VIERNES 22 DE AGOSTO: Sol, saltamontes y corazones ardientes
[dropcap]C[/dropcap]AMPO DE FÚTBOL SENHORA DA PENA. Tras su incontestable éxito del año pasado, regresaban las denominadas Vodafone Music Sessions, en las que un puñado de privilegiados fueron testigos de conciertos especiales organizados en diversos puntos del municipio de Paredes de Coura y protagonizados por algunos de los artistas de la parrilla del certamen. Después de Capicua dos días antes y Seasick Steve en la víspera, les llegaba el turno a Buke And Gase de desenvolverse en una portería del abandonado campo de fútbol de la Senhora da Pena, sentados entre flores habitadas por saltamontes y bajo una intensa solana de sobremesa. Sin variar su estructura de guitarra eléctrica, bajo y bombo, incrustaron sin dificultad su post-rock dislocado, intrincado y fresco como la brisa que se levantaba en un contexto muy diferente tanto para el dúo neoyorquino como para el reducido público.
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE FM. Ya de vuelta al recinto del Vodafone Paredes de Coura 2014, Dawes se presentaron como entidad propia que iba más allá de la categoría de banda de directo de Conor Oberst. Trazando un arco que iba de Wilco, Centro-Matic y otros adalides del alt-country-rock norteamericano al Neil Young más tradicionalista y menos desbocado, enseñaron sus dos caras opuestas: la reposada y la dinámica, ante un todavía escaso público que acogió con agrado sus piezas de esqueleto eléctrico y efectos plácidos.
Buke And Gase sólo variaron el color de su vestimenta (de riguroso negro) con respecto a su anterior participación en la Vodafone Music Session. Por lo demás, repitieron sus planteamientos sonoros, aunque Arone Dyer se aprovechó de los altos decibelios del escenario para descargar todo su agudo y poliédrico torrente vocal al tiempo que la conjunción entre sus instrumentos se consolidaba. La pareja se bastó con su economía de recursos para trenzar su free-rock compacto y que descolocaba al quebrar los esquemas convencionales de estrofa-estribillo y permitir que las canciones fluyeran de una manera orgánica y llamativa.
Yuck, por su parte, siguieron una senda más corriente para trasladar su cocktail de indie-rock noventero y power-pop inspirado en el legado de Teenage Fanclub y próximo a coetáneos como Veronica Falls. Entre esas coordenadas se movieron a lo largo de su concierto, iniciado con “Holing Out”, energizado por “Middle Sea” y “Get Away” y adornado por luminosos juegos corales, fuzz guitarrero y melodías aceradas. Aunque también paladearon las mieles del shoegaze ensoñador, de pedal de efectos y trémolo, ejecutando la dulce “Rebirth”, una de las mejores piezas de su repertorio. El nuevo frontman de la banda, Max Bloom, en respuesta al jolgorio montado por sus seguidores, no balbuceó a la hora de mezclarse con ellos para decir adiós aupado por sus manos sin soltar la guitarra.
Meredith Graves, lideresa de Perfect Pussy, podría haber hecho lo mismo si se lo hubiese propuesto. Pero, quizá, nadie se hubiese atrevido a sujetarla antes de tocar suelo, ya que, literalmente, sembró el pánico durante un show espídico, desquiciante, breve y fugaz como cada uno de sus escupitajos ultra-punk que superaban todas las barreras del concepto hardcore y los umbrales del dolor soportable por el oído humano. De acuerdo, ya se conocía a priori cuál sería la materia prima manipulada por los norteamericanos; pero una cuestión distinta fue experimentar su traslación al directo con todo su extremismo y violencia, que produjo que algunas almas cándidas huyeran despavoridas. Alrededor de Perfect Pussy se creó un mazacote supersónico en el que resultaba imposible discernir una sola palabra de las pronunciadas por una poseída y cuasi irracional Graves, a la cual poco le faltó para arrancar de cuajo sus cuerdas vocales y arrojarlas contra unos espectadores que aguantaron la tormenta practicando headbanging y pertinentes pogos. Durante el tramo final, coños perfectos formados por los dedos de las manos acompañaron el ruido negro que generó el teclista de la banda para estirar y retorcer el resto del set con sus colegas ya retirados. Los adjetivos salvaje, fiero y pavoroso se quedaron cortos para describir lo observado.
