[Marco Ascione] Cuarenta minutos y un segundo. Este es el tiempo que Kanye West necesita para dejarte con las bragas bajadas y con la habitación hecha un desastre –ya me entendéis–. «Yeezus» (Def Jam, 2013), su sexto álbum en solitario, es una auténtica bomba nuclear dispuesta a ser recordada como una obra rompedora, tanto en la discografía personal del rapero como en el mundo del hip-hop en general. Una atmósfera oscura y densa, beats sucios y estremecedores que parecen haber salido del mismísimo Hades, una amalgama de estilos y una producción perfecta, con un sin fin de colaboradores dan forma a la última maravilla de Kanye que sigue el camino marcado en sus anteriores trabajos “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” (Roc-A-Fella, 201o) y “808s & Heartbreak” (Roc-A-Fella, 2008). La velocidad con la que se suceden los temazos es tan exagerada que no te da tiempo a nada. Vertiginoso. El combo “On Sight”, “Black Skinhead”, “I Am a God” no tiene nombre. Falta de aire, sudores fríos, perdida de la conciencia. Si a esto le sumas la enorme y preciosísima“Bound 2”, que devuelve a West a sus orígenes, el resultado es un K.O. grande como una casa. Una auténtica paliza. Muerte asegurada.
La única mini-pega tal vez vuelvan a ser las letras de las canciones, pero con frases como “I wanna fuck you hard on the sink after that, give you something to drink” –bellísimo juego de palabras e imágenes– o sentencias autoritarias y ególatras como “I am a God” –que se repite hasta la extenuación– es imposible no levantarse, aplaudir hasta destrozarte las manos y volverse loco. También es verdad que imaginarte a Kim Kardashian en todas las escenas sexuales que se describen ayudan y facilitan el arrodillarse ante este álbum. “Yeezus” es como un polvo de los buenos: guarro, violento y marciano. En resumen, una puta salvajada demencial. [NOTA: 91%]
[David Martínez de la Haza] Que Kanye West siempre ha tratado de ir un paso más allá en cada uno de sus lanzamientos es algo de lo que éramos conscientes. Sin embargo, la laceración que plantea Ye con respecto a todo lo anteriormente escuchado, no ya en su carrera, sino en la escena del hip hop, se antoja un hecho inaudito. ¿Digno de ser celebrado? Sin duda.
Del escueto “Yeezus” -el disco se resuelve en diez temas y a correr(se)- conocíamos “Black Skinhead”, donde el de Chicago transmuta en gurú industrial aterrorizando al oyente, y “New Slaves”, declaración de intenciones majestuosa en la que aparentemente palpita la influencia de Death Grips. Pero las canciones restantes que conforman el álbum igualan la magnitud del impacto de las antes mencionadas. Desde el brote tónico-clónico de “On Sight” y su locura de bases saturadísimas hasta el miasma de sintetizador desbocado sonando como una alarma en “Send It Up”, el nuevo disco de este señor en estado de gracia es un veloz espasmo por terrenos no transitados anteriormente que deja exhausto, roto del todo.
Así, “I Am A God” se torna pesadilla, casi un tratado sobre la esquizofrenia que incluye delirios de grandeza, referenciales y religiosos. Las densas e inclasificables “Hold My Liquor” y “I’m In It” son muestras de auténtico genio, ambas con la colaboración de Justin Vernon. Quizás apenas encontramos clavos (ardiendo, eso sí) a los que agarrarse en cuanto a referencias pretéritas en la abrasiva “Blood On The Leaves”, que retrotrae a “808s & Heartbreak”, y el cierre con la maravillosa “Bound 2”, entroncando con los tiempos de “Graduation” (Roc-A-Fella, 2007) o “Late Registration” (Roc-A-Fella, 2005).
“Yeezus” ni puede ni debe ni quiere compararse a lanzamientos previos de Kanye West. No es el disco perfecto que era “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” y sin embargo, su revolucionaria concepción y construcción hacen de este LP uno de los trabajos más extraordinarios (en toda la amplitud de su acepción) que se hayan publicado en los últimos años. Destrozando y reconstruyendo géneros, descolocando incluso al oído más entrenado, deshabilitando e inutilizando textos como el que acaban de leer. “Yeezus” es en realidad la siguiente imagen…
[NOTA: 90%]