JUEVES 21 DE AGOSTO: Apoteosis en la ladera
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE FM. El Vodafone Paredes de Coura 2014 ya había adquirido un imparable impulso: se palpaba que, como marca la norma no escrita del festival, su segundo día se presentaba como el teóricamente más fuerte del evento. Una circunstancia que facilitó que la apertura del escenario pequeño no luciese como un páramo desértico. También había que tener en cuenta que sobre las tablas se encontraba Fast Eddie Nelson, un portugués muy yanqui y practicante de un rock de pura cepa que bebe de fuentes tradicionales del blues y que cuenta con una notable legión de fans. A través de riffs enérgicos y una voz contundente, el luso rememoró tanto el brío de Led Zeppelin como el rhythm & blues típico de una whisquería de la América profunda. En ese mejunje sumergió una rotunda versión del “Come Together” de The Beatles que levantó brazos de admiración y agitó melenas rockeras.
De una manera más contenida se desenvolvió la audiencia ante Panama, cuyo pop electrónico y tremendamente melódico parecía compartir rasgos con adalides del género como sus vecinos Cut Copy. El trío australiano, sin embargo, se inclinó por el synthpop académico del que obtenía un sabroso jugo emotivo (en “Stay Forever” o “It’s Not Over”) sin rechazar exprimir su pulso bailable, como en “Always”, culmen de un concierto fresco y entretenido.
Por el contrario, el de Thurston Moore resultó ser tan espartano como el rock ortodoxo que maneja en solitario. Alejado del fuzz guitarrero y la experimentación de su ex-banda, Sonic Youth, introdujo al respetable en sus robustos y extensos desarrollos galvánicos en un abrir y cerrar de ojos gracias igualmente a sus acordes diáfanos y su voz en primer plano. Tampoco dudó en aplicar ruido, distorsión y acoples sónicos con la ayuda de la efectiva segunda guitarra de James Sedwards que adornaba sus rabiosos rasgueos, las sólidas líneas de bajo de Debbie Googe (My Bloody Valentine) y la vehemencia a las baquetas de Steve Shelley para que cada tema rodase y creciese cual bola repleta de electricidad. Con Thurston Moore hubo muy pocas bromas…
Tampoco Thee Oh Sees se anduvieron con chiquitas. Si no que se lo digan al miembro de seguridad que echó del escenario a un desatado fan a trompicones: recibió la reprimenda directamente del guitarrista y cantante John Dwyer y del bajista Timothy Hellman, que cortaron por lo sano uno de sus temas para descender al foso, deshacer el entuerto y protestar contra la autoridad. Unos gestos que describieron con claridad la innegociable actitud de los de San Francisco, que mostraron todas las caras posibles del garage, desde el puro y auténtico hasta el psych, pasando por el más rockero y punk. De hecho, en muchos tramos revoloteó sobre las cabezas de los presentes el espíritu de Sex Pistols, invocado por los zarpazos de la banda en general y el derroche vocal y físico de Dwyer en particular.
[dropcap]P[/dropcap]ALCO VODAFONE. Horas antes, Oso Leone -únicos representantes españoles en el Vodafone Paredes de Coura 2014– tuvieron que lidiar en el comienzo de su intervención con el estruendo generado por Fast Eddie Nelson unos metros más allá. Una vez desvanecido, se pudo apreciar con nitidez cómo los mallorquines adaptaban con habilidad al gran escenario su cuidado sonido minimalista, favorecido por el tempranero turno que les correspondió (a media tarde, con agradable meteorología estival) y el entorno natural circundante. Quedó patente que su “Mokragora” (Foehn, 2013) es un disco de largo recorrido que puede conquistar en directo diferentes clases de oídos, como se comprobó entre el extasiado público luso. A medida que desplegaban las bondades de su post-rock-pop cristalino y pintoresco, se daba por seguro que Oso Leone han superado de sobra su condición se sorpresa para asentarse como referencia a seguir por sus peculiaridades no sólo en el panorama patrio, sino también en el internacional.
Por su parte, Seasick Steve es una rara avis en el tradicional universo del blues-rock estadounidense por su singular carrera, sus modos de actuar y su jovial veteranía. Detalles que llaman la atención allá donde va: en el valle courense, uno de los comentarios escuchados entre el gentío en cuanto apareció fue un sorprendente “ah, pero si es un viejo…”. Sí, Steven Gene Wold pasa de los setenta años de edad, pero en vivo rezuma juventud para dar lustre a sus relatos autobiográficos pertrechado con sus guitarras hechas por él mismo. Acostumbrado a caminar por orillas fluviales más oscuras y pantanosas que las del río Coura, repasó su catálogo anclado en el meollo de la historia del blues cubierto de polvo y del rock grasiento y humeante haciendo hablar a sus rústicos instrumentos el lenguaje inalterable e inmortal de los géneros que defiende.
