En los estertores del 2014, Pasajero volvían a dar señales de vida musicales desde su álbum de debut, “Radiografías” (Ernie, 2012), a través del sencillo “Intocables”, un pildorazo de pop-rock enérgico y rocoso que envolvía una letra afilada contra los culpables del calamitoso estado actual de las cosas en nuestro país y, de paso, avanzaba el inminente nuevo disco de la banda madrileña, “Parque de Atracciones” (Ernie, 2015). Una vez degustada y asimilada la pieza, con su base rítmica funcionando a pleno rendimiento y la voz de su cantante, Daniel Arias, a punto de estallar, surgían dos preguntas obligatorias: 1) ¿Pasajero reciclarían su habitual discurso centrado en las idas y vueltas emocionales en otro inclinado hacia la protesta, la rabia y la reivindicación? 2) ¿Mantendrían el alto nivel voltaico del citado single en el resto del nuevo repertorio?
Una vez destapado su segundo trabajo, el primer interrogante se resuelve con un salomónico ‘sí, en parte’… Porque, a juzgar por las frases que expresa (y, a veces, escupe) Arias, se concluye que, en determinados tramos de “Parque de Atracciones”, Pasajero reflejan su visión de la negativa realidad que nos rodea. En este sentido, además de la comentada “Intocables” -el ejemplo más significativo del lote-, destacan la poderosa “El Arquitecto” (que extrañamente recuerda a “The Architect” de los belgas dEUS), la nuevaolera y franzferdinandiana “Gente Subterránea” y, en menor medida, “Protégelo” y la más reposada “Yo Tampoco”, cuyos ambiguos textos también se pueden conectar con las consecuencias de las sacudidas amorosas que Pasajero siempre han sabido trasladar hábilmente a sus composiciones.
De hecho, como continuación de lo que sucedía en su primer LP, aquí los madrileños vuelven a afinar su pluma para dar en la diana del amor y sus avatares y recrear con elaborados (y, a veces, crípticos) versos el poder alterador del deseo en la titular “Parque de Atracciones” (incitante a la par que sugestiva), los efectos del arrepentimiento en “Precipicio” (que estremece por momentos debido a su acentuado tono confesional) o el impacto en el corazón de los golpes del desengaño en “Detector de Latidos”. Tres cortes que, por su intención de partida y su resultado final (acariciar el alma), reflejan el cariz más suave y hondo de “Parque de Atracciones” al relajar el nervio eléctrico. Y aquí viene la respuesta a la segunda cuestión expuesta más arriba sobre el despliegue sonoro del grupo: Pasajero vuelven a mezclar tensión y fiereza (atención a “Hoja en Blanco”, uno de los hallazgos del disco que desemboca en un océano krautrock en el que se aprecia la silueta de Manuel Cabezalí –Havalina-, encargado de la producción junto a la banda) con introspección y sensibilidad de un modo natural.
Así, el recorrido de “Parque de Atracciones” se convierte en una ondulante montaña rusa como la que habría en el lugar que da título al disco, con una gran diferencia: en este caso, los zarandeos y los sobresaltos del viaje no afectan al cuerpo, sino al cerebro y al espíritu, a los pensamientos y a las emociones. Pasajero tienen en su mano la entrada lista para toda aquella persona que quiera acceder a su peculiar feria, en la que los juegos son tan reales como la vida misma.