¿Es «Ori & The Will of the Wisps» no solo uno de los metroidvanias más bonitos del año, sino el juego destinado a romperte el corazón? Va as ser que sí.
«Ori & The Blind Forest» fue una de las grandes sorpresas del año 2015. Al fin y al cabo, en aquel momento los usuarios de Xbox One se preguntaban en manada por qué su consola no tenía una lista de exclusivos tan deslumbrante como la de PS4. Y este título de Moon Studios aterrizaba en catálogo de la máquina de Microsoft como una brisa de aire fresco en medio del mes de agosto (por mucho que se lanzara en marzo). Es ese tipo de brisa que al principio ni notas pero que, de repente, resulta que incluso te ha cambiado el ánimo y ha conseguido que, de repente, el mundo sea un lugar mejor que habitar.
No se me está yendo la mano con el maximalismo. En serio. «Ori & The Blind Forest» era una delicia de juego a muchos niveles. Para empezar, porque se lanzó sin la rimbombancia que esos Triple A que a veces tienen más mercadotecnia que algo relevante que aportar y, por lo tanto, fue revelando su madera de grower poco a poco, con paso sutil pero firme. También hay que tener en cuenta que Moon Studios consiguió crear un mundo no solo infinitamente bello, sino extraordinariamente carismático. Y, para rizar el rizo, el juego consiguió abrir una brecha en el género de los metroidvanias.
Metroidvania 2.0
Pequeño apunte por si no sabes lo que es un metroidvania: como su propio nombre indica, este género es la síntesis absoluta del estilo de juego que impusieron clásicos entre los clásicos como «Metroid» y «Castlevania«. Un género que, sin lugar a dudas, está viviendo un verdadero auge en los últimos años… Pero que, como siempre ocurre en este tipo de hypes, la mayor parte de recién llegados deciden repetir la fórmula que triunfa. Que, en este caso, se puede resumir en dos rasgos generales: gráficos de puro retro-gaming (mejor si te marcas una odisea pixelada, pero que se note que está pixelada a posta en el año 2020 y no que está pixelada por precariedad técnica) y dificultad de locura absoluta.
Ahí están «Celeste«, «Blasphemous» o «Momodora» para probarlo. Lo que consiguió «Ori & The Blind Forest«, sin embargo, fue equilibrar la dificultad a unos niveles no tan exigentes y, sobre todo, preguntarse ¿puede un metroidvania alejarse de los gráficos justos y pixelados para ofrecer un mundo desbordantemente bello? Sí, puede. Y por eso mismo aquel fue uno de los mejores juegos de 2015 a la vez que, por otra parte, «Ori & The Will of the Wisps» se ha convertido en uno de los lanzamientos más esperados de este 2020. Spoiler alert: la secuela no defrauda. Sino todo lo contrario.
Pero empecemos por el principio: en la primera parte conocíamos a Ori, un espíritu del bosque que se embarcaba en una aventura a lo largo y ancho del bosque de Nibel para devolver la vida al árbol que mantenían las sombras (y todo lo malo) lejos de este paradisíaco lugar. Por el camino, el protagonista se topaba con personajes maravillosos que parecían surgidos de una película de Ghibli, como Naru (una oronda figura maternal) o Gumo (una bola con patas que al principio te hacía la vida imposible pero que al final acababa rindiéndose a tu bondad). Spoiler alert número 2: al final de todo, Ori derrotaba al búho malvado Kuro, pero «adoptaba» un huevo que, en el último instante del juego, rompía su cáscara.
La secuela
«Ori & The Will of the Wisps» empieza donde acabó la primera entrega. El huevo eclosionó y de él salió Ku, una buhíta con una ala un poco maltrecha que le impide volar con libertad. Cuando Ku crece un poco, Ori recuerda la pluma con la que planeaba en el anterior título y la ata a el ala de su amiga, lanzándose los dos a volar cuanto más lejos mejor… Hasta que una tormenta les derriba en pleno vuelo y caen en el bosque de Niwen. Allá descubrirán que el lugar se encuentra en la misma situación que Nibel al principio de «The Blind Forest«, con un árbol sin vida y con un búho gigante y deforme, Chirrido (¿desde ya uno de los personajes más icónicos del año?), que alimenta las sombras y la podredumbre del páramo.
Aquí empieza lo bueno. Esta secuela mantiene todo lo que fue un acierto en la primera entrega: los gráficos preciosos, el equilibrio pluscuamperfecto (ya no solo en la dificultad, que a veces baja para permitirte pasear tranquilo y otras sube para llevarte al límite; sino también equilibirio en una historia que es preciosa, claro, pero tristísima) y, sobre todo, las mecánicas de metroidvania 2.0. El jugador se enfrenta a un mapeado extenso que va desbloqueando poco a poco, por zonas de muy diferente naturaleza: tendrás que escalar montañas nevadas, bajar a madrigueras oscuras (en las que la misma oscuridad será la que te mate si no llegas a tempo a una luz cercana), surfear las aguas de preciosos manantiales, enfrentarte a durísimos desiertos y, al final, obviamente, meterte de cabeza en el putrefacto corazón del árbol de Niwel.
El mapa está plagado de enemigos que son tan fascinantes (aunque no precisamente tan bellos) como los protagonistas. Y, para enfrentarte a ellos, esta vez no dispondrás de la ayuda de Sein, la luz que te acompañaba en «The Blind Forest» y te servía para atacar a tus oponentes. Aquí, sin embargo, desde el principio tu arma será una espada de luz. Y, a partir de ahí, los ataques se irán ampliando con otras armas que van desde un arco hasta una lanza, pasando por llamaradas o destellos. «Ori & The Will of the Wisps» vuelve a recurrir a las mejoras de personaje tipo RPG, de tal manera que Ori va desbloqueando nuevas habilidades (engancharse en las paredes, nadar rápido, dar doble salto) que le ayudarán a llegar a nuevos lugares del mapeado.
Las novedades de «Ori & The Will of the Wisps»
Hasta aquí las novedades previsibles, que suelen limitarse a armas y movimientos. Pero el gran acierto de esta secuela es incluir personajes no jugables que enriquecen el juego de una forma magistral. Hay grandes animales que protegen el bosque de Niwen, como el oso Baur o, sobre todo, el sapo Kwolok (y aquí dejo caer una lagrimita sin decir por qué y esperando que lo entendáis cuando juguéis a este título). Ellos serán los que te marcarán el paso a seguir para ir avanzando en tu aventura… Pero también hay otros personajes que juegan papeles diferentes.
Por ejemplo, no te cansarás de buscar a cierta oruga en los parajes más insospechados para que te venda mapas del bosque. Los mokis aparecerán en los lugares más insospechados y te alegrarán de la misma forma en la que te romperán el corazón cuando se ponga tristes. Y, sobre todo, en el corazón del bosque existe una zona repleta de personajitos destinados a ayudarte (mejorando tus habilidades, principalmente) y en la que, además, podrás ir «invirtiendo» para construir casas y otros menesteres que, como manda la ley del karma, acabará repercutiéndote para bien.
Porque, al fin y al cabo, el gran acierto de la primera parte fue demostrar que un metroidvania podía ser bello hasta decir basta. Así que, con ese logro totalmente conquistado, «Ori & The Will of the Wisps» va un paso más allá de la belleza y el carisma de sus personajes: crea un mundo complejo recorrido por un profundo entramado narrativo y emocional que, cuando llegues a los títulos finales, te habrá calado bien hondo en el corazón. Y eso con muchas menos horas de juego y menos medios que otros títulos que siguen alardeando por ahí de Triple A. [Más información en la web de «Ori & The Will of the Wisps»]