Otro músico personalísimo es Mac DeMarco, el cual, además de poner de moda en Paredes de Coura las viseras colocadas al revés, se explayó a gusto para convertir su espectáculo en una juerga que hizo las delicias del público. Para la ocasión, el canadiense potenció el cuerpo de canciones como las recientes “Salad Days”, “Blue Boy” o “Let Her Go” y las más antiguas “Ode To Viceroy” o “Cooking Up Something Good”, que llegaron más fibrosas y vitaminadas que en su formato original lo-fi. Estos cambios beneficiaron hasta tal punto al desempeño de DeMarco que su slacker-rock se quitó de encima toda su pereza y se elevó a un nivel superior sin perder gancho melódico. Con todo, el nervio de su actuación decayó en su segunda mitad, problema que un permanentemente comunicativo DeMarco solventó compartiendo el micro con una admiradora mientras sonaba de fondo una revisión de “Jammin’” de Bob Marley y después poblando el palco de seguidores ayudando en el fin de fiesta. Sí, el canadiense había logrado meterse en el bolsillo tanto a su parroquia como a los incrédulos que no confiaban en sus posibilidades en las distancias largas del espacio grande del festival.
Tal contexto les vino como anillo al dedo a Chvrches para esparcir por la ladera todas las virtudes de su único álbum hasta la fecha, “The Bones Of What You Believe” (Virgin, 2013). Una esplendorosa Lauren Mayberry sobresalía al frente del llamativo juego lumínico del grupo cual ninfa pop que irradiaba luz mediante su voz delicada pero firme e intensa. Su inmaculada interpretación, sumada al sonido impoluto pergeñado por sus dos compañeros, hilvanó un repertorio fiel a su versión en estudio. Tanto, que a veces daba la sensación de que sus canciones semejaban extremadamente perfectas. Eso sí, sin que se redujeran su brillantez, su poso emocional ni el impacto rítmico de sus piezas más simbólicas: “Lies”, “Recover” y “The Mother We Share”. Los graves reforzados y la combinación de teclados y sintetizadores esmerilaron la pátina expansiva del synthpop de los escoceses, tan rico y variado (bailable, introspectivo, efervescente…) que el set se hizo demasiado corto.
Parecía que el trío había querido dejar un holgado margen al público para que este se preparara adecuadamente ante la inminente salida de sus compatriotas Franz Ferdinand. Muchos se temían que los de Glasgow ejecutasen un show que recordase más de la cuenta a su época de 2004. En parte fue así, porque destaparon sin remilgos y con tesón un buen pedazo de su homónimo LP de debut. Pero no en cuanto a sacrificio, dispendio de energía y chorro sónico, totalmente adaptado a 2014, como había anticipado en su momento su notable último trabajo, “Right Thoughts, Right Words, Right Action” (Domino, 2013). Por él, sin embargo, pasaron de puntillas, rescatando sólo sus cuatro ases: “Right Action”, “Evil Eye”, “Love Illumination” y “Bullet”. Entre medias, Alex Kapranos y familia decidieron poner toda la carne en el asador y regalar su deslumbrante colección de pepinazos new-wave: de una efusiva “No You Girls” a “The Fallen”, de “The Dark Of The Matineé” a “Ulysses” o de “Tell Her Tonight” a “Walk Away” y la bombástica “Outsiders”. Lógicamente, la multitudinaria audiencia saltó por los aires impulsada por las deseadas “Do You Want To” (algo ralentizada) y “Take Me Out”. Por si este arsenal de hits no fuese suficiente, todavía quedaba un catártico bis en el que, de nuevo, el primer disco de Franz Ferdinand tomó el protagonismo vía “Jacqueline”, “Darts Of Pleasure” y “This Fire”, apoteósico broche de oro a una actuación que rompió prejuicios respecto al estado de forma de los escoceses.
PALCO VODAFONE FM. El escenario pequeño se reabrió con la electrónica de trazas p-funk y tecnopop de los locales White Haus, que tradujeron al portugués el discurso de bandas como We Have Band y afines. De ahí que su set resultase muy válido para calentar la madrugada que se prolongaría con la sesión de Ivan Smagghe, que tiró de electro-techno-house con líneas de bajo absorbentes que incitaban automáticamente al movimiento mezclado al milímetro sobre bases similares, lo que provocaba que en ciertas fases sonase relativamente reiterativo. El controlado tempo de los bpms y el domesticado bombo le restaron, a la vez, el punch necesario para incendiar la carpa.