[Raül De Tena] Se hace difícil ponderar «Yeezus» con los dos anteriores lanzamientos de Kanye West en la mano: en «808s & Heartbreaks«, el artista afrontó su desmoronamiento emocional llevando hasta el extremo la utilización del sintetizador del título en un álbum que ha de quedar para la historia como el predecesor absoluto del sensual despelote sentimental que luego han hecho suyo muchos de los practicantes del nuevo r&b; y, por su parte, «My Beautiful Twisted Dark Fantasy» cogía la trilogía inicial de Kanye y la llevaba hasta el límite de la megalomanía y el maximalismo explorando cuántos samplers, cuántas colaboraciones, cuántos cambios de ritmo, cuánta locura podía meter en una canción sin que esta explotara y se llevara por delante la cordura de quien escucha. Ambos discos no sólo supieron alcanzar sus propias metas, sino incluso superarlas y seguir corriendo maratones que nadie les había pedido que corrieran.
Pero ahora toca ponderar «Yeezus«. Y hay que decirlo a botepronto: a primera escucha, puede parecer que no es un disco tan redondo como sus dos anteriores entregas. Que no llega a sus propias metas porque, básicamente, estas metas están mucho menos definidas que en sus anteriores trabajos. Está claro que en «Yeezus» hay varias líneas de exploración… Para empezar, el gusto de West por los samplers cada vez más viejunos convierte este álbum en una especie de renovación de los cantos de libertad de la era de la esclavitud negra para extrapolarlos hacia un presente en el que los nuevos esclavos (con «Black Skinhead» y «Blood on the Leaves» -esta noche Nina canta para Kanye– actuando de faro guía del resto de temas) han de lidiar con un panorama apocalíptico. De hecho, si algo ha de marcarse como rupturista en este disco es que, por vez primera en la carrera de Kanye, su Apocalipsis ha dejado de sonar a estilización fashionística y a empezado a sonar a amenaza pura y dura. Más a «La Carretera» de Cormac McCarthy y menos a la «Melancolía» de Lars Von Trier. Además, siguiendo con las líneas de actuación de «Yeezus«, es necesario señalar cómo vuelve a renegar del mencionado maximalismo de su anterior fantasía para coger el sonido de «808 & Heartbreaks» y extirparle cualquier tipo de sentimentalismo: de nuevo, el panorama (emocional y musical) que nos queda es crudamente apocalíptico.
Y aunque en el Apocalipsis puede estar, a su vez, la principal debilidad de «Yeezus» (precisamente porque ya hay predicadores del fin del mundo tan avanzados como Death Grips, capaces de dejar en bragas algunos de los intentos de Kanye), hay que reconocer que, como siempre que se trata de West, la impresión inicial puede llevarte a un juicio muy erróneo: ¿que no alcanza sus propias metas? ¿No será más bien que Kanye West ha dejado de jugar a una banda y ahora tiene múltiples metas? ¿Es más valioso sobrepasar una única meta o alcanzar varias a la vez? [NOTA: 87%]
[Jose A. Martínez] Tras los excesos, las declaraciones hiperbólicas, la pomposidad publicitada, las fanfarrias celestiales y la dorada alianza con Jay-Z, Kanye West ha encontrado la calma. ¿Es eso posible en la vida del autor del elefantiásico “My Beautiful Dark Twisted Fantasy”? En la personal, relativamente, sí (llamémoslo ‘efecto Kardashian’, a pesar de ella); pero, en la artística… En “Yeezus”, la angustia (emocional y trascendental) brota y, por momentos, se transforma en rabia escupida en forma de rimas venenosas. Ye no esconde su incendiaria visión del negocio musical estadounidense en “New Slaves”; practica polémicos juegos líricos en “On Sight” (que ha levantado ampollas por su mención a la enfermedad de Parkinson); y realiza auto-referencias entre maximalistas y paródicas (“I Am A God”). Todo ello envuelto en un sonido fluctuante que va del electro aguerrido y áspero a la bases aceitosas sobre las que Ye se comunica con voces sampleadas venidas del más allá (la de Nina Simone en “Blood On The Leaves”) o se convierte en un prestidigitador vestido con ropajes clásicos (“Bound 2”). Rodeado de una pléyade de colaboradores estelares (Rick Rubin, Daft Punk, Justin Vernon o Frank Ocean, entre muchos otros), Kanye West dio forma a un álbum sorprendente dentro de su discografía, por su austeridad (fíjense en la portada) y la ausencia de fuegos de artificio promocionales, pero que no baja del trono de hierro del hip-hop norteamericano a uno de sus constantes agitadores. [NOTA: 83%]