Paraíso 2019 era la edición en la que el festival tenía que superar la reválida… Y, como dice nuestra crónica, hizo eso e incluso mucho más.
Ya era hora de que la capi gozara de un festival como Dios manda y que acabara con el páramo que era Madrid en cuanto a cultura festivalera. Es algo que no se entendía… ¡Si ahora salen festivales como setas y hasta hay uno en el pueblo de tu prima! Pero si, además, se trata de un festival de referencia en música electrónica, hermanado con el barcelonés (y cada vez más mundial) Sónar y que demuestra tanto amor por la música, pues mejor que mejor.
Cada vez más, la organización de un festival consiste en ofrecer una experiencia que vaya más allá de la música. Esto parece una perogrullada, pero es que, como muchos ya sabemos, mal organizado un festival puede convertirse en una pesadilla en el que te dejes la vida de tanto correr de un lado a otro, haciendo colas interminables en barras y/o baños, comiendo basura, e incluso acabar siendo algo realmente peligroso y agotador. Afortunadamente, este no es el caso del festival Paraíso. La prioridad de sus organizadores es la comodidad del festivalerao, y por eso mismo en esta edición de 2019han cuidado hasta el último detalle, ofreciendo una propuesta vanguardista, agradable, divertida y diversa con la que mimar los cinco sentidos: el recinto ha sido espacioso, hubo múltiples zonas de descanso… ¡y el campus olía a césped!
Así que empecemos… El viernes 14 de junio llegamos al Campus de la UCM con colas ágiles tanto en control como en recogida de pulseras. Nada más entrar en Paraíso 2019, nos recibe el escenario Nido al frente, dedicado a la escena local madrileña, y acto seguido constatamos con alegría (y algo de preocupación) que los escenarios están a apenas tres minutos de distancia entre sí. Nuestras preocupaciones se disiparán al comprobar que no hay solapes de sonido durante las actuaciones. Punto para los organizadores.
La alegría se mantiene cuando llegamos a la barra, no solamente esta vez, sino todas las que le siguieron esa noche. Otro punto para ellos. Nos movemos sobre un manto de césped de un escenario a otro y de una barra a otra sin ningún incidente, y solo nos cruzamos con sonrisas y buen rollo por parte del resto de asistentes. La alegría del principio se convierte en euforia cuando, en esos vaivenes, nos encontramos con zonas de descanso con pufs donde repantigarse, instalaciones artísticas repartidas por el recinto que dan mucho juego (ya sea para la foto postu como para conocer a gente) y una zona de food trucks deliciosos, comisionada por la chef Rebeca Hernández, ganadora de su primer Sol Repsol. El único punto a mejorar serían las colas en los baños, que, por otro lado, siempre son punto flaco de todos los festivales. En cualquier caso, llegamos a Paraíso 2019, recargamos pulseras, pedimos la primera ronda y nos encaminamos al primer concierto de una noche que prometía.
Y ese era el concierto de Chvrches. Eran los cabezas de cartel de la primera noche, pero parece que hubo problemas con el sonido: la voz de Lauren Mayberry sonaba plana y metálica, y apenas se podía disfrutar de los primeros temas. Arrancaron con “Get Out”, “Bury It” y “We Sink”. Siguieron con un repertorio impecable, pero poco detalle, a medio gas, no acaban de coger fuelle y solo parece que la gente se viene un poco arriba hacia el final con su retahíla de temazos formada por «Recover«, «Clearest Blue«, «Leave a Trace» y «The Mother We Share«… Pero ni eso les ha salvado el concierto. No, no ha sido uno de sus mejores shows, pero su colección de temazos consigue que se lo perdonemos.
Tras la pausa baño-copa-comida-baño-otra copa, llegamos al set elegante y disfrutón de Cerrone. Con unos visuales impresionantes tras él, se anunciaba el que iba a ser el set de la noche. En su sesión nos regaló los oídos, primero con sus hits («Cerrone’s Paradise«, «Give Me Love» y «Love in C Minor«) para luego pasar a un set más house. La leyenda no defraudó. Qué elegancia, por favor.
Ya con temperaturas sobre los 12 grados y la garganta destrozada, era hora de dirigirse al escenario Club, que se sitúa bajo una carpa con bola disco en su centro proyectando miles de lucecitas que se mueven a modo de estrellas de colores. Yo me hubiera quedado bajo este cielo toda la vida, por su belleza y por el frío que pegaba fuera… De esta guisa acabábamos la primera jornada del festival con la rave de KiNK y un buen rollo tremendos. Mientras tanto, Guacamayo Tropical lo daban todo como de costumbre en el escenario Nido, con su conspiración tropical para conquistar el mundo y hacerte sudar.
Después de una noche un poco fresca (escribo esto con bronquitis, algo que no me permitió asistir al día siguiente de Paraíso 2019), yo no sé vosotros, pero yo el año que viene vuelvo… Eso sí, ¡con anorak! [Más información en la web de Paraíso 2019]