoto contra la evidente trivialidad del tema«. Y como completa un poco más adelante en el mismo epílogo: «Yo tenía en mente un tipo de libro diferente; un libro que fuera absorbente, visceral y sobrecargado con las costumbres y las minucias del mundo que estaba observando, pero nunca (o casi nunca) porque sí, sino para poder relatar una historia que no creía que pudiera contarse mejor de ninguna otra manera«.
«Pet Shop Boys, Literalmente» consigue todo lo que Heath se propone. Y, de esta forma, alejándose de la seriedad pero ocultando su teoría bajo la práctica de capas y capas de costumbrismo naturalista, el autor consigue que sean los hechos los que hablen por sí mismos… Y los que, sobre todo, hablen de los dos retratados: Neil Tennant y Chris Lowe. Este libro se convierte en una privilegiada puerta de acceso a todo aquello que el dúo no muestra en sus canciones. Porque, al fin y al cabo, por las canciones ya conocemos su finísimo sentido del sarcasmo, su mordaz crítica de la vida moderna sin poder dejar de vivirla al mil por cien, su distancia irónica como arma arrojadiza, su eterno diálogo entre la diversión y el aburrimiento, su pose de dandys que lucen en la frente la estrella de la raza superior del pop.
Lo que no conocíamos a través de sus canciones y conocemos a través de «Pet Shop Boys, Literalmente» es a las dos personas que laten bajo esos dos dandys. Conocemos a un Neil Tennant sorprendentemente divertido, siempre locuaz y elocuente, que lleva sobre los hombros el peso de ser la voz del dúo, de expresar en voz alta lo que su compañero de fatigas calla y solo le dice a él. Conocemos a un Chris Lowe al que le pirra bailar, que se va de rave cada vez que tiene ocasión, que cierra todos los locales cuando hay una fiesta y que casi no habla, pero que sube el pan cada vez que lo hace.
Conocemos las dinámicas internas de esta pareja laboral… Pero, sobre todo, les contemplamos enfrentarse a un momento crucial en su carrera: su primera gira. A través de su afición extrema por el detalle, Heath consigue transmitir el deshielo de los Pet Shop Boys: cómo, al poner sobre el escenario la gira diseñada junto a Derek Jarman, al ver que el público reacciona de forma positiva, acaban cediendo a algunos de los clichés que antes criticaban. En cierto momento, Neil dará las gracias al público de forma efusiva e incluso afirmará que les quiere. Y Chris, entre risas, parece que nunca se lo va a perdonar.
«Pet Shop Boys, Literalmente» está repleto de este tipo de anécdotas. También de compras compulsivas de objetos y ropa cara, de retratos de los fans habituales (especialmente intensos al tratarse de una gira por Oriente), de conversaciones sobre el contenido arty high-brow de su espectáculo, de diálogos con los bailarines y músicos, de choque contra el comportamiento gélido de los promotores, de luchas dialécticas contra la prensa, de disertaciones sobre música, camp, pop, arquitectura, historia, estética y el sentido del formato en directo
Por eso, por el abanico que se abre cada vez que lees un pasaje del libro, sorprende que Chris Heath se lamente de que fuera mal recibido cuando se publicó originalmente a principios de los 90. Por suerte, el tiempo lo ha puesto en su lugar como una joya incunable y única… Aunque, por desgracia, el tiempo también ha demostrado que algo así sería imposible en un momento como el actual, en el que el periodismo se practica desde casa, en pijama y rastreando tuits de famosetes. Dicho de otra forma: me voy olvidando de recibir la llamada de mi banda favorita para escribir un libro como este. Que me jodan. [Más información en la web de Pet Shop Boys y en la de la editorial Contra]