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE. Killimanjaro habían anticipado en el arranque vespertino que la jornada estaría cargada de electricidad empujados por su rock de alto voltaje, lleno de riffs flamígeros y latigazos post-hardcore que también se fijaban de reojo en el stoner rock y el libro de estilo zeppeliano. Quedó patente por qué es uno de los grupos más respetados del ramo dentro (y fuera) del panorama indie-rockero portugués. Sus compatriotas Linda Martini continuaron en cierta medida los parámetros perfilados, aunque de un modo más suavizado. Eso sí, manteniendo un fondo atronador sostenido que atraía sin remedio a los aficionados que corrían ladera abajo pata agitarse a gusto con su música.
Conor Oberst disipó las fuertes vibraciones que permanecían en el ambiente del espacio principal en cuanto comenzó a alimentar el cariz frágil y transparente de su folk-rock de vieja escuela. Apoyado por Dawes, tejió melodías acústicas con pespuntes eléctricos y notas de órgano clásico para defender, sobre todo, su catálogo en solitario aunque también bajo la denominación de Bright Eyes. Pero su excesiva parsimonia resaltaba la negativa calma -dado el momento de la noche, que pedía un mayor brío- de sus medios tiempos aterciopelados e ideados para acariciar el corazón y la mente mediante un sonido impecable y una interpretación de Oberst tensa o melosa en función de las exigencias de cada composición. Como heredero legítimo de los tótems del rock de raíces de antaño, el de Omaha certificó que ya no tiene nada que ver con aquel chico barbilampiño que abandonó el anonimato hace más de una década.
Se suponía que Black Lips cumplirían con la tarea de levantar los ánimos de la desconcertada muchedumbre que había salido traumatizada del espacio secundario tras sufrir la vomitona hard-punk de Perfect Pussy. Su fama de grupo fiestero y su rock blusero modernizado -como si se tratara de una destilación del ofrecido por The Black Keys– así lo aseguraban. Pero, después de empezar a toda mecha, el cuarteto de Atlanta se fue diluyendo como un azucarillo en su intento de usar su rockabilly cool como elemento jaranero aunque con sustancia, ya que lo acabaron transformando en un rock de pub ideal para canturrear al alimón cerveza en mano pero plano, simplón y totalmente olvidable.
Todo lo contrario ocurrió en el caso de Cut Copy. Tenían que salir demasiadas cosas mal para que los australianos no diesen en el clavo como cabezas de cartel de la jornada. Por ejemplo, que a las primeras de cambio fallase el sonido del micro de Dan Whitford. Solucionado enseguida el contratiempo, el grupo esbozó un concierto idéntico al de Franz Ferdinand vienticuatro horas antes, utilizando su último disco, “Free Your Mind” (Modular, 2013), como excusa para crear una especie de greatest hits en directo. Nada que objetar: el cuarteto inicial “We Are Explorers”–“Take Me Over”–“Free Your Mind”–“Where I’m Going” puso las cartas ganadoras de Cut Copy sobre la mesa, con lo que sólo quedaba la opción de dejarse llevar por su pop electrónico pluscuamperfecto y entregarse a él en cuerpo y alma para danzar en la ladera con pequeñas lágrimas recorriendo las mejillas. Whitford, ochentero hasta la médula por su indumentaria y sus bailcecitos tras el teclado, ejerció de maestro de ceremonias que supo aplicar a sus palpitantes piezas sintéticas las cantidades justas de emoción (“Feel The Love”, “Out There On Ice”, “Need You Now”), tensión (“So Haunted”) y pasión clubber (“Let Me Show You Love”, una vigorizada “Hearts On Fire”) hasta cuajar un recital completísimo, de esos que dejan huella tanto en la memoria como en el corazón.
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE FM. Aunque ya había llegado el turno de convertir la carpa secundaria en una discoteca revolucionada a golpe de beats, hubo hueco para que Cheatahs diesen rienda suelta a su shoegaze purista y noise amaestrado que roza los límites del pop, ya fuese en forma de ágiles e infecciosas melodías repletas de distorsión (“Geographic”, “The Swan”) o evocadores pasajes mybloodyvalentinianos (“Fall”). Era inevitable comparar al grupo con sus evidentes influencias, aunque este las manejó con habilidad para sacudírselas y enseñar su propia personalidad.
Fort Romeau recogió el testigo y calentó sus platos (cuya aguja le jugó alguna mala pasada…) enlazando house exquisito y sin estridencias al principio y profundo y vibrante al final. Hecho el silencio, tocaba pensar en que el día siguiente sería el de la indeseada clausura del Vodafone Paredes de Coura 2014.