¿Quién dijo que todas las series españolas eran un coñazo? ¿Y que eran iguales? ¿Y que eran una antigualla? Sería alguien que no ha visto «Paquita Salas».
«Paquita Salas» es una serie que retrata la vida de una agente de actores de unos 50 años que se ha quedado algo anticuada. Esto va a conllevar que el público y la crítica la intenten asimilar dentro de las coyunturas habituales de ese mismo mundillo del cine español que hace tiempo que está al límite de quedarse ostentosamente demodé. También ocurre que la protagonista de la serie está interpretada por un actor, lo que implica que el círculo se estreche considerablemente y ya no estemos considerando a «Paquita Salas» sólo dentro de la escena del cine español, sino en su círculo interno más gay (y, perdonad que lo diga, pero también más Madrid).
Todo lo dicho en el anterior párrafo, sin embargo, es un problema que podría acabar abocando a una malinterpretación de «Paquita Salas«. Primero, porque cualquiera podría pensar que esta web-serie cuyo episodio piloto acaba de aterrizar en FLOOXER es una sátira sangrante del mundo de los agentes de actores y de los mismos intérpretes realizada desde la juventud insultante de sus realizadores, Javier Calvo y Javier Ambrossi (autores también de «La Llamada«, el musical que sigue petándolo en el Teatro Lara). En la mirada de los directores, sin embargo, hay mucho más cariño que ganas de hacer leña del árbol caído: su aproximación es más de tragicomedia que de comedia travesti. De hecho, hay dos cosas que «Paquita Salas» no es: ni comedia ni travesti.
Esta es, de hecho, la segunda probable causa de malinterpretación de la serie. Alguna voz se ha alzado ya diciendo que lo que hace Brays Efe en «Paquita Salas» (es decir: un hombre interpretando a una señora gorda y madura) ya lo han hecho otros actores en nuestro país, algunos de forma tan sobresaliente como Jorge Calvo… Y esta, al final, puede ser la malinterpretación más errada, porque lo de Brays Efe está más bien en las antípodas de todos los papeles de hombre interpretando a mujer que hemos visto por estos lares. Tal y como afirman los propios Calvo y Ambrossi, cuando miran a su amigo Brays lo que ven, incluso cuando no va travestido, es a una señora de 50 años. Y eso es precisamente lo que trasladan a la pantalla: el maquillaje huye de estridencias y excesos travestis, el pelo es el del propio actor pero teñido, y el vestuario es fuertecito, eso no lo va a negar nadie, pero sigue entrando dentro de lo verosímil.
Todos tenemos una tía-abuela que es exactamente igual a Paquita Salas, la agente de actores que aparece magistralmente contrapuesta a su segunda de abordo, Magüi (interpretada por esa Belén Cuesta a la que se le da tan bien buscar pliegues en la vulnerabilidad adorable). Ahí reside uno de los aciertos más sublimes de «Paquita Salas«: en su esfuerzo por ser una serie totalmente verosímil y coherente en la que el hecho de que su papel femenino principal esté interpretado por un actor no tiene ningún tipo de implicación. Brays Efe actúa con una naturalidad pasmosa, sin buscar el subrayado drag que nace del exceso. Y la trama, que podría usar el travestismo como un trampolín hacia el despiporre cómico, sabe bascular con gracia y elegancia entre las bromas referenciales (imposible no reconocer el mundillo que parodia, los nombres, los personajes, Nawja, los clichés, el Strong) y la tragedia esperpéntica.
No parece casualidad que el formato elegido por Calvo y Ambrossi para «Paquita Salas» sea el falso documental, aumentando así las cargas de verosimilitud. Es este un formato, sin embargo, en el que nos hemos cansado de personajes tipificados, de fantoches inconscientes de que hace tiempo que se ahogaron en sus propios desbarres egomaníacos. El tramo final del episodio piloto, sin embargo, deja claro que la protagonista no es una David Brent del montón: Paquita es consciente de su fracaso y, más allá de la tristeza, incluso sabe llevarlo con elegancia. Por mucho que antes la hayamos pillado en varios episodios bochornosos.
Sea como sea, y más allá de las posibles malinterpretaciones de «Paquita Salas» (o a lo mejor son unas malinterpretaciones que sólo existen en mi cabeza, ¿quién sabe?), la serie de FLOOXER hay que abrazarla como lo que es: una báscula de dos platillos que están a la misma altura, sin desigualdades. A un lado, lo viejo: el mundillo que se representa, los referentes de algunas bromas, el personaje principal… Al otro, lo nuevo: la interpretación de Brays Efe, el post-humor, lo meta, la sangre fresca tanto en la dirección como en la banda sonora (con El Buen Hijo, por ejemplo) o en el hecho de contar con Alex de Lucas (miembro de la banda The Parrots) como actor regular… Y todo ello rodeado de cameos de actores que se interpretan a sí mismos: Lidia San José (también regular), Macarena García, Maxi Iglesias, Adam Jezierski, Raquel Meroño y los que vendrán.
Y aquí viene el retruécano final, la ironía última: Paquita Salas (el personaje) es una agente de actores anticuada, y «Paquita Salas» (la serie) es una producción que retrata un mundo anticuado por mucho que lo haga desde el cariño… En un momento como el que vivimos, en el que las ficciones televisivas españolas son un verdadero cuadro en el que todo el mundo se copia a todo el mundo, donde las ideas escasean y la caspa sobra, resulta que tiene que ser una web-serie que satiriza «el viejo mundo» la que demuestre que en nuestro país hay futuro. Que existe «el nuevo mundo». Sólo hay que darle espacio. Y abonarlo un poco para que florezca. [Más información en el Facebook de «Paquita Sala». Puedes ver la serie en FLOOXER]