Contra todo pronóstico, la alfombra roja de los Oscars 2017 no ha sido un cuadro… Sino todo lo contrario: ha habido un nivelón muy tremendo.
Al Papa lo que es del Papa. Esta es una gran verdad que nuestras abuelas nos enseñaron a todos y cada uno de nosotros y que, a veces, olvidamos con demasiada frecuencia. En otras ocasiones, sin embargo, es una verdad que clama al cielo y tenemos que convenir que, eso, al Papa lo que es del Papa. Una de esas ocasiones ha sido, contra todo pronóstico, la alfombra roja de los Oscars 2017, que se acaban de celebrar en el Dolby Theatre de Los Ángeles en la noche del domingo 26 de febrero.
Y entonces llega la pregunta: ¿por qué decimos que esta red carpet ha molado «contra todo pronóstico»? Básicamente, porque cualquier que haya seguido esta temporada de premios y haya visto las alfombras rojas de otros premios como los Golden Globes (por poner un ejemplo especialmente sangrante) sabrá que la gran tendencia de este 2017 no ha sido ni el color blanco, ni el terciopelo, ni el encaje ni la pedrería: la principal tendencia este año ha sido ni más ni menos que ir hecha un cuadro. Un fistro. Un adefesio. Un atentado contra la estética. Como prefieras.
Pero repetimos: esto no ha sucedido en los Oscars 2017. En la alfombra roja de los premios por excelencia del cine yanki, sorprendentemente, ha habido un nivelazo bastante tremendo y, sobre todo, una extraña (pero fascinante) capacidad para asumir riesgos y transformarlos en logros más que loables. Por eso mismo, y por una vez, en Fantastic vamos a hacer el recorrido de la red carpet al revés: de lo peor (que ha sido lo menos numeroso) a lo mejor.
LO PEOR. ¿Es necesario que nos pongamos a buscar tendencias dentro de lo peor de la alfombra roja de los Oscars 2017? A ver, reconozcámoslo: las peores vestidas de la red carpet no lo son porque sigan una tendencia equivocada… Lo son porque van de almas libres por la vida y, al final, esa actitud les acaba pasando una factura terrorífica.
Así que tratémoslas como lo que son: casos aislados. Casos aislados tan chungos como el de Felicity Jones, que se ha pasado de casual en un exceso de gasa aburridísima de Dior (cómo no, de Maria Grazia Chiuri). También Hale Berry, que no solo se marcó el pelo más hórrido de la velada, sino que se paseó con un Versace que era difícil de entender. Por decirlo de forma políticamente correcta. Teniendo en cuenta que el rojo (Valentino) ha sido uno de los grandes protagonistas de la red carpet, no se entiende una debacle tan jodidamente dañina a la vista como la de Ginnifer Goodwin, cuyo vestido era como una versión pesadillesca del rollito Adele; y lo mismo puede decirse del aburrimiento supino de Kristin Cavallari.
Igual de incomprensibles han sido las elecciones de Ava Duvernay (cuyo traje, acompañado de su pelo imposible, parecía salido de una cena de gala intergaláctica en «Star Trek«), Chrissy Teigen (tu Zuhair Murad se pasa de hortera, tía), Kelly Ripa (¿qué son esas mariposas?) y Allison Schroeder (con su pantonera). Y dos menciones especiales: el exceso de Cynthia Erivo y, por encima de todo, Blanca Blanco porque… Joder. Porque sí. Porque era peor que el ébola.
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LO NORMALITO. Mucho pero que mucho ojito… Porque, si normalmente hablamos de «lo normalito» de las alfombras rojas como una sección de gente y modelitos puramente aburridos, en los Oscars 2017 ha sido más bien «todos esos modelazos que no han sido históricos… pero casi». Ahí están, por ejemplo, casos como el de ese Louis Vuitton que ha convertido a Alicia Vikander en un bello animal de cuello larguísimo, el Óscar de la Renta de Brie Larson que engañaba con una simplicidad en la parte superior que se complicaba conforme iba descendiendo, la elegancia extrema de Kirsten Dunst o la pedrería bien entendida del Armani de Nikole Kidman.
Ojito también al peplum dorado de gala del Dior de Charlize Theron, la engañosa simplicidad del Armani de Emma Roberts, el plus size pluscuamperfecto del Marchesa de Octavia Spencer, los hombros despampanantes de Viola Davis en un Armani rojísimo, el talle negro extrañamente contenido del Alberta Ferretti de Taraji P. Henson (que suele seguir la tendencia de ir hecha un cuadro), el blanco principesco de Sofia Carson o el contraste de materiales con pomposos bajos de Sofia Boutella (Chanel) y Zuri Hall (Uel Camilo). Y, así a grosso modo, «normal pero destacable» también ha sido lo de Kate McKinnon, Salma Hayek y Frazer Harrison. Pero repetimos: todo esto es «normal», pero mucho mejor que lo «normal» de otros años.
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LO MEJOR. Y llegamos a lo que venimos diciendo desde las primeras líneas de este artículo: que lo de la alfombra roja de estos Oscars 2017 ha sido puro nivelón. Y este nivelón ha tenido dos reinas absolutas… La primera de ellas, por encima del resto (y, de nuevo, contra todo pronóstico debido a su amplio currículum como reina del saltless), Dakota Johnson en su Gucci (de Alessandro Michele) dorado con silueta del Hollywood silente. La segunda, como una princesa venida del futuro, como una menina post-moderna, ha sido sin lugar a dudas una espectacular Janelle Monáe vestida de Elie Saab.
Muy pero que muy cerca ha estado Ruth Negga y el Valentino que ha marcado el tono del rojo Valentino que muchas otras han intentado alcanzar. Mención especial también para la pedrería y los flecos dorados del Givenchy de Emma Stone y para las transparencias más elegantes de la noche a cargo del Ralph & Russo de Hailee Steinfeld. Por cierto, que el vestido de Stone ha tenido un serio contrincante en el Marchesa de Olivia Culpo. Si el blanco ha sido otra de las grandes tendencias de la noche, la corona ha sido compartida por Naomie Harris (en un Calvin Klein de la primera colección de Raf Simons) y Karlie Kloss (Stella McCartney).
Más todavía: premio al rollo principesco vestido de forma menos noña para el Zac Posen de Leslie Mann, al escote más elegante para el Louis Vuitton de Michelle Williams, a la elegancia europea más fascinante para el Armani de Isabelle Huppert, al «me gustan los dorados» más exuberante para el Kaufman Franco de Jessica Biel, al look badass más tremendo para el Azzedine Alaïa de Scarlett Johansson… Y, claro, al lo-que-sea-que-llevaba Priyanka Chopra, porque era de Ralph & Russo y era lo puto más. Y ya.
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