«Our Flag Means Death» es la serie que pone fin a años de queerbating con lo que podría ser un BROMANCE pero es un verdadero ROMANCE entre dos piratas.
Inicialmente, no entraba dentro de mis planes ver la serie «Our Flag Means Death«. Por lo menos, hasta que un colega puso un story en su Instagram de Taika Waititi vestido de pirata en actitud acaramelada con otro hombre… Ante lo que inmediatamente pregunté: «¿Taika ahora poniendo un poco de gay dentro de los piratas?«. La respuesta de mi amigo me descolocó: «Más bien Taika poniendo un poco de piratas dentro de gay«. La conversación siguió un poco más y, al final, acabé convencido de que, si «What We Do In The Shadows» se ha convertido en una de mis sitcoms de cabecera, tenía que intentarlo con la serie de David Jenkins para HBO Max.
Y reconozco que la cosa no empieza bien. Lo que ocurre es que por todos es sabida la gran regla de las sitcoms: las mejores empiezan flojo y, de hecho, algunas acaban llegando a su estado de gracia en la segunda (e incluso en la tercera) temporada, cuando los personajes ya están asentados y pueden empezar a expandirse en direcciones inesperadamente cómicas. «Our Flag Means Death» arranca lentita con la historia de Stede Bonnet (Rhys Darby), un noble de Barbados que, en el año 1717, decide abandonar a su esposa (de conveniencia) y a sus hijos para cumplir con su sueño de hacerse pirata. Se gasta todo el dinero en construir un barco pirata y, de hecho, contrata a una tripulación a la que trata de la forma más humanitaria (y capitalista) posible: les paga un sueldo mensual independientemente de si tienen éxito en sus más bien ridículos saqueos y escarceos (escasamente) criminales.
En un primer momento, parece que la serie vaya a ir por ahí precisamente y que vaya a explorar la absurda existencia de este pirata que no quiere dejar de ser un «gentleman», rodeado de esbirros a cada cual más surrealista. Pero entonces, en el tercer capítulo entra en escena Blackbeard, interpretado por Taika Waititi… Y todo cambia. De hecho, «Our Flag Means Death«, como la mariposa de Rosalía, se transforma en varias ocasiones. En los capítulos que siguen, parece que el dinamizador de la trama será el hecho de que Blackbeard aspira a dejarlo todo para retirarse a vivir una vida burguesa mientras que Stede cree haber encontrado un mentor que le instruya en la vida piratil para convertirse en el terror de los mares.
Pero poco a poco empiezan a filtrarse grandes guiños queer en la trama. Ya no es solo que una de las subtramas esté protagonizada por Jim, que al principio puede entenderse como una mujer haciéndose pasar por hombre pero que al final acaba habitando un espectro no binario realmente sublime (sus compañeros, de hecho, incluso se refieren a Jim como «they«, y eso es muy pero que muy chapeau). Tampoco es que el barco tenga su propio cronista, Lucius (Nathan Foad), abiertamente gay y promiscuo que acaba estableciendo una relación con otro de los piratas… Es que la amistad que se establece entre Stede y Blackbeard cada vez tiene menos pinta de amistad y más pinta de romance.
Y entonces entra en juego la esquizofrenia típica que sentimos las personas de la comunidad LGTBIQ+ ante este tipo de ficciones creadas desde la heteronorma pero con toques queer que, al final, no se acaban de concretar del todo. Por un lado, es inevitable excitarse no solo con la representatividad y visibilidad que supone, sino también con la propia experiencia de gozar de un romance queer en una plataforma tan masiva como HBO Max. Por otro lado, el pinchazo y la frustración de que, al final, todo se quede en puro queerbating y, al final, nunca pase nada.
En los últimos años, hemos vivido ejemplos realmente punzantes a este respecto, desde la publicidad engaños de «Luca» de Pixar hasta aquella «Sherlock» en la que el bromance con Watson introdujo en nuestro vocabulario ese mismo término: bromance. Así que es normal sentir miedo ante «Our Flag Means Death» cuando la relación entre Stede y Blackbeard empieza a evolucionar. Pero aquí llega la revolución. Y viene contenida en un post de Instagram del mismo Taika Waititi…
«Estoy muy orgulloso de esta comedia romántica que hemos hecho. Muy orgullos. No es «bromántica», es ROMÁNTICA. Si odias esta serie, no pasa nada, todavía te quiero. Y espero que empieces a entender las múltiples capas que el amor puede tener. El amor es el amor, baby.» Estas son las palabras de Waititi que lo cambian todo y que puede que no conviertan a «Our Flag Means Death» en una serie revolucionaria… pero casi.
Porque, en el momento en el que el romance entre dos piratas se asimila dentro de una estructura de comedia romántica clásica, es imposible que el espectador no vea la serie con unos nuevos ojos. Y obviamente que pueden ser unos ojos de sospecha que conduzca a la inevitable pregunta: ¿no sigue siendo esto un producto hetero (es decir, producido fuera de la red profesional que solemos entender como «comunidad» y que vendría a estar comandada por Santa Ryan Murphy) que intenta aprovecharse de ese público LGBTIQ+ que lo da todo por las ficciones en las que se nos representa?
Para nada. Y es que, desde el momento en el que la serie asume que lo de Stede y Blackbeard no es un bromance, sino un romance, la sutileza de los detalles sobre los que se va construyendo la relación ya no se entiende como traición (es decir: «no podemos decir que esto es un romance, así que lo dejamos dicho así, por lo bajini«) sino como delicadeza. De repente, que apresen a los dos piratas y, al tirarlos uno al lado del otro en el suelo, Blackbeard mueva su pie para rozar el de Stede («Has vuelto«, dice Stede; «Nunca me fui«, responde Blackbeard mientras le guiña un ojo), es un gesto mínimo que da profundidad a lo que están viviendo, en vez de arrebatársela tal y como ocurriría en un bromance del librillo del queerbating. Ya era hora.
Así que quitémonos de encima las sospechas y la suspicacia. Habrá quien siga sin creer la sinceridad de David Jenkins, Taika Waititi (que no solo interpreta a una de las partes de este romance, sino que también participa de forma activa en la producción ejecutiva de la serie) y compañía… Pero no es tiempo de rechazar a aliados que, de hecho, están poniendo verdadero amor en lo que hacen. Siempre hemos dicho que la comunidad LGBTIQ+ creció viéndose reflejada en películas y series de romances heterosexuales y que la normalidad llegará cuando los heterosexuales sean capaces de verse reflejados en ficciones queer. Pero nos equivocábamos: la normalidad llega cuando esos heterosexuales hacen una serie queer y son capaces de darle una profundidad bella, sincera, elocuente y fascinante. Una serie como «Our Flag Means Death«. [Más información en el Instagram de «Our Flag Means Death»]