Un paso menos hacia el anhelado nuevo disco de Animal Collective. Esta frase podría funcionar a modo de resumen, entre objetivo y malicioso, de las sensaciones surgidas en torno al tercer largo de Panda Bear (alias de Noah Lennox), “Tomboy” (Paw Tracks / Green Ufos, 2011), dadas las altas expectativas generadas ante el anuncio de su publicación y su salida varios meses después de la fecha fijada inicialmente. Tanto se retrasó, que incluso dio tiempo a que viese la luz la sorprendente cassette-regalo “Keep” (denominación de la compañía de moda que propuso -con fines benéficos- a cada uno de los miembros del grupo de Baltimore que diseñara sus propias zapatillas) y en la que dan rienda suelta a sus ganas de diversión y a su vasta imaginación musical con cuatro composiciones firmadas personalmente. Pero las ansias de paladear los sonidos más calientes del colectivo animal (hecho que se podrá refrendar en sus próximos directos, en los que estrenarán canciones inéditas) no deberían ocultar la importancia que conlleva que sus componentes no cesen su prolífica actividad en solitario: el año pasado fue Avey Tare (con “Down There”; Paw Tracks, 2010) el que certificó su valía como especial narrador de historias privadas envueltas en pop líquido de luz tenue y oscuridad matizada; ahora es el turno de Noah Lennox de enseñar las cartas del sucesor de su alabadísimo “Person Pitch” (Paw Tracks, 2007).
Los doctores en la materia Animal Collective coinciden en que la mente más inquieta y preclara del cuarteto siempre fue el Oso Panda, por lo que no resultó extraño que hace cuatro años se sacara de la manga el citado álbum, una obra de tales dimensiones que automáticamente alcanzó la cumbre de lo mejor de aquella temporada (y de la primera década del siglo XXI) y que, de paso, anticipaba la posterior revolución colectiva provocada por la dupla “Strawberry Jam” (Domino, 2007) / “Merriweather Post Pavilion” (Domino, 2009). La fórmula tenía todas las de ganar: pop cegador, libérrimo y calculado, con sus raíces bien sujetas a los eternos sonidos beachboyescos bañados en océanos de ácido de laboratorio. El resultado de esa combinación inapelable fue un auténtico big-bang galáctico que, aún hoy en día, sigue expandiéndose. Es más: otorrinolaringólogos de reconocido prestigio recomiendan “Person Pitch” para limpiar y dar lustre a oídos oxidados.
De esta forma, el reto que se le presentaba a Lennox a la hora de abordar la confección de “Tomboy” era exigente: superar o, al menos, igualar el nivel de su triunfal estreno. Vaya por delante que, finalmente, el nacido en Pennsylvania no alcanzó el objetivo pero, ojo, no se desvió demasiado del camino de baldosas amarillas. Este disco se puede considerar como el hermano pequeño de su antecesor, ya que en él se identifica el mismo código genético: aquel que proviene de su autor y, por ende, de su banda madre. De este modo, Panda Bear encapsula ese ADN en píldoras compactas que, de entrada, remiten (dejando a un lado la evidente e inevitable influencia de Brian Wilson y sus chicos) a dos de las joyas de “Person Pitch”: “Comfy In Nautica” y “Take Pills”, recicladas, en el caso que nos ocupa, en “You Can Count On Me” y “Tomboy”, que destacan por sus melodías concentradas, pegajosas y tarareables.
Parece que Lennox recurrió a una receta aparentemente “clásica” para el oyente, aunque la recubrió de capas y capas de texturas policromáticas (entre artificiales y orgánicas, cósmicas y terrenales) y le añadió las consabidas armonías construidas con voces dobladas y solapadas. “Slow Motion” repite y ralentiza esa estructura y le da una vuelta de tuerca para dar paso a la fase más lisérgica y espacial de “Tomboy”. En ella, se aprecia el particular aderezo que Sonic Boom (Spacemen 3) añadió a algunas secciones del conjunto durante la mezcla del disco, del mismo modo que se advertía en el “Congratulations” (Sony, 2010) de MGMT: las composiciones muestran una pátina de psicodelia elástica y refulgente que se multiplica por mil al entrar en contacto con el extraño imaginario sonoro de Lennox. Un caldo alucinógeno que comienza a bullir con “Surfer’s Hymn” gracias a los clichés (positivos) de su creador: cadencias vocales de ida y vuelta, recreación de postales playeras de otra dimensión y un homenaje directo al dios wilsoniano desde el título hasta el sampleado del suave oleaje del mar meciendo la arena que la abre y la cierra. Junto a ella, pasean de la mano “Last Night At The Jetty” y “Drone” a través de oblicuos paisajes caleidoscópicos que se abren en campos de psico-pop nervioso (“Alsatian Darn”) y de ambient atmosférico (“Scheherezade”).
Esta virtuosa dispersión experimental pierde un poco el rumbo a medida que se desarrolla la etapa final de “Tomboy”, aunque Lennox la encauza hacia la bella y vitalista “Benfica” (barrio de Lisboa y centro neurálgico de la grabación de este LP), corte semi-acapella que transita en medio de sintéticos arreglos vaporosos y los gritos enlatados de la afición del legendario equipo de fútbol del mismo nombre del cual el norteamericano es hincha. ¿El señor Oso Panda poniendo, por una vez, los pies en la tierra? Una pregunta de respuesta compleja, sabiendo que habría que introducirse en el cerebro de este geniecillo loco para contestarla. Otra cuestión: a partir de aquí, ¿por dónde irán los tiros de Animal Collective tras destapar el tarro de las esencias de este disco y del de Avey Tare? Se harán cientos de conjeturas variopintas al respecto pero, por ahora, la pista más sólida a tener en cuenta es, por derecho propio, esta nueva pirueta de Panda Bear, que lo sitúa como la mejor guía de lo que puede deparar el pop de vanguardia en un futuro no muy lejano.
Panda Bear | You Can Count On Me by The Vinyl District